Alternativas frente a la crisis democrática en América Latina (Parte III)
La guerra híbrida y los medios de comunicación
En la actualidad, existe un tipo de guerra híbrida en América Latina. La guerra híbrida, la guerra irregular, la guerra de cuarta generación, entre otras denominaciones, tiene su origen en la proyección de poder de los Estados Unidos, que termina desestabilizando las sociedades de sus periferias. Esta proyección de poder implica un conjunto de acciones que responden a los intereses de la superpotencia, aplicando métodos de movilización social y de inestabilidad política, pero necesariamente también cuenta con socios aliados y protagonistas locales. Los acontecimientos que se dieron en Brasil durante la segunda ronda de 2014, así como también otros países latinoamericanos, presuponen esta guerra híbrida.
La guerra híbrida en su operación más reciente - comenzando especialmente con la administración del gobierno de Trump - tiene como objetivo activar los corazones y las mentes a través de los medios de comunicación y las redes sociales respecto a presuntos casos de corrupción actuales. En el Proyecto Puentes, por ejemplo, la guerra híbrida puso a Lava Jato en metástasis, centrándose en el contrato de las empresas brasileñas en varios países de América.
En este proceso, el papel de los grandes consorcios de comunicación privados termina por ser celebre, contando con la influencia de las redes sociales, de los grandes influencers digitales y también de los círculos de extrema derecha que corren paralelos a los grandes grupos mediáticos. Habría sido imposible, por ejemplo, que grupos como Movimento Brasil Livre, Vem pra Rua y otros movimientos de la nueva derecha a favor del juicio político ganaran relevancia sin la proyección de los grupos mediáticos y sin la falta de un necesario ejercicio periodístico.
Un ejemplo de ello fue la difusión de una conversación telefónica entre la ex presidenta Dilma y el ex presidente Lula. Si no hubiese sido por la difusión de la misma - con el tipo de cobertura sensacionalista que se implementó, sin mencionar que fue un crimen en sí mismo - el golpe no habría tenido ningún efecto. Lava Jato fue alimentando progresivamente las redacciones de los telediarios y, concretamente, de la Red Globo, con polémicas filtraciones.
Es necesario un ejercicio periodístico, la búsqueda de lo contradictorio y la precisión en lo que se difunde. La propaganda y el panfleto -sin importar el soporte o el lenguaje- terminan siendo de gran relevancia, pero sólo el periodismo y el espacio público de los medios de comunicación de abajo hacia arriba garantizan la democracia básica y el protagonismo de las mayorías.
En otras palabras: sin democracia en la comunicación no hay democracia en absoluto. Incluso en un período de guerra cibernética, en el que las redes pasaron a tener una gran influencia, estas también reflejan lo que circula en los principales medios de comunicación. En otras palabras: resulta imposible hacer política sin el aparato mediático, e igualmente imposible tener democracia sin la democratización de la comunicación.
Movilizaciones populares
Cuando se observan movilizaciones populares de la intensidad de Haití, en donde el conflicto civil continúa en contra de un gobierno a favoritista del FMI -por cierto, el mayor múmero de muertes en el segundo semestre de 2019 se encuentra en Haití, entre todos los países que están en rebelión popular en América Latina y el Caribe-. luego en Ecuador; poco después, en Chile; en el intervalo, en Bolivia; y más recientemente, la huelga general en Colombia; todas las movilizaciones populares no se producen de forma espontánea, no se trata de procesos tomados por ciertos sectores. Estos ocurren porque mucha gente termina acudiendo a las revueltas, pero la base de los colectivos que se convocan se encuentra organizada y termina por tener una profunda inserción social con algún grado de legitimidad, de alta a media. De lo contrario, estos procesos serían inimaginables.
Sin la población organizada, con voluntad de lucha y capacidad de realizar grandes actos públicos, la capacidad de manipular e interiorizar los intereses externos de los poderes podría ser gigantesca. Por lo tanto, en un supuesto escenario como el que se pretende mediatizar, la posibilidad que tendrían los pueblos latinoamericanos, nuestros países y nuestros territorios de liberarse de la influencia externa terminaría siendo nula.
Si toda la izquierda acaba por subordinarse a la centro izquierda y pone su energía en el ejercicio del poder político burocrático, en llenar los espacios vacantes en el aparato del Estado, no quedará energía, terminando por ahogar al pueblo.
Entonces, resulta necesario reconocer los límites del juego democrático burgués en América Latina. Incluso un partido reformista con propuestas sólidas, al momento de llegar al poder por votación o por coalición, debe tener en cuenta en todo momento, que puede acabar siendo derrocado. La única certeza en la política latinoamericana es la incertidumbre generada por el giro de la mesa, la presencia del imperialismo norteamericano, la acción entreguista y antipopular de las elites económicas y la fragilidad ante la creciente presencia del capital chino.
En cuanto a la dimensión de estabilidad e inestabilidad en América Latina esta no resulta ser un problema, sino un síntoma. El problema parece residir en la continuidad y la discontinuidad de los proyectos populares, problemática que sin duda se cristaliza desde la independencia formal de nuestros países. Es necesario entender que existen límites extremadamente estrechos dentro de la institucionalidad.
Pero, finalmente, ¿existe una agenda de resistencia? ¡Claro que la hay!
Uno de ellos es la defensa de los territorios. En el caso de Brasil, se trata de territorios de pueblos ancestrales, pueblos indígenas y quilombolas. Si lo sumamos todo, estos territorios representan alrededor del 40% del total brasileño. Termina por ser un territorio significativo y altamente conservado. En estas áreas se desconocen las prácticas del modus vivendi capitalista, una condición innegociable. Así que lo que la izquierda -los sectores que todavía se consideran clasistas y que tienen voluntad de lucha- debe hacer es: militar. Militar socialmente, para hacer política sobre la base social -y por el hecho de tener que hacerlo. Este resulta por ser el primer punto necesario.
Otro punto sería buscar salidas económicas del capitalismo dentro del propio capitalismo. De lo contrario, la disputa siempre terminaría en las urnas, pudiendo ganar y no constituir el poder, o constituir el poder para terminar perdiendo después. Por lo tanto, terminaa por ser fundamental debatir conceptos como la autogestión, la moneda social, los sistemas de cambio y -de manera más urgente- la Teoría Monetaria Moderna (TMM).
Hay que acabar con la mentira fiscalista, esta mentira legitimada por el rentismo -precepto de los supuestos economistas neoclásicos- de que el exceso de dinero genera inflación. No se trata de un capricho académico, sino de algo que puede generar riqueza, incluso en el capitalismo periférico. Si nos rendimos a las mentiras de los fiscales, no tenemos forma de salir de la trampa del austericidio. En este caso, esta mentira podría terminar siendo -entre todos los debates- la que unificaría a todos, pasando por el nacionalismo hasta el olvido extremo.
Fuente fotográfica:
actualidad.rt.com