Mentiras al servicio del imperialismo
Desde siempre, la mentira ha sido un acto sancionado por su falta de compromiso con la realidad. Sabemos que - indistintamente de nuestras pasiones y creencias - la realidad se manifiesta como un cúmulo contradictorio del que somos parte: es una expresión de la historia, de la lucha de clases, e independientemente de que esta realidad calce o no en nuestras limitadas facultades de comprensión, una opinión cualquiera no puede desmontar la forma concreta en que ésta se desarrolla. Es decir, las mentiras no deben ni pueden operar como argumentos frente a la realidad, y mucho menos en las voces de quienes nos “representan”, hoy expuestos como títeres de una época en descomposición.
La expulsión de Carol Delgado, embajadora de la República Bolivariana de Venezuela en Ecuador, se sustenta en la mentira y la obediencia a poderes ajenos a los intereses del pueblo ecuatoriano. El gobierno de Lenin Moreno, o más bien la alianza entre Moreno, la oligarquía y el imperialismo, ha cumplido al pie de la letra el rol asignado al estado ecuatoriano por Washington: desligarse y acabar con el progresismo.
Lenin Moreno - sin escrúpulos ni reparos- se presentó ante la Asamblea de las Naciones Unidas el pasado 25 de septiembre, y dedicó gran parte de su discurso a hablar sobre la migración venezolana. Indicó que “al menos” 6000 ciudadanos de ese país ingresaban diariamente al Ecuador, cifra no solo inflada, sino absurda, que se contradice con los números oficiales de entidades del estado que preside.
El presidente de las y los ecutorianos mintió. Dio cifras falsas y además ofreció una descripción dantesca de la supuesta situación de los migrantes venezolanos, retratados como una masa de enfermos y desvalidos; todo para justificar “moralmente” ante la opinión pública cualquier medida de tipo intervencionista en Venezuela. Moreno mintió – muy burdamente además – en una muestra de su obediencia a los amos del norte.
Las “acusaciones” de Jorge Rodríguez, Ministro de Comunicación de Venezuela, no fueron infundadas. La que si fue infundada y exagerada fue la respuesta del gobierno, que evidenció la calidad de su política exterior y el poco cuidado en el manejo de las formas y procedimientos diplomáticos. Ni hablar del rol de Andrés Michelena, quien completó el show mediático el 18 de octubre con una suerte de nota a la que increíblemente se le dio estatus de comunicado oficial, llena de improperios y muy mal redactada.
No existen razones suficientes para justificar la conducta de Moreno, Michelena o incluso, la de José Valencia, Canciller del Ecuador, quien continuó con la trama, al convertirse en un vocero más del imperialismo norteamericano.
Aquí no hay conspiraciones ni remembranzas de la Guerra Fría, el imperialismo existe y en estos momentos está recuperando su “patio trasero”, desmontando a los gobiernos progresistas y la influencia de sus aliados en la región: Rusia y China principalmente, pero sobre todo, lo vemos y sentimos cada día golpeando a los pueblos de América Latina, quienes parecen estar inmovilizados frente al avance del fascismo y el neoliberalismo.
No “defendemos” gobiernos, por legítimos que puedan ser para los pueblos que los han elegido; defendemos procesos y conquistas, y en este sentido, nos situamos – por obligación histórica - del lado del pueblo venezolano, porque comprendemos la trascendencia del ideal bolivariano sintetizado por Hugo Chávez y su apuesta por una sociedad comunal, y en esa misma línea, bolivarianamente, rechazamos que se atente contra el principio de hermandad y no injerencia por parte de un gobierno servil al imperialismo, a nombre del pueblo ecuatoriano.