Mujeres que sostienen la vida de otras mujeres
A Martha, Carla, Margarita, Carmita, Cindy, Fernanda, Karen, Andrea, Sofía, Melany, Cristina, Salma, Estefy y María José.
Hace exactamente un año atravesaba por una etapa que me provocó una aguda tristeza. Cuando te rompen dolorosamente el corazón y estás a miles de kilómetros lejos de casa, de tu familia y amigxs, intentando llevar delante un nuevo proyecto de vida; las posibilidades de salir victoriosa de una gran batalla como esta, parecen desvanecerse. Sin embargo, aunque no vencí fácilmente aquella contienda, el camino se hizo más llevadero gracias a las valiosas mujeres que me han acompañado a lo largo de la vida. Mujeres, que a pesar de la distancia, no me dejaron caer, me cuidaron y me impulsaron de nuevo.
Cuando pasó el tiempo, y comencé a meditar sobre esa fase que parecía insuperable, ahondé más allá de ese episodio. Empecé a destejer, en retrospectiva, los hilos que conformaban los momentos claves de mi pasado y presente. Luego, me pensé en colectiva, y también reflexioné sobre las situaciones cruciales de aquellas mujeres que me han ayudado a superar mis propias cruzadas. Llegué a una conclusión vital: al lado de cada una de estas mujeres siempre han estado otras tantas, que reivindican el amor entre ellas, el acompañamiento feminista y la sororidad. Muchas de esas mujeres no se definen como feministas. Pero la fuerza y valor que transmiten es un acto de por sí transformador. Logran, entre todas, profundizar el amor propio que nos permite resistir, transmutar y continuar.
Hablo de mi mamá, y las mujeres madres que me rodean. Muchas han afrontado a lo largo de su vida trabajos con y sin remuneración, desempeñados de forma precaria e invisible. Con todo esto en contra, sin el apoyo de sus parejas, en medio de la complejidad de los valores con los que fueron criadas, y sin ninguna otra fuerza que la emanada por ellas mismas, han avanzado derribando, en las generaciones de sus hijas, los privilegios a los que ellas se opusieron: como el vivir una infancia y adolescencia, sin pensar en otra cosa que jugar y estudiar, antes que en la obligación de trabajar. Son mujeres que han facilitado a mi generación los derechos que a ellas se les fueron negados: el derecho a la autodeterminación y a tener una voz. Hoy, gracias a esa voz, podemos continuar en pie de guerra, enarbolando nuestras consignas a favor las conquistas que nos faltan por alcanzar.
Hablo de las mujeres que han acompañado y apoyado a otras a romper los vínculos violentos y machistas que las han cercado. Son las amigas, las hijas, hermanas y compañeras que nos ayudan a entender que “el camino hacia el amor no es un camino de sufrimiento, y que si nos duele el corazón, lo que sentimos se llama apego”. Por eso, estarán para ayudarnos a deconstruir las relaciones sostenidas en un romanticismo vacío que esconde sentimientos de posesión y territorialidad. Estarán además, para escuchar y ayudarnos a colocar los pies sobre la tierra y para demostrarnos que no podemos seguir soportando la tolerancia social y estatal frente a la violencia patriarcal que nos consume. Estarán para cuidar y aliviar las cicatrices de las heridas físicas y emocionales provocadas por quienes consideran que nuestros cuerpos, vidas y deseos les pertenecen y son descartables. Luego, estarán para exigir junto con nosotras, reparación integral. Son las mujeres que en comunidad y organización, estarán para revelarse contra el miedo y construir nuevas alternativas de vida y justicia.
Hablo de las mujeres que no juzgan las decisiones libres y autónomas que toman las demás sobre sus cuerpos. Las respetan, valoran y tratan de comprenderlas, aunque estas a veces parezcan indescifrables. Son las mujeres que entienden y celebran la pluralidad de las formas de ser y habitar en el mundo de otras mujeres. Y en medio de esa diversidad, tienden puentes y derriban muros. Son las mujeres que aplauden y congratulan las múltiples trayectorias y trincheras que han embanderado las demás en nombre de su propia felicidad. Son las mujeres que, cuando acumulan en torno a su compañera, injustas derrotas, colaboran para buscar nuevas claridades en su horizonte. Porque lo personal, y lo que le pasa a la de al lado, también es político.
A estas mujeres: a las madres que se propusieron el objetivo de entregarnos, a cambio de su salud física y mental, la oportunidad de formarnos y de tener más libertad que ellas; a las hermanas y amigas, cómplices de los grandes pasos que damos para dejar de lado a los “Trujillitos” que nos han impuesto su dictadura, impidiéndonos volar como las mariposas que somos; a las amigas que conocimos de niñas y que hoy cuidan de nuestrxs hijxs; a las mujeres que abrazan la diversidad que representamos; a las hermanas de estas y todas las luchas por un mundo más digno para todas: gracias por sostener mi vida, y la vida de las mujeres que ustedes rodean. Estos lazos que nos llenan de orgullo y nos hacen hoy, tan felices, también nos dejan en deuda. Es necesario luchar para propagarlos por todos los rincones. Por eso nos mantendremos en huelga el 8M. Porque queremos que el cuidado y sostén que nos damos para resguardarnos a nosotras y a nuestros como bienes comunes, sean los protagonistas de todas las relaciones sociales.