Las criptomonedas y los movimientos sociales: crítica de las posiciones “libertarias”
La popularidad de las criptomonedas como activo de inversión crece al mismo ritmo que la polémica generada por la difusión de sus supuestas virtudes por parte de sus partidarios. Tan sólo es necesario recorrer las páginas de actualidad de los periódicos económicos de las últimas semanas, para ser consciente de que las criptomonedas están de moda, y de que hay ya muchos actores que pretenden presentarlas como el futuro sustituto del “dinero fiat” y el sepulturero del poder los Bancos Centrales.
Así, en una misma semana, el periódico Financial Times nos informa de que el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, ha aceptado el Bitcoin como forma de pago legal en el país “para mejorar la inclusión financiera y acelerar la entrada de divisa extranjera”. También de que “China ha advertido a los bancos de que no ofrezcan servicios de Bitcoin a los ciudadanos. India estudia criminalizar la tenencia, el “trading” y la minería de criptomonedas. Turquía anunció en abril que las prohibiría como forma de pago”.
Para el Financial Times “la correlación entre la criptofobia y el liderazgo autoritario es notoria. La mayoría de las democracias adopta una estrategia de espera (…) La tolerancia es una buena prueba de fuego sobre el liberalismo de una nación”. Pero esa tolerancia implica pretensiones regulatorias: el diario económico Expansión nos explica que la Comisión Nacional del Mercado de Valores -CNMV-, el regulador bursátil español, acaba de aprobar una normativa que impone obligaciones de información y publicidad para las campañas de difusión de la inversión en criptoactivos, sometiendo a dicha norma, no sólo a los proveedores de monedas virtuales sino también a “cualquier persona física o jurídica que, a iniciativa propia o a través de terceros, realice una actividad publicitaria sobre criptoactivos, como un influencer”.
El mundo alternativo, libertario, no se libra de esta moda. El reciente libro “Acción directa económica. Volumen 1”, escrito por un autor desconocido con el pseudónimo de Albert Mason, y editado en Barcelona por Descontrol, hace una abierta apología de las tesis que defienden que la única forma de hacer avanzar los procesos autogestionarios en nuestro contexto es incentivar la “especulación” mediante la “insumisión fiscal total y un sano absentismo funcionarial -dependiendo de la actividad- complementados con técnicas de insolvencia programada”. Asimismo, sobre la base de un análisis absolutamente “libertario” y anarcocapitalista del dinero y sus funciones en el capitalismo, anima a los activistas a especular en los mercados de criptoactivos.
Los numerosos errores de análisis de este libro, fundamentalmente derivados de la perspectiva “libertaria” que está en el origen de la mayoría de sus aportaciones, e, incluso, la existencia de algún acierto reseñable en sus páginas, darían para un estudio más detallado. Basta aquí con indicar que no hace más que seguir la estela de toda una corriente del movimiento libertario y alternativo internacional que, tras renunciar a los fundamentos del pensamiento socialista, intenta repensar la economía desde un sustrato ideológico profundamente neoliberal. Lo que implica, por supuesto, la apología inmoderada de los “mercados” frente a lo “público” -identificado con lo estatal- y la pretensión de que los medios activistas pueden realizar un uso virtuoso de los criptoactivos, como “moneda libre del Estado”, en base a una interesada confusión entre los conceptos de “moneda social” y de “moneda digital”.
Sin embargo, lo cierto es que la autogestión obrera no puede confundirse con la autogestión de la miseria ni con el anarcocapitalismo de las criptodivisas. Una cosa es que los productores y productoras tengan el control de lo que producen, de para qué, para quién y cómo producen; y otra es convencer a las entidades sociales de que inviertan en los “tokens” creados por todo tipo de personajes más o menos turbios con los que se pretende especular en mercados desregulados, en los que nadie se hace responsable de la hipotética pérdida de las inversiones.
Recordemos que en toda burbuja hay quienes ganan -pocos- y quienes pierden -muchos-; y la información privilegiada juega un rol central en el cómo ver con el lado de esta alternativa en el que uno puede acabar ubicado. Cuando se nos dice que especular es "cool", "libertario" y que "si ellos lo hacen, ¿por qué nosotros no?", deberíamos preguntarnos a quien quieren desplumar, porque es muy posible que sea a los trabajadores que han estado entregando sus energías para crear el valor que el proceso especulativo dejará en otras manos.
Porque, al final, hay que volver a los fundamentos del pensamiento socialista, desde Marx a Bakunin: sólo el trabajo humano crea valor, y cuando alguien consigue hacer dinero, sólo con dinero -sin aplicar trabajo en el proceso- es porque se está apropiando del valor creado por otros y otras, es decir, de la plusvalía. Especular no es autogestión. La autogestión es algo bastante más serio. Debemos tener cuidado con el "anarquismo ultraliberal y radicalmente posmoderno".
La comprensión “anarcocapitalista” del dinero, compartida por estos “libertarios ultraliberales” está basada en una mistificación profunda del proceso de creación del valor y de la economía monetaria. Afirma que el dinero es el elemento fundamental que define el capitalismo, tal y como indican los economistas monetaristas de la “escuela austriaca” que impulsaron el neoliberalismo. Por tanto, el problema del dinero es el problema central de capitalismo y la solución efectiva es conseguir “liberar” el dinero de la influencia de los Bancos Centrales y ponerlo en manos de la gente; es decir, a efectos prácticos, de un mercado especulativo desregulado.