Todos contra todos
El individuo, como categoría histórica, se encuentra estrechamente ligado al desarrollo del capitalismo, enmarcando como punto de partida en la reforma y el renacimiento. Una vez que el individuo se separa de dios como consecuencia del luteranismo, lo que Max Weber llamaría la ética protestante, el individuo ya no dejaba su destino a merced de una razón divina, sino que pasaba a ser consciente de su acción como motor de cambio tanto individual como colectivo e histórico. El individuo como tal, representaría la categoría fundamental desde la cual se articularían los discursos liberales, enfoque desde el cual se legitima la propiedad privada sobre el resto de posesiones materiales en el mundo.
Esta dinámica llegó a un punto definitivo de quiebre con la colonización del Sur y el “descubrimiento” de América, lo que desembocaría en la dominación cultural y civilizatoria por parte de Occidente sobre el resto del planeta. Tomando las palabras de Rosa Luxemburgo, la acumulación originaria necesita perpetuarse en un sinfín de repeticiones, capitalizando a sociedades y mercados no-capitalistas.[2] Con el desarrollo desenfrenado del proceso hiperdinámico de la monopolización tanto de la producción como de la economía, el individuo pasó a ser el pilar de la concentración de la riqueza, proceso que se desarrolló paralelamente con la ética que lo justificaría. En este momento se cristaliza el individuo, como logro mayor del renacimiento y como advenimiento de la modernidad.
La individualización se potenció con el final del siglo XIX, exacerbando sus características en un individualismo radical y enajenando efectivamente al sujeto frente a la sociedad. La ética liberal pasó a justificar tanto los aciertos como errores individuales, para legitimar el éxito y fracaso sobre todo a nivel económico como personal en primera y última instancia, enajenado de cualquier otro actor o colectivo. Aquella lógica se encuentra presente tanto en estructuras a nivel micro como macro, alcanzando la superestructura de una sociedad en su totalidad. Así, a nivel macroeconómico se privatizan las utilidades en tiempos de ganancia y se colectivizan las pérdidas en tiempos de crisis.
La enunciación del individuo desde un enfoque capitalista conllevó a que se asocie un sentido positivista con el individuo y las prácticas colectivas pasen a un plano secundario. Esta dinámica ha conllevado a que la ética del todos contra todos enuncie un conflicto entre el individuo y el colectivo, llegando a establecer una suerte de antagonización entre individuo/colectivo. Como condición social autoinducida, una suerte de consciencia ideologizada, resulta en una enajenación de los vínculos sociales. Este fenómeno se ha exacerbado con mayor fuerza en países del Norte. El Sur, conserva practicas culturales colectivistas, coexistiendo con un sinnúmero de culturas que son evidencia viva de que lo comunitario antecede al individuo. Sin duda, la occidentalización y el imperialismo cultural permean muchas de estas culturas, absorbiéndolas poco a poco, hasta llegar a un estado cultural y social de globalización total. El capitalismo es expansionista e imperialista por naturaleza, por lo cual sólo agudiza esta alienación del individuo respecto a sus vínculos sociales. La pérdida de 2 idiomas originarios del Ecuador en los últimos 5 años es vivo testigo de esta tendencia, encontrándose otros 14 en peligro. [1]
Estas reflexiones no pretenden enaltecer el pasado ni romantizar a ninguna cultura en especial. Se pretende que sirva como punto de partida para una enunciación colectiva y autocrítica del individuo. Una enunciación que incluya los muchos mundos que pretendemos crear y compartir en uno solo, sin ignorar las dinámicas desastrosas que conlleva la articulación de individuos individualistas, sin ningún lazo aparente con sus comunidades.
El capitalismo ciertamente premia a individuos que tengan características egocéntricas y hasta narcisísticas. Una fijación obsesiva con el ego, con el individuo, con lo que en un sentido negativo podríamos llamar el superyo, confirma únicamente que un sujeto revolucionario no puede ser formado bajo estas circunstancias. Los psicópatas que han llegado a ser revolucionarios, como el líder de la secta “marxista” Billy Jones, el cual llevaría consigo a la muerte a casi mil personas en lo que consta como uno de los suicidios en masa más grandes de la historia, en 1978 en Jonestown, Guyana, nos debe servir de recordatorio que nuestra individualización psicótica no nos lleva al camino de la revolución, sino a la autocomplacencia narcisista, llegando hasta el aniquilamiento.
Tendemos a reproducir esquemas individualizantes y a legitimar estos mismos con ideología. No por coincidencia retomamos varias categorías nietzscheanas para interpretarlas en sentido negativo y justificar acciones depredadoras. Hobbes y su consigna “el hombre es el lobo del hombre” se enuncian por autocomplacencia, para legitimar una visión extremadamente pesimista de la humanidad.[3]
Volviendo a Luxemburgo, los espacios individuales son co-modificados por el capitalismo para darnos aires de libertad consumista y apoderarse de mercados. Dentro de esta lógica son absorbidos movimientos que incluso se identificaban como anti-capitalistas, incluyendo al punk en los 70s. Pero el capitalismo co-modifica sobre todo espacios que hasta ese punto no se encontraban bajo su lógica. El veganismo, las prácticas de cuidado y hasta el feminismo y anarquismo son capitalizados desde una enunciante liberal, la cual identifica al individuo como potencial mercado y termina absorbiéndolo a el mismo. En términos políticos, se enuncian personajes como Hillary Clinton o Justin Trudeau como plenos ejemplos de estas lógicas, las cuales en este caso pretenden crear discursos hegemónicos.
Resulta menester enunciar a líderes y liderésas desde el colectivo, capaces de crear procesos que sobrepasen su presencia tanto política como física. Generar dinámicas participativas en el proceso de creación de poder con enfoque comunitarista
La única manera de enunciación comunitaria del individuo no termina siendo el todos contra todos, sino y únicamente el todos o uno es todos.
Referencias:
[1]https://www.elcomercio.com/tendencias/lenguasancestrales-extincion-andoa-zapara-intercultural.html
[2] LUXEMBURGO, ROSA [1951]: The accumulation of capital, Routledge, Londres.
[3] HOBBES, THOMAS [1642]: De cive, Paris.