El banano: una historia de resistencia en América Latina
Desde finales del siglo XIX, las famosas repúblicas bananeras, entre las cuales figuraban países centro- y sudamericanos como Nicaragua, Honduras, Colombia o Ecuador, se presentaban como economías frágiles y dominables, debido a su inestabilidad política, siendo consideradas por Estados Unidos como puntos estratégicos de mercado y producción. Dicha inestabilidad política fue principalmente impulsada por la multinacional United Fruit Company, empresa fundada en 1899 por Minor Keith y Andrew Preston, la cual no sólo fabricaba candidatos presidenciales que defiendan sus intereses económicos o impulsaba golpes de Estado, sino también se encargaba de explotar a lxs trabajadorxs de la empresa, negándoles sus derechos de organización sindical, con horarios excesivos, condenándolxs a la miseria y a condiciones infrahumanas de salud y vivienda.
Mientras tanto, la United Fruit Company y su poder se expandían sin freno alguno, convirtiéndose en una de las empresas más poderosas del mundo, transportando el banano desde los trópicos hasta los supermercados estadounidenses y europeos y dando a entender que su accionar no sólo se inclina hacía una aspiración económica. Responde más bien a una inclinación política, encubriendo bajo el lema del “progreso” la explotación de miles de trabajadores en el continente.
En 1871, Keith se compromete a financiar la fase final de la construcción de la línea de ferrocarril en Costa Rica, país donde residía, habiéndose casado incluso con la hija del presidente Castro Madriz.
A raíz de este acuerdo entre el gobierno costarricense y Keith, la United Fruit Company gozaba de amnistía fiscal, y todos los derechos y decisiones respecto al uso del ferrocarril eran gestionadas por la empresa, lo cual impulsó de manera significativa la producción y el transporte del banano, manteniendo sumisos a los gobiernos de turno a los caprichos de la multinacional. El escenario de explotación laboral se expandió hacía otros países del continente latinoamericano debido a la alta demanda del banano a nivel mundial, lo cual respondía a la fuerte campaña mediática creada por Edward Bernays. De la mano de Bernays, el banano se posiciona dentro del mercado global a través de sus creativas propagandas en medios visuales e impresos, pasando de ser una fruta exótica a ser una necesidad de consumo. Mientras los bolsillos de Keith, Preston y los gobernantes a cargo se agrandaban, la United Fruit Company se dedicó a deforestar territorio para plantaciones, a desplazar a campesinxs violentamente y a contrarrestar los intentos de organización de lxs trabajadorxs mediante amenazas y homicidios. Una conocida alusión a aquello la encontramos en la obra Cien años de Soledad, donde Gabo relata la masacre perpetuada en 1928 por las Fuerzas Armadas de Colombia, las cuales asesinaron a más de mil trabajadorxs bananerxs en Santa Marta bajo la tutela de la United Fruit Company.
En el Ecuador, la exportación de hidrocarburos, de camarón y de banano representan una fuente sustancial del PIB nacional. Sin embargo, la producción y exportación de banano, la cual comenzó hace aproximadamente 100 años en el país, refleja un síntoma cuasi enfermizo del sistema capitalista actual, y la soberbia de quienes lo impulsan. Durante años, miles de trabajadorxs del banano de las 16.234 hectáreas dedicadas para su producción en la costa ecuatoriana han tenido que subsistir en condiciones de explotación, manteniendo jornadas de trabajo de hasta 12 horas, exponiéndose sin ningún tipo de protección a las constantes lluvias de pesticidas cancerígenos durante su labor y ganando un salario que no logra cubrir la canasta básica de alimentos, ya que, es menor al salario básico fijado por el gobierno. Un tema verdaderamente preocupante es el estado de salud de lxs trabajadorxs, lxs cuales presentan síntomas patológicos como mareos, visión borrosa u otros, por estar expuestos y en contacto directo con el agrotóxico.
Empresas poderosas como la Exportadora Bananera Noboa, cuyo dueño, Álvaro Noboa, posee una vasta cantidad de haciendas bananeras, además de renumerar nefastamente a sus trabajadorxs, les niega a afiliarlxs al Seguro Social, haciéndose cómplice el gobierno ecuatoriano de dicho atropello a sus derechos.
En resistencia a la impunidad política y jurídica de las que gozan las compañías, lxs trabajadorxs decidieron resistir y organizar un sindicato. En el año 2013 se fundó en la ciudad de Quevedo la Asociación Sindical de Trabajadores Agrícolas, Bananeros y Campesinos (ASTAC), organización que agrupa a varios gremios de trabajadorxs bananerxs de las provincias de Los Ríos y Guayas para exigir sus derechos.
Un derecho fundamental por el que luchan los miembros del sindicato es por su legítimo derecho a organizarse. En 2016, ASTAC se presentó frente a las instituciones públicas para constituirse legalmente como sindicato; petición que les fue negada bajo el argumento de que al no tener unx solx empleadorx o “patronx”, la ley no es aplicable para la organización de un sindicato.
Pese a ello, ASTAC continúa organizándose tanto dentro como fuera del país, llegando a denunciar al Estado ecuatoriano frente a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), después de haber recibido una visita de la Relatora Especial de las Naciones Unidas (ONU), la cual dictaminó y reconoció el deterioro de la salud de los trabajadores, al igual que su precaria situación laboral.
Jorge Acosta, representante de ASTAC, ha realizado viajes a Europa, durante los cuales se ha reunido con otros sindicatos y ha expuesto frente a varios diputados la realidad a la que se enfrentan lxs trabajadorxs en las bananeras. En Alemania, por ejemplo, Acosta se pronunció frente a la multinacional alemana Lidl, empresa que, como en la época colonial, está dispuesta a determinar unilateralmente el precio del banano ecuatoriano. En todo caso, Acosta enfatiza las enfermedades y males que ha causado la aplicación de pesticida, hecho que es ignorado tanto por el Estado como por lxs empresarixs bananerxs.
A pesar de los obstáculos burocráticos y jurídicos a los que se enfrentan día a día lxs trabajadorxs bananerxs en el Ecuador, la organización de un sindicato que unifique su lucha se torna como proceso crucial para reclamar sus derechos con sus experiencias, sus necesidades y sobre todo sus exigencias.
Mientras para muchxs de arriba llueven esperanza y dinero, para otrxs, más al sur y abajo, llueven pesticidas e injusticia. Sin embargo, en el mismo lugar donde crece el banano ecuatoriano, en la misma tierra, también germina la esperanza de quienes continúan resistiendo.