Allende y la “vía pacífica al socialismo”

Allende Pinocho
Miércoles 11 de Septiembre de 2024

El proceso que llevó a la victoria electoral de Allende como el candidato de la Unidad Popular, una coalición entre el Partido Comunista, el Partido Socialista y el MAPU –Movimiento de Acción Popular Unitaria-, fue el acumulado de fuerzas de dos décadas de lucha sindical y campesina en contra de la imposición capitalista de la explotación y expropiación de tierras, que se consolidaron con el uso de la extrema violencia entre 1957 -con la batalla de Santiago-, y 1967 -con la matanza de Puerto Montt-.

Desde un inicio, la propuesta de la Unidad Popular era la construcción de “una vía pacífica al socialismo”, aun cuando en la retórica utilizada por Allende agitaba a las masas hacia la toma de las fábricas y la nacionalización de los recursos naturales. Y en un principio, en efecto las políticas de Allende lograron sentar bases antiimperialistas, -como la nacionalización del cobre-, como también antiburguesas -con la toma de varias fábricas para el manejo por obreros-.

Esto implicó un crecimiento exponencial de la organización popular anticapitalista a nivel nacional, que lograba combatir efectivamente los bloqueos de la burguesía, y sosteniendo un auto-abastecimiento de alimentos a las ciudades aun con un fuerte montaje de boicot de la clase empresarial. Sin embargo, el tono de las diversas organizaciones populares anticapitalistas iba subiendo cada vez más, demandando a Allende la entrega de armas a las milicias populares, que hacían con más frecuencia la toma de fábricas y la expropiación de haciendas a terratenientes.

En un principio la respuesta de Allende en efecto fue poner al servicio del pueblo la maquinaria estatal, pero la burguesía amenazaba con más rabia con un golpe de Estado y con organizarse en milicias. Erróneamente, Allende se refugia en la institucionalidad, y en lugar de efectivizar las demandas populares, la estrategia fue colocar en un lugar de poder y confianza a las FFAA, mismas que poco después darían el golpe y descabezarían a todas las fracciones de la organización popular anticapitalista y revolucionaria.

La lectura desde el marxismo es que Salvador Allende, al ser un representante de la social democracia, decidió unilateralmente –sin las masas que le pusieron y sostuvieron en el poder- sostener la institucionalidad de los marcos del capitalismo burgués, y nunca entregó las armas que había prometido al pueblo, impidiendo que esa brava y combativa organización popular cumpliese con su destino revolucionario. Por otro lado, millones de millones de dólares eran inyectados a diario por la CIA para impedir la consecución de la revolución en Chile, en colaboración estrecha con la burguesía industrial ligada a negocios extractivos como a la importación-exportación.

Pero por sobre todas las cosas, Allende y el pueblo chileno no contaban con la fuerza y respaldo de un partido comunista revolucionario que practicara estructuralmente el centralismo democrático, por lo que las muchísimas células fértiles de vocación revolucionaria pudieran generar una estrategia o programa organizado que les diera realmente la potestad del Poder Popular para presionar con la suficiente fuerza por una salida revolucionaria al proceso, mismo que si fue antiimperialista y antioligárquico en un principio.

Allende dejó que las diversas organizaciones populares, de obreros, campesinos y estudiantes, se enfrentaran con palos y piedras a las arremetidas de las bandas armadas de las patronales despojadas de sus fábricas y haciendas, mientras por otra parte les prometía armas, para pocos días después ordenar la devolución de las fábricas tomadas por los obreros a sus patrones. Luego se permitió que en el congreso se aprobase una ley de gatillo fácil y de control de armas, medida que terminó por ahogar a buena parte de las intenciones revolucionarias de amplios sectores.

En términos generales, Allende y su propuesta política planteaban una vía al socialismo que excluía de la ecuación a la dictadura del proletariado, que para cualquier marxista es no solo elemental, sino una etapa deseada y necesaria por sobre todo en cualquier proceso revolucionario. Es decir, Allende confiaba en una colaboración entre clases, una conciliación en nombre de un proyecto de país enmarcado en el nacionalismo populista y una genuina intención de democratizar el acceso a derechos para la Clase Trabajadora, pero en efecto sin real perspectiva revolucionaria.

Esto terminó por degenerar en un fraccionamiento del campo popular, por un lado entre quienes aún defendían la tesis de la posibilidad de la revolución por las dos vías, desde el poder del Estado por la vía democrática liberal, además de la creación de asambleas de obreros en armas; y la fracción reformista –la de Allende- que proponía la paciencia y la conciliación para llegar al socialismo, saltándose la dictadura del proletariado. Es así que el mismo Allende empieza a reprimir con la fuerza pública a las organizaciones populares más combativas, sobre todo a los cordones industriales de poder obrero, aplanando y colaborando de forma implícita en el camino hacia el golpe de Estado en su contra.

El mismo Allende es el que funda el Gabinete cívico-militar con la excusa de defender al gobierno, pero no solo de la burguesía, sino también de la organización popular que ya rebasaba con creces los límites liberales de su proyecto político social demócrata. Desde un análisis marxista se entiende el golpe de Estado en Chile, no como un atentado en contra de Allende y su proyecto político, sino como mecanismo de contención y de último recurso, ante una voluntad colectiva de transformación que estaba en apogeo entre el pueblo chileno, y que en 1973 ya era incontenible.

En este sentido, la vía pacífica al socialismo propuesta por Allende no cae solo por la resistencia feroz de la burguesía, sino porque no existía un partido comunista revolucionario en la capacidad de dirigir al pueblo a la dictadura del proletariado, además del eterno colaboracionismo de la social democracia que terminó representando su proyecto político.

En su momento, el MIR advirtió de los errores conceptuales de la propuesta de la UP desde un inicio, y luego también denunció que un gobierno que había prometido ser un instrumento del pueblo, ahora le daba la espalda en un momento definitorio de la lucha por el poder político; sin embargo su influencia era marginal, y aunque tenían trabajo entrista en los cordones industriales que proponían el control obrero de la producción, no llegaban a ser un Partido Comunista de Nuevo Tipo, y menos lograban el centralismo democrático.

En definitiva, la vía pacífica al socialismo de Allende no logra la revolución, porque nunca se la propuso.

Al mismo tiempo, únicamente es posible especular sobre lo que hubiese pasado si el gobierno de Allende efectivamente entregaba las armas a las diversas organizaciones populares, sin que haya un partido comunista revolucionario conduciendo el desarrollo de la lucha de clases. Podría haber devenido en una guerra civil sin proyección de construir el proyecto histórico de la Clase Trabajadora; o en un tipo de experiencia confederacionista, el cual devendría en un golpe de todas formas por su falta de centralización del poder popular, teniendo incluso las mismas características del que sí existió.
 

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