"Mira como nos ponemos": del punitivismo liberal al feminismo popular
Les hablo con el corazón en la boca, con el pecho dolido, con las tetas ultrajadas, con las piernas arañadas, con la dignidad en el piso, con el calzón rasgado, rota.
La frase que eligieron las compañeras actrices argentinas es brillante: “Mirá cómo nos ponemos”…. Inevitablemente nos transporta a ese momento en que algún hombre nos ha revelado su erección rebosante. Yo no voy a caer en el puritanismo que niega las ocasiones en que esa erección es celebrada y bienvenida. Pero jamás voy a negar el asco que se siente en el cuerpo, el terror de una erección impuesta, auto-referenciada, narcisista, ególatra y misógina.
Una de las críticas más sonadas entre la población servil al patriarcado, viene de la atemporalidad de varias denuncias de acoso y violación. Con respecto a este punto, seré breve: decidimos denunciar años después porque ahora estamos juntas, porque ahora el paradigma es otro, porque des-normalizamos las violencias, porque nos de-construimos, porque ahora tenemos un nombre para nuestra rabia, porque ahora tenemos varios y diversos feminismos que nos sostienen: “Y ahora que estamos juntas, y ahora que si nos ven, el patriarcado se va a caer, se va a caer”.
En los puntos en los que sí quiero ahondar son en dos posiciones que desde el movimiento feminista se han popularizado. El primero, es el separatismo radical y el otro es el punitivismo. Para mí, ambos tienden a jugar muy cerca de los límites del Estado, que como dijo en estos días Rita Segato, “siempre nos termina traicionando” (2018). Con respecto al separatismo radical, he señalado en repetidas ocasiones, mis reparos frente al esencialismo binarista en el que se basa, que en mi opinión genera una suerte de reificación a la norma, que tiende a limitarse a las cuotas del derecho liberal y que nos divide, cuando somos indivisibles. En todo caso, creo que las discusiones que planteo desde el feminismo marxista, desde el que me enuncio, tiene un tinte más político-ideológico y, por lo tanto, son más digeribles.
Con respecto al punitivismo, creo que apela más a las vísceras, a la panza, sí, pero también al nudo en la garganta, al corazón roto. Cuando tenía 16 años, un hombre me impuso su erección y trató de violarme. No me creyeron, siempre fui la “puta loca”. Dolió entonces y duele ahora. Y sí, me hubiera gustado verlo arder, es verdad. Pero ahora que han pasado varios años, lo que más me duele, es no saber si alguien le hizo saber que fue violencia patriarcal, que lo que hizo fue ejercer la fuerza y el privilegio. Pero lo que más me duele es no saber si a alguna otra hermana-compañera, ese sano hijo del patriarcado, también le impuso su erección narcisa y misógina.
Lo que pasa con la violación, es que no es un acto o un ejercicio meramente sexual. Es un ejercicio violento de poder. En la primera domesticación documentada hacia las mujeres, en los siglos de cacería de brujas, durante las dictaduras militares y fascistas, en nuestras casas, colectivos, organizaciones, lugares de estudio y trabajo; a las mujeres nos han violado sistemáticamente. Creo que ahora podemos estar viviendo un recrudecimiento de las violencias patriarcales, pero que responde a un cambio de paradigma político que todos los feminismos han ido construyendo en estas últimas décadas. El fenómeno político de las violaciones sistemáticas no es nuevo, lo que sí es nuevo, y tiene una potencialidad importantísima, es la decisión colectiva de denunciarlas.
“No volverán a gozar de nuestro silencio”
Sin embargo, creo que puede perder la relevancia que necesita en el momento en que se concentra en el castigo, en la acción punitiva del delito. Y es limitante precisamente porque se enmarca en los términos de una institución patriarcal que una y otra vez nos da la espalda, que es incapaz de ejercer verdadera justicia, que es la justicia social, esos mismos términos que la semana pasada promulgaron la inocencia de los femicidas de Lucía Pérez. Esa justicia que encarcela a machos pegadores (si es que los encierra) y suelta machos femicidas.
Creo que tenemos dos retos: El primero es aprovechar el privilegio mediático de las compañeras actrices argentinas y resonar, resonar como nunca. Y el segundo reto de superar el punitivismo, es retejer una sociedad que no busque cambiar de manos el poder, sino socializar el poder. “Que las mujeres del futuro no sean cómo los hombres que estamos dejando atrás” (Segato 2018). Yo sí quiero que todo arda, que le prendamos fuego al capitalismo patriarcal colonial y especista. Pero no quiero que en ese fuego se consuman las fuerzas y la rabia que nos permitirán construir un mundo donde quepan todos los mundos, donde todos los cuerpos importen, donde quepamos el multiverso que somos.
“El feminismo no puede ser fascista, no puede construirse como una política del enemigo, sino caemos en los mismo… Nuestra política, nuestra construcción de una política femenina no puede ser una política del enemigo, sino, inevitablemente nos construiremos como una forma de” (Segato 2018).
Me despido dolida y en contradicción. Pero con la convicción intacta de que el feminismo radical popular marxista y antiespecista, es la revolución en sí misma, y que en éste se contiene la posibilidad de un mundo mejor.
Bibliografía:
Entrevista a Rita Segato, en La inmensa Minoría, programa en Radio con Vos. Entrevistaron Reynaldo Sietecase y Mariana Carabajal. Diciembre, 2018. Buenos Aires, Argentina.
Federici, Silvia. Calibán y la Bruja, 2010.