Consideraciones sobre el Partido u organización revolucionaria (III)

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Una vez caracterizado el tipo de Partido que busca clarificar esta serie de artículos, resulta necesario aclarar algunos términos básicos sobre el mismo, partiendo del concepto de la organización revolucionaria, las instituciones de transición, el programa, la táctica y estrategia y la militancia (cuadros).

El Partido u organización revolucionaria es una asociación de individuos, cuyo objetivo es la revolución social, es decir, la derrota del sistema capitalista y el Estado burgués, reemplazado por un sistema social y político donde el pueblo – entiéndase la inmensa mayoría de la sociedad separada de los medios de reproducción de la vida por el capitalismo – recupere la capacidad de gestión de la vida, secuestrada por la modernidad capitalista.

La revolución social es el quiebre abrupto del orden capitalista mediante la irrupción de la sociedad en el ámbito de gobierno, gestión, administración, producción, consumo y disfrute de la vida. Es un suceso histórico que empieza su recorrido cuando sectores en un inicio minoritarios (Partido, movimiento político social, etc.), deciden organizarse y empezar a construir las instituciones de reemplazo del orden existente, desde formas embrionarias y minúsculas, hasta grandes complejos organizativos, en la forma del poder popular, y termina cuando el capitalismo y el Estado han sido derrotados.

Las instituciones de reemplazo o transición pueden ser creación nueva o transformación de las pre existentes – en los casos de ser necesaria su pervivencia –, controladas de la forma más democrática posible, mediante el desarrollo de la responsabilidad y consciencia por parte de quienes las integran, así como de sus legítimos representantes, elegidos democráticamente, seleccionados por sus cualidades: disciplina, entrega, liderazgo, capacidad de autocrítica, etc.

El proceso de transición requerirá de instituciones antes, durante y después del triunfo revolucionario, aunque evidentemente estas no podrán solventar del todo – por su propia voluntad – las grandes contradicciones entre los sujetos e identidades que participan en un proceso revolucionario, deberán realizar un gran esfuerzo para mantener el rumbo revolucionario con la máxima unidad posible. Difícilmente se puede considerar que la revolución será un suceso pacífico e idílico donde todo el mundo se pondrá de acuerdo de forma natural, requerirá, además de voluntad y madurez política, el establecimiento de mandos de orden y espacios de diálogo que propicien el encuentro.

Una revolución, tal como decía el ruso Mijaíl Bakunin, no es “un juego de niños, ni un debate académico en que se matan únicamente las vanidades, ni un torneo literario en que solo se vierte la tinta,” es un suceso de dimensiones enormes que supera a los individuos, e incluso a las organizaciones más poderosas. Con el objetivo de pensar las instituciones de orden y diálogo en medio del proceso revolucionario, es necesario construir tres elementos bien definidos en el análisis concreto de la situación concreta, y que a su vez son partes constitutivas del Partido: el programa, la táctica y la estrategia.

Lejos de ser una muletilla “dogmática” o “clásica”, la revolución requiere del profundo estudio de la sociedad para su desarrollo y victoria, partiendo del conocimiento de la historia, la cultura, la geografía, etc., y es a esto que me refiero al hablar de análisis concreto de la situación concreta, en especial, el ejercicio de identificar la contradicción o contradicciones principales, las demandas, aspiraciones y deseos populares, articuladas sobre un elemento fundamental: el programa.

El programa viene a ser el elemento cohesionador de los sujetos e identidades sobre aquellos tres elementos anteriormente nombrados: lucha de clases, feminismo popular y ecología social. No se trata de un pliego enorme en el que entran un sin número de reivindicaciones, desde las más urgentes y objetivas, hasta las más marginales y subjetivas – seguramente para la posmodernidad decir esto sea un crimen “stalinista”, ya que hay que poner a todos en un mismo saco  –, lo cierto es que “no hay cama para tanta gente.” El objetivo es vertebrar la revolución sobre ejes transversales que a su vez pueden ser complementados por otros, más particulares, sin alterar el sentido profundo del programa: la abolición del capitalismo, la destrucción del Estado burgués y el patriarcado.

Entonces, el programa viene es la hoja de ruta constituida por las aspiraciones populares y el análisis concreto de la situación concreta, un estudio exhaustivo y posible de la revolución. Su materialización va de la mano con el empleo de la táctica y la estrategia, la primera es el método o métodos empleados para llegar a la revolución, y la segunda, la forma en que se emplean los recursos en función de la táctica. Ambas recurrirán a los métodos necesarios en una determinada situación, lucha legal, autodefensa (lucha armada), etc.

Durante todo este proceso, los cuadros del Partido ocupan un lugar tan importante como todo el sistema aquí expuesto, pues al encontrarse en medio del pueblo y sus organizaciones, contribuyen – influyen, dirigen, organizan, y finalmente se disuelven – al desarrollo del poder popular y las instituciones, con el afán de desatarlas. La acción de los militantes nunca será unilateral, su éxito no depende únicamente de su voluntad, sino de condiciones históricas, niveles de consciencia, correlación de fuerzas, organización, preparación y experiencia del pueblo y sus organizaciones en la lucha, así como del desarrollo del Partido. No deben en ningún momento tratar de influir en base a sus deseos la marcha de la revolución, sino que deben hacerlo en base al programa, la táctica y estrategia, cuidadosamente desarrolladas sobre una lectura acertada de la realidad. El reto y el principal peligro de desviación está allí, cuando a razón del conocimiento objetivo de la realidad, la erudición ideológica, se pretende marchar en la historia a pasos agigantados.

El desarrollo de los elementos aquí enunciados, tendrán validez siempre y cuando el diálogo entre el pueblo y el Partido sea bidireccional, sobre el entendimiento y aprendizaje mutuo, el desarrollo de esta mística es algo bastante complejo y problemático, pero no imposible.

 

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