Europa decide su futuro en Gaza
La embajada israelí en España publica una nota en la que exige al presidente del gobierno nacional que “denuncie y condene enérgicamente” las declaraciones de algunas ministras en defensa de la aplicación del Derecho Internacional Humanitario en Gaza.
Nada más iniciarse la nueva escalada bélica en Palestina, un burócrata del aparato de la Unión Europea, sin atribuciones legales para ello, afirma que Europa va a paralizar todo envío de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. Al mismo tiempo, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, afirma en Tel Aviv que Europa tiene “plena confianza” en la gestión del asedio y la limpieza étnica a realizar por el ejército israelí en Gaza, sin hacer la más mínima mención a la brutal campaña de bombardeos contra población civil implementada por Israel.
Poco después de cada uno de estos episodios se produce una rectificación. El Ministerio de Exteriores español responde a la embajada israelí que los ministros de su gobierno disfrutan de la plenitud de su derecho fundamental a la libertad de expresión. La ayuda humanitaria a Gaza no se paraliza sino que, al menos sobre el papel ya que en estos momentos es imposible hacerla llegar a su destino, va a aumentar aunque sea muy limitadamente. El responsable de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea, Josep Borrell, se desgañita intentando establecer la narrativa de que Von der Leyen se ha extralimitado en sus declaraciones y de que Europa, aunque acepta “el derecho de Israel a defenderse”, considera que el asedio y agresión a Gaza debe realizarse “respetando el Derecho Internacional Humanitario”.
Sin embargo, el daño ya está hecho. Esta última semana hemos visto a la Unión Europea y a sus dirigentes en su desnudez más sórdida. Los medios de comunicación hacen malabares narrativos para equiparar una brutal acción de un grupo armado ultraconservador con el bombardeo masivo, preparatorio de una campaña de limpieza étnica de masas, por parte de un supuesto “Estado garantista” que tiene en sus cárceles miles de hombres, mujeres y niños a los que no se ha abierto procedimiento judicial alguno. Los y las dirigentes de la Unión, “los hombres importantes de nuestro tiempo”, van aún más lejos: reclaman a la población europea que asista pasivamente a un genocidio en tiempo real. Que, cuando todas las mañanas vea salir las columnas de humo de los campos donde se calcina a seres humanos, actúe como los alemanes de 1943: “los que saben, han decidido”.
La Unión Europea del futuro es esto: genuflexiones ante el poder declinante de Estados Unidos y sus más afamados matones internacionales; miles de emigrantes del devastado Sur Global flotando abandonados en el Mediterráneo; aumento decidido del gasto en Defensa para enfrentar la brutal guerra civilizacional iniciada con los países emergentes, que se va a desplegar en numerosos escenarios, en forma “caliente” y “fría”, en los próximos tiempos -Ucrania, Sahel, Gaza,…-.
Los bombardeos sobre Gaza remiten al horror que la Unión Europea nos prometió hacer imposible. Remiten a un Estado racista con una legislación de “apartheid” étnico en la ribera del Mediterráneo y al que nuestros dirigentes políticos rinden pleitesía mientras se dedica a incumplir las resoluciones de la ONU y a bombardear campamentos de refugiados. Remiten a un Imperio -el norteamericano- que, imposibilitado para recrear la “Pax Americana” en su proceso de decadencia, ha decidido jugarse su supervivencia a la gestión del caos y la devastación en Oriente Medio y, cada vez más, también, en Europa.
En un mundo cada vez más multipolar y caótico, los dirigentes de la Unión Europea han decidido apostar por convertirse en un factor adicional de violencia y desestabilización, olvidando la promesa universalista y civilizacional de su cultura milenaria. Lejos de impulsar las nuevas instituciones y reglas multilaterales de un mundo con nuevos equilibrios económicos y políticos, para garantizar una transición suave, armoniosa y democrática a la nueva realidad geoestratégica global, han decidido atrincherarse en la ciudadela racista de la tradición colonialista que pretende mantener, mediante la fuerza y la guerra, una autoridad que Occidente ya ha perdido irremisiblemente.
Las miles de personas que, en Londres, Madrid o París, salieron a las calles para reclamar el fin de la bárbara agresión a la población civil de Gaza, tienen una visión más realista y profunda de los desafíos que el futuro va a presentar a Europa, que los dirigentes trajeados que juegan con las palabras mientras alimentan la máquina de guerra israelí con su pasividad a la hora de hacer cumplir las resoluciones de la ONU y los acuerdos de paz de Palestina. Las y los manifestantes saben que sólo la construcción de una civilización superior, democrática y no colonial, puede salvar al mundo del caos, provocado por el capitalismo en su actual etapa de brutal senilidad.
La Unión Europea ha demostrado su sórdida ceguera estas semanas. Nos ha abierto los ojos a la realidad: una salida pacífica y racional a las tensiones de esta nueva era, precisa de una Europa distinta, de una democracia mucho más amplia y profunda, de una transformación radical de nuestro sistema político, económico y social. Se impone una transición de poder hacia el Sur, hacia abajo, hacia el trabajo y los pueblos sometidos.
Si somos capaces de colaborar en ese proceso abriendo espacios de equilibrio y diálogo, Europa sobrevivirá. Si apostamos por la guerra y la sangre, y nos hacemos compañeros inseparables del matón del barrio en pleno proceso de decadencia, el futuro, como siempre, se impondrá.
Texto publicado originalmente el 18 de octubre de 2023 en kaosenlared.net