Verde que te quiero verde
El 14 de junio se votó en la Cámara de Diputados de la Argentina la media sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Ahora viene la pelea por la sanción en el Senado para que se vuelva Ley. Esto será más complejo por la composición conservadora del Senado pero, el tratamiento público de la Ley y esta media sanción, abren un camino nuevo que entusiasma, no sólo a las feministas, sino al movimiento de mujeres, de disidencias sexuales y a distintos sectores del movimiento popular.
Desde la madrugada del 13 de junio (13J), mujeres, lesbianas, travestis, trans, acompañadas por amigos, familiares, fuimos llegando a las cercanías del Congreso, ubicado en pleno centro de Buenos Aires, instalando carpas, ollas populares, escenarios, pantallas donde seguir el debate en el Congreso, espacios donde prepararnos para una vigilia que iba a ser prolongada y extremadamente fría, hasta la aprobación de la ley. En algunos casos llegaban con sus partidos o movimientos, colectivas, centros de estudiantes, sindicatos y, en otros, se llegaba por grupos de afinidades. No fue una movilización espontánea la que congregó – sólo en Buenos Aires – a un millón de personas (otro tanto si sumamos las movilizaciones en otras ciudades). Recibimos con mucha emoción cientos de mensajes de compañeras de otros países del continente y del mundo dando fuerzas e incluso haciendo vigilias o plantones frente a las embajadas de Argentina.
Fueron 22 horas de tensión, actividades diversas y simultáneas, emociones intensas, y muchos, pero muchos, abrazos. Sabíamos que no era sólo el derecho al aborto lo que estaba en juego. Era (es) la fuerza de la revolución feminista la que se ponía a prueba, que en los últimos años viene creciendo como marea incontenible, interpelando al patriarcado en las casas, en las camas, en las plazas, en las instituciones, en las escuelas y universidades, en los barrios, en los centros de trabajo, en los sindicatos y partidos, en los medios de comunicación. Una revolución feminista que va cruzando fronteras, perdiendo el miedo y ganando rebeldía.
La revolución feminista sostiene una ofensiva que no depende de las decisiones del Parlamento, pero estaba claro que un revés en este momento, constituiría un golpe, sobre todo para la subjetividad de las miles de mujeres, disidencias sexuales, jóvenes e incluso niñas, que se sumaron en los últimos años y meses a esta lucha. Las brujas más viejas tenemos la piel y la memoria curtidas después de siete presentaciones del proyecto de ley en diferentes momentos históricos.
Esta vuelta fue distinto. La revolución feminista torció voluntades de diputados y diputadas hasta último momento – lo que nos mantuvo en una velada infartante –, y de hecho la diferencia final fueron cuatro votos. Pero más acá y más allá de estos votos, hay un cambio de calidad en la conciencia social, que se ganó en las jornadas que acompañaron la movilización los meses anteriores. No fueron solo actos callejeros. Fueron muchísimas las iniciativas como Cátedras Libres en las Universidades, charlas en diferentes espacios políticos y sociales, “pañuelazos” que tiñeron de verde los lugares públicos “ocupados” literalmente con estas acciones, programas de radio y de TV, escritos, publicaciones artísticas, cartas firmadas por periodistas, médicxs, psicólogxs, artistas, profesionales de distintas ramas, talleres de formación feminista y educación popular, videos, memes, pintadas, entrevistas pedidas a cada diputado/a. Todos los medios de comunicación, comunitarios y hegemónicos, fueron “tomados por asalto”. No sólo se invadió el espacio público. Los debates se instalaron en las casas, los barrios, donde hace meses se discute la exigencia de “Ni Una menos” por abortos clandestinos (“femicidios estatales”). En las horas que transcurrieron desde el amanecer del 13J, los muchos cuerpos que pintaron de verde las ciudades, fuimos formando un cuerpo colectivo que latía fuerte, con un corazón rebelde en estado de alerta.
Generar conciencia sobre el derecho al aborto, saca de la clandestinidad prácticas históricas de las mujeres, individuales y colectivas. Ahora, se logre o no la sanción de la ley en Senadores, el aborto ya fue socialmente despenalizado, y se crean mejores posibilidades para experiencias audaces como las realizadas por las “socorristas”, que acompañan a las mujeres que abortan con pastillas. Nada volverá a ser como antes, cuando reinaba el silencio, el miedo, la subordinación y el disciplinamiento de nuestros cuerpos ante el poder patriarcal.
Mientras duró la maratónica sesión del Congreso, en sus afueras se bailaba, se realizaban rituales colectivos, aquelarres. La revolución feminista, a pesar de que sufre por cada golpe dado a una mujer, a una lesbiana, a un cuerpo disidente del héteropatriarcado, se expande con alegría, con el deseo encendido de cambiarlo todo.
Pero la movilización no comenzó ese 13J. Para valorar este logro, hay que recuperar la tradición de lucha de los feminismos y los movimientos de mujeres y de disidencias sexuales en Argentina, que han tomado potencia en las décadas posteriores a la dictadura militar.
En 1986 se realizó el primer Encuentro Nacional de Mujeres. Año tras año venimos autoconvocándonos en distintas provincias y ciudades (este año se realizará el 33° encuentro en la provincia patagónica de Chubut). En estos encuentros nacieron muchas iniciativas para defender cada uno de nuestros derechos. En los últimos años, nos reunimos en esos encuentros más de 100.000 mujeres en algunos casos. Son un gran escenario donde se crearon las condiciones objetivas y subjetivas para poder pensar estrategias feministas para llevar adelante nuestros proyectos y sentir el poder de nuestra fuerza reunida.
En el 18° Encuentro Nacional de Mujeres que se hizo en Rosario en el año 2003, se dio un gran impulso a la movilización por el derecho al aborto. Las mujeres de Católicas por el Derecho a Decidir, llegaron con cientos de pañuelos verdes, que quedaron como símbolo de la lucha por la legalización del aborto.
El 28 de mayo de 2005, Día de Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, fue lanzada formalmente la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, con la consigna: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. La Campaña constituye desde entonces una amplia y diversa alianza federal, que articula ahora a 305 grupos organizados. En todas las provincias hay mujeres que sostienen esta lucha. A todas ellas quisiera reconocer en las figuras de Dora Coledesky, feminista socialista, fundadora en 1988 de la Comisión por el Derecho al Aborto, Safina Newbery, católica feminista que nos enseñó en los primeros pasos la hipocresía del discurso de la jerarquía católica, y Lohana Berkins, travesti feminista y comunista, integrante desde sus comienzos de la Campaña por el Derecho al aborto, compañeras que ya partieron, pero a las que sentimos muy presente. Muchas otras compañeras merecen ser reconocidas, y siempre queda el riesgo de olvidar a quienes lo han hecho en condiciones bien difíciles en algunas provincias donde el poder conservador y feudal, y el peso de las iglesias hacen esta lucha más compleja.
Este logro es resultado de muchas acciones que, en algunos casos, son visibles, bellas y están marcadas por los cuerpos en las calles y, en otras, son invisibles, como el trabajo de lobby, de articulación de fuerzas, de negociación de textos, que se ha realiza desde la Campaña. No es un regalo del cielo ni del gobierno. No es una iniciativa del FMI o de nazis maquiavélicas como sugiere de modo siniestro el papa Francisco, que sigue siendo el misógino Bergoglio que bien conocemos en Argentina. Hay una energía feminista que ha construido estrategias colectivas, consensos, y hoy nos permite respirar un poquito más libres, más deseantes, más felices, para seguir escribiendo nuestra historia, en clave de revolución.