Marx y los feminismos
Existe un insistente discurso liderado por el feminismo liberal mainstream que plantea una separación inconciliable entre el feminismo y el marxismo, haciendo hincapié en las experiencias organizativas socialistas en las que sí, claramente el género y la “cuestión femenina” han sido relegadas a un segundo plano. Sin embargo, una gran vertiente del feminismo se enuncia poderosamente desde el marxismo, con una perspectiva crítica y hace una relectura del mismo. El feminismo marxista logra escribir los versos omitidos por Marx y completar los análisis que a este efectivamente le quedaron cortos.
Uno de los principales aportes que hace el feminismo marxista a la teoría, es la reconstrucción histórica de la acumulación primitiva: la caza de brujas fue - en las primeras etapas de la consolidación del capitalismo - el momento clave de la devaluación del trabajo femenino y con este, la potencia acumulativa del capital. Marx, respondiendo a las lógicas binarias de la modernidad, opuso jerárquicamente al capital y la naturaleza, y así como entendía al trabajo de cuidado como una “vocación femenina natural”, creía que el trabajo industrial era la expresión máxima del desarrollo, y que este contenía las posibilidades de mantener el progreso de la historia. No notó, en su miopía moderna, que el producto más preciado para el capitalismo: el obrero, lo producíamos las mujeres y que la vida, también la reproducíamos nosotras, bajo la figura del trabajo no asalariado, y aún menos, reconocido.
El materialismo dialéctico, desarrollado como método de análisis histórico por Marx y Engels, se ha convertido en una herramienta importante para el desarrollo de los feminismos. Es precisamente mediante este método, que hemos logrado desnaturalizar los roles de género, demostrando que las jerarquías sexuales, lejos de ser un producto natural de las relaciones humanas, son una de las construcciones históricas y estructurales más importantes para el desarrollo del capitalismo, en cuanto permitió la magnitud abrumadora de la acumulación originaria. Teóricas e historiadoras feministas como Mariarosa Dalla Costa, Silvia Federicci y otras, han señalado que fue mediante la explotación y apropiación del trabajo de las mujeres, que se consolidó el capitalismo. Como señala Federico Engels, la primera división de clase se encuentra en la familia, entre el hombre y la mujer, a manera de división sexual del trabajo.
Marx relata las atrocidades del trabajo de fábrica y minería de carbón, y el efecto en la vida y los cuerpos de las mujeres, desde una moral burguesa, eso si “encontramos varios comentarios moralistas que vienen a decir que el trabajo en la fábrica degrada el «carácter moral» de las mujeres al favorecer un comportamiento «promiscuo», además de hacerles descuidar sus obligaciones maternales” (Federici 2018, 51). También reconoce que la incorporación de mujeres y niñes al trabajo asalariado, podría constituir una relación superior entre los sexos. Sin embargo, en la lógica bajo la que se incluyó a las mujeres al trabajo fabril, fue el de una explotación mayor: menor salario y más horas de trabajo, además bajo una idea de sumisión natural de las mujeres frente a la figura masculina del patrón.
Pero Marx omitió en su análisis de trabajo asalariado a las mujeres que habían accedido desde hace tiempo al trabajo en cuidado doméstico, también bajo relaciones de explotación y en muchos casos ahondada frente a los vínculos afectivos que se iban desarrollando en el trabajo de casa. Las mujeres de clases populares han trabajado en la esfera pública desde antes de la revolución industrial; cosa que para las mujeres de otras clases más acomodadas, no ha sido igual, manteniéndolas a ellas sí, reducidas a un espacio privado doméstico. (Queda tema interesante para otra oportunidad, en el cual podemos llegar desde Foucault (1976)), que describe como los dispositivos de control se ensayaron primero en los sujetos subyugados de las clases altas, como sus mujeres y sus niñes.
Marx hizo varios apuntes con respecto al carácter “promiscuo” de la vida de fábrica, en el que las mujeres tenían una mayor vulnerabilidad a la violación, sin comprender, sin embargo, el carácter patriarcal del comportamiento de los obreros, y sin entender la función disciplinadora y el ejercicio de poder que las violaciones sistemáticas tienen. Desde su visión prístina hacia el obrero blanco revolucionario, Marx se cegó a los vicios del patriarcado que estos ejecutaban. Es evidente ahora, desde el feminismo marxista, que el trabajo de las mujeres consistió también en mantener sano, comido y limpio al obrero, con sus hijes criades y habiendo tenido sexo, listo para ir a la fábrica a trabajar hasta el agotamiento y dolor extremos.
Otra superación a la moral burguesa que también sostuvo Marx, es que “niega la condición de trabajadora de la prostituta y se la relega a ejemplo de la degradación de las mujeres” (Federici 2018, 57). En las lógicas del capital, todes vendemos nuestro cuerpo a manera de fuerza de trabajo. Este gravísimo y doloroso error del marxismo les cuesta la vida a trabajadorxs sexuales alrededor del globo, cuando no les invitamos a las luchas anticapitalistas, cuando no se les reconocen derechos laborales y derechos humanos elementales.
El feminismo marxista parte de un ejercicio militante que entiende perfectamente el carácter sistémico entrelazado del patriarcado, el capitalismo y el colonialismo como una gran maquinaria de sometimiento a los cuerpos y a la naturaleza. Reconocemos que la primera lucha que damos es en nuestras casas, contra el poder del padre y el esposo, en nuestras organizaciones, contra el macho alfa, contra el Estado burgués y contra la iglesia asesina. Sabemos que la lucha de clase no puede disociarse del género, la raza, la preferencia sexual, la edad y la especie. Entendemos que bajo el capitalismo, nunca encontraremos las herramientas necesarias para nuestra emancipación.
Bibliografía:
Engels, Federico. 1884. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Hottingen-Zürich.
Federici, Silvia. 2010. Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. Madrid: Traficantes de Sueños
Federici, Silvia. 2018. El patriarcado del salario. Criticas feministas al marxismo. Madrid: Traficantes de Sueños.