Crisis socio-ambiental y organización popular
En estas líneas se busca construir un análisis crítico sobre los diversos ángulos que refleja la actual crisis socio-ambiental en la era del denominado Capitoloceno, que supone una necropolítica social y ambiental al momento de crear asimetrías globales en la explotación, control, consumo e instrumentalización de los bienes de la naturaleza. En el marco de las actuales crisis climáticas, ecológicas y sociales el capital busca gradualmente fracturar todo metabolismo natural y social “Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el que debe mantenerse en un proceso constante, para no morir” (Marx Karl, pág. 67). A partir de lo dicho por Marx, son imprescindibles las múltiples relaciones metabólicas que se configuran entre el ser humano y la naturaleza a través del trabajo para la supervivencia. No obstante, con la expansión imperialista del modo de producción hegemónico, se tiene como propósito central generar más capital, más plusvalía y mayores procesos de acumulación a expensas de la destrucción de la naturaleza, la biodiversidad y los seres humanos.
En esas disyuntivas ambientales, a lo largo de la historia de la humanidad en todos los sistemas económicos-sociales, el ser humano se ha relacionado con la naturaleza de diferentes maneras. En el caso de la era capitalista, las relaciones naturaleza-personas-trabajo se basan en el costo-beneficio. Por ende, los tiempos actuales se encuentran bajo el yugo del capital y la humanidad es testigo-víctima de escenarios apocalípticos como el incremento de temperaturas, la extinción masiva de especies, la desertificación de los territorios selva, la acidificación de los océanos, derretimiento polar, terremotos, pandemia, hambrunas, inundaciones, refugiados climáticos, nuevas enfermedades, etcétera. Estas ecuaciones ecocidas provocan patrones de producción social, económica y ambientalmente destructivos, que aceleran aún más el cambio climático y amenazan con rebasar las fronteras ecológicas planetarias.
De esta manera, el capitalismo ha creado un mundo que está constantemente sumido en profundas crisis socio-ecológicas de magnitudes históricas. Dicho sea de paso, con el imperialismo ecológico que permea el mundo, la realidad socioeconómica se fundamenta en paradigmas antropocéntricos de dominación, control y subordinación a escala global, estas nociones permiten normalizar y perpetuar la explotación-destrucción de la naturaleza, de los pueblos, trabajadorxs, mujeres, animales y territorios.
Con este telón de fondo, el llamado Capitoloceno es un concepto que emerge en total divergencia a las convencionales posturas burguesas del ecologismo posmoderno, y nos permite comprender cómo la expansión imperialista del actual modo de producción ha transformado la morfología y geología del planeta tierra, a partir de dinámicas extractivistas y neoestractivistas con el objetivo primario de generar más capital, más plusvalía y mayores procesos de acumulación a expensas de destrucción de la naturaleza y los seres humano.
Dentro de ese contexto, el planeta tierra a lo largo de millones de años ha experimentado varios ciclos naturales de transformaciones geológicas y grandes extinciones de especies biológicas a nivel planetario, por lo que muchos académicos-científicos han posicionado una serie de conceptos, teoría y análisis erróneas para explicar las complejas dimensiones ecológicas y los nuevos períodos geológicos. En virtud de lo mencionado, desde hace décadas ha emergido el concepto de Antropoceno como marco de análisis universalista para interpretar la actual crisis socio-ambiental, también para describir los procesos del nuevo período geológico y para posicionar narrativas afines a los grandes grupos de poder. De ahí que, estas posturas son construidas por emblemáticos investigadores (sociólogos, biólogos, geólogos, antropólogos) con la finalidad de responsabilizar al ser humano de las crisis ambientales y de la destrucción de la naturaleza.
Sin embargo, la construcción teórico-práctico del Antropoceno ha sido objeto de una amplia gama de cuestionamientos científicos y académicos, dado que éste término es esencialista, ahistórico y mediático, además encubre las múltiples crisis ambientales ocasionadas por los procesos de hiperproductividad del capitalismo. Por tal motivo, “Jason Moore contrapone el concepto del Capitaloceno al más frecuentemente empleado antropoceno, para hacer hincapié en el hecho de que no es el ser humano (anthropos) el responsable de la debacle ecológica, sino el capital” (Escalera, 2018). Bajo el panorama descrito anteriormente, la perspectiva teórica de los defensores del “Antropoceno” tiene el propósito de responsabilizar a la acción humana como la única responsable del origen de la crisis socio-ambiental. Además, estas posturas ignoran las relaciones de poder, la globalización, la industrialización, el neocolonialismo y las desigualdades sociales que genera el capital. Partiendo de esta base argumentativa, el activista sueco Andreas Malm (2018) considera que:
“El cambio climático no debe atribuirse al mero hecho de que el planeta esté poblado por miles de millones de seres humanos, sino al reducido número de personas que controlan los medios de producción y deciden cómo se ha de utilizar la energía”.
