Las crisis sistémicas del capitalismo en América Latina (I)
La contundencia con la que las crisis sistémicas -en su principio crisis de sobreproducción- se han desatado, una tras otra y en los últimos años en simultaneidad y a lo largo y ancho del planeta, indica que el capitalismo se encuentra en su fase terminal. La violencia frontal del momento histórico neoliberal, conjugado junto a la crisis y emergencia climática y las devastadoras consecuencias de la desaceleración de un sistema de recursos materiales finitos que se comprende como infinito por excelencia, han conllevado a la multiplicación de los conflictos imperialistas por recursos naturales y áreas de influencia -mercados-, desembocando en una militarización de las sociedades del Sur global al estilo de EE.UU. e Israel.
En el Ecuador, cinco años de restauración neoliberal convirtieron al territorio en uno de los principales exportadores de cocaína, mientras el crimen organizado asesina a casi 500 personas en las cárceles en 17 meses, el desempleo y subempleo bordean el 70% del índice laboral y la violencia se ha generalizado en todos los niveles de realidad popular. El momento histórico actual provocó una nueva ola de éxodo migratorio desde el Ecuador hacia los Nortes con un especial énfasis en EE.UU. Entre 2020 y julio de 2022, más de 5.000 niñxs ecuatorianxs fueron abandonados en el desierto fronterizo entre México y Estados Unidos. Tan solo el año pasado, 500 ecuatorianxs al día eran detenidxs por la guardia fronteriza yanqui en la misma frontera. Se calcula que más de 200.000 personas abandonaron el Ecuador entre 2021 y 2022 sin retornar. En octubre de 2022, fueron retenidas 7.000 personas provenientes del Ecuador en la frontera con EE.UU.
El neoliberalismo se caracteriza como momento histórico dentro de la fase del imperialismo tardío, develando, multiplicando y profundizando las contradicciones antagónicas de clase en el plano local, para repetir de forma incesante los procesos de acumulación originaria, creando bases de consumo y plusvalía apropiada por la burguesía transnacional. La espina dorsal del modelo neoliberal se encuentra constituida por la imposición de regímenes de austeridad, mientras las esferas y recursos públicos se privatizan. La desfinanciación crónica de educación, salud e infraestructura se encuentra direccionada a “quebrar” un servicio público considerado como derecho, para privatizar este derecho, convirtiéndolo en un privilegio. En septiembre de 2022, tan solo en la región Sierra-Amazonía, un total de 150.000 niñxs y adolescentes no retomaron el año lectivo. La austeridad viene acompañada de ráfagas de precarización popular presentadas como paquetazos económicos y legales. Un ciclo de liberalización comercial agresiva viene a la par de la desregularización laboral, creando mano de obra sobrecalificada y abundante para una reprimarización económica enfocada en profundizar el neoextractivismo petrolero, mientras se expande la concesión minera de territorio. Actualmente, un 15% del territorio ecuatoriano se encuentra concesionado a mineras chinas y canadienses.
La produnfización de las lógicas de dominación y explotación capitalistas, viene acompañada de una radicalización de las estrategias represivas y autoritarias del Estado burgués. En el Ecuador, mientras se recortan absolutamente todas las carteras estatales, se premia a la Policía Nacional con prebendas e inversión logística y técnica por más de USD 1.200 millones hasta el 2025. La burguesía en el momento neoliberal, pasa a profesionalizar a las fuerzas represivas, creando un Estado policial. Guillermo Lasso prometió aumentar el número de agentes policiales de 52.000 a 86.000, alegando que la juventud que no consiga un cupo universitario o laboral, podría encontrar trabajo y carrera en las fuerzas represivas. Simultáneamente, la escalada represiva desemboca en una política de Estado enfocada en la seguridad interna, invocada principalmente por el elemento ideológico del enemigo interno. El pueblo organizado pasa a encarnar aquel enemigo que el propio Estado pretende eliminar. La dinámica de la radicalización de este antagonismo de clase representa la centralidad de la lógica de Estado neoliberal en términos ideológicos. La intensificación de la cooperación bélica con naciones imperialistas, ante todo EE.UU. e Israel, denota la reestructuración de las fuerzas represivas para el combate a su propio pueblo. Por más de un año, el Ecuador tuvo un Ministro del Interior con recomendación directa y explícita de la Embajada de EE.UU. en Quito, Patricio Carrillo, mismo que fue depuesto por Guillermo Lasso en base al encubrimiento del feminicidio de María Belén Bernal, considerado un feminicidio, un crimen en el que el Estado es un responsable directo.
En esta dinámica se enmarca la estrategia contrainsurgente en la que se inmiscuyó el Estado ecuatoriano desde el Paro Nacional de Octubre 2019. El anticomunismo se convirtió en un elemento central de la campaña de control social enunciada desde el oficialismo, conllevando a la criminalización del legítimo derecho a la protesta. La fascistización de las instituciones del Estado y la imposición del mismo imaginario en la opinión pública, además de las reformas cosméticas del reformismo progresista, desembocaron en la radicalización de la burguesía, denominador común a lo largo y ancho del continente, incluyendo a Bolsonaro en Brasil, Trump en EE.UU., Agustín Laje y Javier Milei en Argentina, Bukele en El Salvador y Lasso en Ecuador. El triunfo electoral de la ultra derecha en Giorgia Meloni en Italia y el partido Demócratas de Suecia.