El “choque de civilizaciones” como justificación imperialista
El trumpismo en la matriz del imperio, no inventó la mayor parte de las demencias de la extrema derecha, pero las canalizó e impulsándolas en la imaginación de una América “pura”, compuesta por herederos de “puritanos peregrinos”. La estupidez de los red necks se suma a la manipulación grosera de las legiones de electoras del cinturón bíblico, y las distinguidas formas de conservadorismo que defienden, de manera incondicional, el Apartheid israelí y la presencia de Estados Unidos en el Grande Medio Oriente. Los orígenes más recientes del argumento de defensa de la civilización judeocristiana se mesclan con la prepotencia imperialista en el Mundo Árabe, con la islamofobia y hasta con el moderno antisemitismo. En este artículo y hare debate aportando una contribución para lo desmonte de esas mentiras.
El “vacío del occidente”
Desde el final de la Guerra Fría existe un “vacío” en el occidente. La disputa que culminó con la victoria de Estados Unidos, sus aliados estratégicos y los Estados miembros de la OTAN. Esta victoria habría establecido un parámetro de una civilización universal por sobre las demás. Cuando el imperio se autodenominaba como mundo libre, era la “libertad de creer y emprender” que el bloque defendía, demarcando el límite de matriz civilizatoria. Otra afirmación común es la de la libertad individual como valor absoluto por encima de las relaciones solidarias.
Es una tontería la falsa contraposición entre libertad individual y bien estar colectivo. Tal argumento opera sólo como una justificación para la ausencia de empatía en sociedades donde la afirmación de individuo e individualidad, se confunde con individualismo y el “sálvese quien pueda”. En primer momento, ese vacío genera una sensación necesidad de desarrollar una tesis de avance civilizatorio, como punta de lanza a la liberalización de la economía y la integración forzada de la globalización capitalista.
En un segundo momento, desde el 11 de septiembre de 2001, la extrema derecha eurocéntrica se vio frente a una división internacional del trabajo DIT, con una constante y progresiva migración de la manufactura al eje Asia-Pacífico. Sumada con la capacidad de crear excedentes de poder del Estado chino, más la retomada de control de los recursos estratégicos por el aparato de seguridad de Rusia. Todos estos elementos crearon las condiciones para un desarrollo eurasiático impensable a principios de la década de 1990.
Rusia, Gran Bretaña y EUA
A finales de la década de 1980, acompañando la crisis, decadencia y la dilapidación de la Unión Soviética, y sus países satélites, fue ascendiendo una difusión alucinada e irresponsable de “filósofos”, como Alexander Dugin. La desesperación de mirar la decadencia de una sociedad -antes ordenada y con formas de control colectivo- fue el combustible para que gente de ese calibre, pudiera hacer un idilio de base “proto-ariana”, con el alias de “tradicionalismo”.
Como agravantes, la primera Guerra de Chechenia (1994-1996), los traumas de la derrota en la invasión a Afganistán y la geopolítica del Cáucaso, ayudaron en la propaganda de tipo bizantina y, de facto, islamofóbica. Infelizmente, Dugin sigue sembrando una legión de idiotas -confusos, perdidos y peligrosos- que de forma intencional o involuntaria, confunden sus posiciones con la política externa rusa en la Era Putin. Cualquier semejanza con la demencia cínica de Steve Bannon y Olavo de Carvalho no son coincidencia.
Mientras la trinidad maldita: FMI, Banco Mundial y OMC, conforme a la designación del economista sur-coreano Ha Joon Chang, nada hacía para proteger las estructuras productivas en sociedades con pleno empleo en el Este Europeo y ex-URSS; los Estados Unidos y Gran Bretaña avanzaban. En Reino Unido, los múltiples herederos del degenerado Oswald Mosley, eran la masa de maniobra del Partido Conservador, con sus creencias realistas, desarrollaron una creciente xenofobia islamofóbica contra la inmigración venida del Sur de Asia –especialmente contra paquistanís-. La masificación de esta forma de extrema derecha británica, se ratifica en el Brexit, complementando las privatizaciones de la Era Thatcher y la destrucción del empleo formal, especialmente el industrial en los territorios de las islas bajo la tutela británica.
En términos materiales concretos, en el periodo de post-guerra, hasta el gobierno conservador de Margareth Thatcher, Inglaterra y los países de las islas bajo el mismo reino, vivieron una situación de bienestar social. Ya la antigua Unión Soviética y sus países satélites alcanzaron una excelente condición de distribución de renta, aunque no realizaron ese hecho en la garantía de derechos y poder político. El pleno empleo como derecho universal, dio una sensación de estabilidad. Posteriormente, la “nueva era” trajo inseguridad, desempleo, desesperación y millones de personas ávidas por la manipulación grosera y fantasiosa. La islamofobia moderna en territorio europeo (incluyendo la parte europea de Rusia) crece mucho en este periodo. La posición tanto anti-árabe, así como contra la liberación de la Palestina ya estaban asentadas a través de los grupos mediáticos occidentales.
La suma del peor de los mundos culmina con la invasión de Irak en Kuwait con el aval de la embajada estadunidense en Bagdad. Trampa lista, lo obvio acontece. El Consejo de Seguridad de la ONU condena la aventura militar de Saddam Hussein desesperado y decadente. Los EUA lideran una coalición financiada con promesas de contratos de explotación de petróleo, y abundantes recursos sauditas. En la justificación para la coalición, la razón es que Estados Unidos también esta formado por “un pueblo del libro”. La dinastía de Saud, además de apoyar el wahabismo sin pudor, también dio base para la riqueza de la alianza pentecostal sionista, y el reducto electoral del conservadorismo masificado en todo el continente americano.
La década de 1990 asistió ese avance de sistemas de creencias “tradicionales” en todas sus versiones. Hoy, el FBI anuncia el riesgo de terrorismo doméstico supremacista, como principal amenaza a la democracia y las elecciones indirectas en el país. La base electoral de la extrema derecha estadunidense ha crecido en los últimos treinta años, revelando el poder de la falacia, como forma de manipular las frustraciones de la globalización capitalista. Como dijimos antes, Donald Trump, Steve Bannon y Robert Mercer (sus gurúes de la “guerra cultural”) actualizaron el lenguaje del odio y delirio, impulsando las “tradiciones” imaginarias con la típica osadía de viciados en juegos de azar y dueños de casinos.
Combatir y desmontar el conjunto de tonterías masificadas en América Latina, justamente a través de la colonización cultural eurocéntrica, va a llevar tiempo y costar trabajo. Tal como la liberación de Palestina y la expulsión de los imperialistas del Gran Medio Oriente: se trata de una bandera incondicional e irreductible.
Originalmente publicado en el Monitor Medio Oriente