La debacle ambiental no ha sido originada por todos los seres humanos, dado que, no todas las personas han podido influir sobre la estructura económica. Cuando el 90% del PIB global se va a las manos del 10% de los más ricos, es evidente que la actual crisis planetaria no es antropogénica sino claramente capitologénica. “Las emisiones del 1% más rico de la población mundial son mil veces más grandes que las de habitantes de Mozambique, Honduras o Etiopía; en otros números, ese 1% contamina ciento setenta veces más que el 10% más pobre de la población mundial” (Serratos).
Por tal motivo, es inexacto establecer maniqueísmos éticos-morales de responsabilidad ambiental, cuando es evidente que la mala distribución de la riqueza y las debacles socio-ecológicas actuales son generadas por los capitalistas y sus acólitos (gobiernos, banqueros, ONG, burgueses, pseudos activistas, empresarios, etc.), más no por todos los seres humanos como lo plantean los defensores a ultranza del capitalismo. De ese modo, es indispensable refutar y superar las ideas que plantea el Antropoceno, para repensar la forma como el sistema económico actual condiciona al ser humano al momento de relacionarse con la naturaleza y así no caer en las trampas del consumismo mercantil que construye el capitalismo.
Conviene subrayar que en los albores del Capitoloceno emergen todo tipo de versiones postmodernas del activismo medioambiental que carecen de ética. Tal es el caso de los diversos activismos ecológicos burgueses alineados a ideologías miopes, ignorantes y reaccionarias, impulsadas desde el ecocapitalismo y ecofascismo cuya estratagema consiste en minimizar los daños socio-ambientales con paliativos como el reciclaje, la reutilización, energías verdes, reforestación, utilización de productos biodegradables etc.
Estas estrategias ambiguas del “Capitalismo Verde” en el fondo, no buscan otra cosa que profundizar el modelo de concentración de las riquezas y la mercantilización de todos los aspectos caso vida, con un discurso ambiental de desarrollo sostenible que no elimina el problema de raíz. En tal sentido, las luchas contra la crisis socio-ambiental van estrechamente unida a la lucha contra el capitalismo y la burguesía. Sostenía el activista brasileño Chico Mendes que: “La ecología sin lucha de clases es jardinería”. De esa manera, defender la naturaleza implica luchar contra las relaciones de dominación, la explotación del capital y su modelo imperialista de desarrollo “incuestionable”.
De todo lo anterior se puede concluir que mientras el capitalismo siga destruyendo territorios, ecosistemas y colonizando subjetividades, la reproducción de la ideología dominante enseña al ser humano el desprecio a la vida. Por tal razón, es necesario posicionar en el tablero académico-ecológico el término Capitoloceno para comprender como se originó la crisis socio-ambiental con una mirada histórica, dialéctica y cuestionadora a las narrativas convencionales que nos impone el mundo occidental. A demás, el Capitoloceno retrata cómo la violencia y dominación de la clase hegemónica está presente en la sociedad y la naturaleza con el fin de destruir todo sentido de empatía, solidaridad y compasión.
Finalmente, el marxismo brinda un cuerpo teórico, metodológico y práctico que nos permite comprender la actual crisis socio-ambiental, partiendo de análisis que involucran la lucha de clases, la economía y la política para enfrentar y dar soluciones a los grandes problemas que se generan en la época del Capitoloceno. “Producid de un modo consciente, como hombres y no como átomos sueltos, sin conciencia colectiva, y os sobrepondréis a todas estas contradicciones artificiales e insostenibles” (Karl Marx). Si queremos salir de esta crisis socio-ambiental es indispensable cambiar el sistema de producción que nos condiciona a relacionarnos con la naturaleza bajo criterios mercantilistas. Solo a través de la organización popular anticapitalista es posible trazar acciones, visualizar problemas y luchar por la justicia socio-ambiental.
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