“Seguimos marginadas, empobrecidas y asesinadas, porque ni siquiera es que nos morimos, nos asesinan”
El pasado 3 de septiembre, Jessica Martínez fue asesinada en la ciudad de Ambato. Jessica era una mujer trans, negra, trabajadora sexual, militante y lideresa comunitaria de la Asociación Nueva Esperanza. El asesinato de Jessica se da en un contexto de persecución y extorsión por parte del crimen organizado a mujeres trabajadoras sexuales trans, la inacción del Estado y la indiferencia de las élites LGBTIQ+ del país.
Conversamos con Odalys Cayambe, de la Red Comunitaria de Casas de Acogida Transitoria Trans, quien profundiza acerca de la situación de las mujeres trabajadoras trans, frente al creciente control territorial por parte del crimen organizado. Odalys denuncia cómo la violencia estructural se inscribe sobre sus cuerpos y vidas.
DA: ¿Cuál es la situación que tienen ahora con el crimen organizado, las vacunas, las amenazas y la persecución?
OC: Estamos arriando con esta situación desde el año 2020. El tema de extorsión, el cobro de dinero semanal, comenzó en Guayaquil primero. Comenzaron con las compas migrantes, ellas fueron las primeras en ser extorsionadas, en ser golpeadas, muchas de ellas tuvieron que salir fuera del país. Desde ahí ha ido creciendo en todas las plazas de trabajo sexual en Ecuador. Vino desde Guayaquil, después continuó en Quito, que es un secreto a voces, pero nadie dice nada. Acá en Guayaquil se decidió no hacer ningún pago, desde el liderazgo de la compañera Samanta, pero ella fue víctima de dos atentados, el segundo la llevó a una operación, entonces decidió no seguir con el tema y retirarse. No hubo ni el eco ni la ayuda que se buscaba desde la justicia.
De ahí vino Ambato. Primero con el tema de consumo, querían que las chicas expendieran cosas. Después vino la extorsión. Querían que las chicas paguen. Empezamos a trabajar en una campaña, desde hace unos 5 meses atrás, donde visibilizábamos el hecho de que el trabajo sexual es trabajo, que se den cuenta que necesitamos ayuda, que veníamos siendo víctimas de amenazas. Hicimos parodias, un sinnúmero de llamados de atención a la situación. Desde acá de Guayaquil intenté poner una denuncia para una orden de auxilio, con un video que el fiscal no quiso ni ver, el tema de Jessica fue lo mismo.
Venimos siendo seguidas hace dos años. A Jessica venían hace 7 meses llamándola desde la cárcel, diciendo que la iban a matar, la sacaron del parque, ha tenido seguimiento, ha tenido acoso. Ella lo denunció, pero nadie le paró bola. Lo que le tocó a ella es seguir saliendo a la calle, aun sabiendo que la iban a matar, porque ¿quién nos da de comer, quién nos paga el arriendo? El activismo no da de comer, lo hacemos por convicción y por amor a lo que hacemos y a quienes somos. Ahora estamos trabajando por la visibilidad de la realidad de nuestra situación: el trabajo sexual, la mujer que vive en la calle, las que viven violentadas, en estados graves.
DA: Nos decías que el Estado, la fiscalía, la Defensoría del Pueblo tampoco responden. ¿Cuál ha sido el trato que les han dado?
OC: Yo me he caracterizado por ser muy frontal y hablar muy crudamente: el Estado es una mierda completa. Nosotras como mujeres trans somos completamente vulneradas a la hora de solicitar asistencia judicial. Yo vengo haciendo acompañamiento a muchas compañeras que tengo que decirles: ñaña cojea, yo te voy agarrando así, para que por lo menos nos escuchen. Porque si vamos bien paradas a decirles -Me están matando-; ellos se te cagan de la risa y dicen -Bueno, cuando te maten, regresas-. Es lo que ha pasado. A nadie le interesa.
Han pasado 25 años desde la despenalización, y seguimos siendo torturadas, sacrificadas y minimizadas por un sistema que lo único que hace es presentar el amarillismo de las mujeres trans. Hoy es Jessica, y porque es conocida, y porque esto está pasando a todo nivel social -el hecho de que maten a ciudadanos por cuotas y vacunas-, pero de ahí si fuese una whatever de la esquina, una trans más de acá, de la marginalidad, ni bola darían. Porque no es ella la única que muere, son muchas mujeres trans en un sinnúmero de circunstancias, pero no son evidenciadas. No hay registros, no le da la gana al Estado, ni a la sociedad. Por eso nosotras vivimos como vivimos, y morimos como perros sin identidades. Nos matan, no nos respetan nuestra identidad y vivimos opresión.
FK: ¿Cómo han enfrentado esta situación de las vacunas, del crimen organizado?
