Hablemos de los cuerpos que no importan
Nos encontramos en los días previos al Paro Internacional de Mujeres del 8M. Alrededor de la organización de este evento se han desatado una serie de debates dentro de los grupos feministas, debates que nos hacen volver a los primeros momentos de separación dentro del movimiento, cuando el sujeto del feminismo era la mujer blanca, heterosexual, de clase media; excluyendo a todas aquellas que no encajaban dentro de este molde: las lesbianas, las no blancas, las pobres, aquellas cuya voz era ignorada, aquellas que se quedaban cuidando los hijos de las patronas blancas, mientras éstas se reunían a hablar de feminismo e igualdad.
Es increíble que a pesar de que hayan pasado tantos años, en la actualidad se sigan dando discusiones alrededor del sujeto del feminismo, que esta vez se han enfocado en las mujeres trans y en las putas. Las putas, llamemos así a aquellas mujeres que libremente y de manera autónoma deciden ejercer trabajo sexual como medio de subsistencia dentro del sistema capitalista, donde todos de una u otra manera vendemos nuestra fuerza de trabajo (nos vendemos) para poder sobrevivir. En una especie de cacería de brujas dentro del movimiento feminista, se han desatado en redes sociales una serie de comentarios transfóbicos y moralistas, donde ni trans, ni putas encajan dentro de este feminismo.
Como muestra basta un botón: el 2 de febrero fue hallado en Quito el cuerpo sin vida de una mujer de 30 años de edad en un hostal del barrio La Mariscal. Ella fue estrangulada con un pantalón. Nadie supo su nombre, a nadie le importó, nadie hizo marchas exigiendo justicia, a nadie le indignó, no hubo hashtag alguno. En los medios de comunicación un par de líneas narraron lo sucedido, mientras en redes sociales las reacciones a esta noticia en su mayoría se movían entre “me encanta” y “me divierte”, además de comentarios acerca de la moralidad de la víctima, muchos afirmando que “se lo merecía”.
Una vez más nos encontramos frente a la doble moral y la hipocresía de lxs quiteñxs, lxs mismxs que salieron a las calles en la multitudinaria marcha que se realizó por la violación de Martha y el femicidio de Diana, que esta vez guardaron silencio, porque esta vida al parecer no era tan importante, porque a las mujeres nos siguen valorando por lo que decidimos hacer con nuestros genitales, porque quienes salimos del molde de la decencia, valemos menos, la mujer sigue siendo enjuiciada por su libertad sexual, es por eso que para la sociedad quiteña, moralista e hipócrita, las putas no valen nada.
Dicen que nos quieren vivas, pero solo si somos decentes, amas de casa, buenas madres y esposas abnegadas, pero si no lo somos ya no nos quieren tan vivas, ya les cambia el discurso, ya les gana el prejuicio, ya no encajamos en el molde de “buena mujer”, ya merecemos ser violentadas, agredidas, violadas y asesinadas, como lo que ocurrió con esta mujer trabajadora sexual cuyo femicidio a nadie importó.
Algo similar ocurre con los cuerpos de las trans ya que también existe un orden sexual dominante que excluye a quienes no cumplen con la norma cisgénero heterosexual, al respecto Butler señala: “Esta matriz excluyente mediante la cual se forman los sujetos requiere pues la producción simultánea de una esfera de seres abyectos, de aquellos que no son “sujetos”, pero que forman el exterior constitutivo del campo de los sujetos” (Butler 2002, 19).
Es así que los discursos hegemónicos acerca de la corporalidad dividen a las personas en cuerpos presentables dentro de la sociedad y en cuerpos discriminados por no encajar en el binarismo hombre/ mujer. También esto se puede evidenciar en un sector del feminismo, el cual basado en la biología decide quienes pueden y quienes no ser parte del movimiento, agrediendo no solo a las trans, sino también a las transactivistas cisgénero que no apoyamos esta postura, nos violentan y luego nos llaman misóginas. Así, las mujeres trans y las putas se han convertido en lo abyecto de este feminismo transfóbico y moralista, que a partir de nuestros genitales nos categoriza y si somos asignadas mujeres también nos dice qué debemos hacer con nuestra vagina.
Lo cierto es que nos siguen acosando, abusando, violentando y matando a diario, el patriarcado es un sistema que asesina todo lo relacionado con la feminidad, entre nuestras muertas también están un sinnúmero de trans, de putas y de putas trans, cuyos cuerpos no importan. Es por esto que la solución no está en seguir debatiendo sobre el sujeto del feminismo y perder el tiempo en discusiones que solo generan división, debemos unirnos todas, todos y todes (los hombres cisgénero también) en la lucha contra la violencia de género, por la deconstrucción de la masculinidad hegemónica y por la construcción de relaciones sanas, donde no exista ni posesión ni jerarquía, es necesario unir fuerzas, porque dividides, como estamos, no lograremos cambiar absolutamente nada.