La “unidad” de la “izquierda” es una estupidez (I)
No será ni la primera ni la última vez que algún “militante” de izquierda nos tilde de puristas, dogmáticxs, engreídxs, faltos de auto crítica, por no acudir a su llamado desesperado a la “unidad” de la “izquierda”. Según sus convocantes, parecería que ahora sí están dadas las condiciones para que los deseos individuales, los programas, las tácticas y estrategias, se disuelvan en una identidad superadora de las diferencias y se pueda construir un cuerpo coherente.
Aparentemente solo es cuestión de voluntad, no de contextos históricos ni de análisis teóricos rigurosos para que esta llegue, más aún en este momento donde el neoliberalismo y el fascismo nos recuerdan que no “podemos marchar separados”. Lo cierto es que estamos hasta las pelotas y los ovarios de que el ambiente “izquierdista” nos convoque a algo que de por si nos parece aburrido y torpe. Habrá de empezar por preguntarse si alguien – al pueblo – le importa la unidad de la “izquierda”, o si somos más audaces, ¿existe la “izquierda” en este país?
Preferimos estar en cualquier lado antes que presenciar el lloriqueo y los grandes debates de salón y barricada. Grupúsculos marginales – como este medio digital –, fracciones proletarias dentro de la fracción, lucha de líneas, militantes que son partido, frente y ejército popular al mismo tiempo, casi siempre sin vinculación alguna con las “masas” que se avocan. Ultraizquierdistas más puros que el agua bendita que usa el Papa Francisco, portadores del evangelio contra el oportunismo, revisionismo y eclecticismo. Alquimistas de la política real que han logrado mediante alguna fórmula mágica separar el carácter de clase del Estado. Toda una fauna exótica que promete poder popular anti estatal, guerra popular prolongada hasta el comunismo, transición pacífica, socialismo por etapas, convivencia con la burguesía, etc. ¿Y luego se preguntan porque nos parece que la “unidad” de la “izquierda” es una estupidez?
Empezar identificando el problema
La izquierda olvidó la lucha de clases, por ende, hizo de lado los problemas del Estado, el capital, el patriarcado, entre otros, y perdió de vista su proyecto histórico, la sociedad comunista. La lucha de clases se convirtió en el último “reducto” del economicismo, de allí que, en su interpretación mecánica todos los fenómenos sociales fueran “determinados” por esta. En este reduccionismo el marxismo, y hasta el anarquismo plataformista que no reniega de la interpretación materialista de la historia, acabó siendo memorizado en manuales stalinistas, el Estado se convirtió en el preciado botín de guerra y no en el adversario a desmontar, la lucha de las mujeres fue puesta detrás de la lucha de clases, como si fuese posible disociar ambas, la guerra revolucionaria se confundió con voluntarismo, las estructuras electoreras condicionaban la política de las organizaciones populares, etc.
Quienes se quejan del estado catastrófico de la “izquierda” continúan planteando que el Estado es una especie de vehículo neutro que puede ser conducido simplemente por especialistas y técnicos, o que puede desaparecer por que la “organización popular” es auto suficiente para asumir las funciones de este, que las transiciones históricas están desprovistas de episodios violentos, que es imposible pensar en una sociedad fuera del capitalismo, sin clase trabajadora, sin lucha de clases.
¿Entonces, existe la izquierda en este país? Estamos segurxs que no existe como proyecto, programa u organización de masas, más bien existen pequeñas agrupaciones, unas con mayor convocatoria que otras, pero sin incidencia real – posibilidades de construir poder – en la sociedad para constituirse en un punto de referencia obligatorio que pueda dar forma a las aspiraciones populares, sea porque el pueblo no desarrolla instintivamente su interés en el socialismo, o porque en este punto la batalla por el sentido se encuentra perdida – ni los resultados electorales ni las movilizaciones son sinónimo de consciencia u organización revolucionaria. La mayoría de estas agrupaciones en su canibalismo por representar la versión más “acabada” de la izquierda, continúan oponiendo su política idealista a los dos elementos que arriba mencionábamos: perspectiva histórica y análisis teórico; las definiciones vagas corren por todo lado, se simplifica la lucha armada a militarismo, la lucha electoral a reformismo, y la organización popular con movimientismo.
¿Se puede unir lo que no existe? Definitivamente no. Desde una perspectiva anti capitalista, a nuestro entender, son tres los elementos que definen la existencia de un proyecto revolucionario – si no existen se deben construir con perspectiva histórica, esto es en el corto, mediano y largo plazo –: minoría revolucionaria (dirección colectiva dispuesta a disolverse en el pueblo en oposición al dirigismo vanguardista), movimiento político social (instituciones y hábitos populares de administración, producción y distribución) y fuerza (medios de auto defensa en todos los planos: económico y militar principalmente).
Difícilmente el tono que ha adquirido el debate de esa “izquierda” que busca la unidad ha abordado las preocupaciones aquí expuestas, sea porque las considera demasiado “radicales”, no están dadas las condiciones, o simplemente son “cosas del ayer” – la posmodernidad avala con arrogancia el fin de la historia. La cuestión clave de la estupidez “unitaria” izquierdista no es la desesperación por desarrollar estos elementos ahora mismo, sin pueblo, sin organización, sin teoría, sino la pérdida del sentido de la revolución: el comunismo como proyecto histórico.