OC: Enfrentándolo con el cuerpo, de frente y desde la integridad que hemos tenido por años. Nosotras vivimos en los suburbios, no podría decirte que somos una población que vive en la pobreza, porque sería mentirte. Nosotras vivimos de la marginalidad, hacia abajo, con oportunidad cero, como ciudadanas de quinto nivel. Al ser ciudadanas de quinto nivel, no ha habido ninguna oportunidad ni una voz de eco a la realidad de nosotras. Cuando hablamos como trabajadoras sexuales, todo se va a la mierda, y más aún cuando somos trans.
El servicio judicial acá en Ecuador no hace nada, nos discrimina, nos violenta, nos humilla, nos trata mal a la hora de que una pide por los derechos. Como red tenemos toda una investigación, que lo único que tenía que hacer la fiscalía era decir: voy a ir a tal cuadra a sacar a estas personas que están extorsionando. Pero lo que nos supieron decir es que no, que necesitan más pruebas. Al Estado no le importó, no nos toman en serio, apenas nos ven, se burlan. Ellos creen que cuando denunciamos que nos violan, dicen que nos encanta, cuando les decimos nos están matando, nos están robando, nos están acosando, es porque una lo está buscando.
DA: Con respecto a las organizaciones populares y sociales ¿se han solidarizado de una forma real, más allá del amarillismo que estas denunciando?
OC: Siempre ha sido lo mismo. Solamente hay flyers, hay mensajes de solidaridad. Veo muchísimos flyers desde algunos feminismos "que te acompaño, que te abrazo, tu eres mi amiga, yo te creo". En otros momentos porque tenemos un pene no somos mujeres, no nos reconocen, o solamente nos utiliza cuando quieren o necesitan una representación trans para poder manejar recursos. Igual ha pasado durante 25 años con la cúpula del monopolio lgbti, solo nos utilizan para el amarillismo y para vivir del recurso. Esto es un romanticismo por tres o cuatro días, pero de ahí nada. Estamos hablando de cientos de organizaciones a nivel nacional que son indiferentes.
FK: Cuéntanos un poco acerca de la Casa de Acogida Transitoria Trans, sus motivaciones, el trabajo que realizan.
OC: Se hizo basada en la necesidad de reinserción después de estar en el sistema carcelario. Éramos 7 mujeres trans, ahora 6 porque se nos fue la negra. Todas nosotras, como niñas, adolescentes y mujeres trans, vivimos una serie de violencias practicadas desde el Estado: todas nosotras sabemos lo que es vivir en la calle, lo que es pasar hambre, lo que es ser violentada, lo que es vivir en el trabajo sexual por no tener oportunidades, lo que es vivir en el sistema siendo carne de presidio, lo que es vivir en un sistema sin tener un plato de comida, no tener techo, no tener nadie que te brinde un poco de cariño y amor.
Nos inspiramos dentro de la cárcel, desde ahí empezamos a enrumbar este proyecto. Estamos cansadas, re cansadas de la situación que vivimos, desde la casa se ha venido trabajando desde las necesidades de las personas que viven con hambre, en la calle. Tenemos un comedor comunitario, hacemos educación digital para que mujeres reconozcan mucho más allá de un Whatsapp, con talleres para que se puedan enrumbar en temas laborales, en temas de participación ciudadana, para que las compañeras le pierdan el miedo a la sociedad, que es tan dura en el día a día con nosotras.
Desde este espacio se ha construido la confianza de muchas mujeres trans, que creían que lo único que existía para nosotras era un centro carcelario, y la única oportunidad son la noche y la calle. Imagínate ir a la cárcel, perder lo poco que tenías, no tener familia, comenzar desde cero. ¿Qué es lo que tienes que hacer para volver a tener más que sea una cama? Inclusive hay situaciones en las que nos toca hasta delinquir. Nos toca vivir en un sistema violento, que nos conlleva a ser más violentas. Así hemos vivido, por no tener una oportunidad, un descanso. La Casa de Acogida Transitoria Trans les da eso.
Con Jessica trabajamos desde la convicción y esperanza de que algún día el Estado se dé cuenta de que este lugar es muy importante y que lo que buscamos es poder seguir trabajando y visibilizando la situación. Estamos cansadas que desde sus escritorios, desde el monopolio lgbti y desde los políticos se roben nuestros proyectos, se roben los trabajos, visibilicen solo lo que quieren. Mientras nosotras, las cojudas, seguimos marginadas, empobrecidas, envejecidas y asesinadas, porque ni siquiera es que nos morimos, nos asesinan.
DA: ¿Quién era Jessica Martínez?
OC: Jessica era un lideresa comunitaria que trabajó desde hace muchísimos años en la asistencia comunitaria a mujeres trans. Yo la conocía desde hace 18 años, desde el inicio. Venimos trabajando desde la calle, desde la niñez y adolescencia. Jessica era una mujer trans, que desde el ímpetu y la fuerza de ver cambios, luchó hasta el último momento por lo que ella creía, pensaba y sabía.