El debate presidencial nos obliga a construir desde el sentido de realidad

El debate presidencial del pasado 23 de marzo ha potenciado la sensación de desesperanza y profundo miedo por el futuro que vivimos en el país entero. Entre las izquierdas, movimientos sociales, organizaciones populares y un ala zurda del progresismo, se ha sentido el malestar generalizado por lo dicho en el debate, que inevitablemente apela al sentido moral de esta militancia y activismo, y pone sobre la mesa la necesidad de tener profundos debates políticos y filosóficos respecto a nuestro momento histórico. Cuando se habla de la política del mal menor, usualmente nos olvidamos de conversar profundamente sobre las implicaciones de esta. Implica por ejemplo pegar la carcajada más grande de la vida cuando Noboa responde con sonrisa que no cobrará la deuda al SRI de su familia, y también tragarse las lágrimas de rabia cuando Luisa cita la política migratoria del abanderado del fascismo mundial.
Está clara cuál debe ser la postura. Lenin ya planteaba que no hay nada mejor que una República Obrera y Campesina, pero de no existir todavía esta República Obrera y Campesina, entonces es mejor una República Burguesa democrática, a una República Burguesa no democrática. En ese punto los debates están de más. Sin embargo hay varios otros debates que las izquierdas si debe estar concretando con la celeridad posible. Cuando se plantea elegir un momento de respiro para tejer la organización popular, existe la urgencia de primero hacer varios acuerdos programáticos entre todos los actores, acuerdos que permitan construir un sentido colectivo de clase, que pueda llevar a la heterogénea masa popular en el futuro mediano, a una voluntad colectiva de transformación. Estamos muy por detrás del capitalismo en la batalla cultural. Las condiciones materiales para la organización existen, mas no existen las condiciones subjetivas.
Ahora mismo nos encontramos frente al ascenso del fascismo mundial. El episodio del genocidio palestino marcó el inicio de un nuevo orden mundial. El 90% de la población mundial ha visto, al menos una imagen de Gaza -en otros espacios las imágenes son decenas por hora-. Por ahí un cartel decía: “que ingenuo de mi parte fue pensar que no volvería a ver el interior del cráneo de un bebé”, a propósito de los ataques del Estado de Israel sobre Gaza –y Cisjordania- que iniciaron una vez más el pasado 17 de marzo. 15 meses transcurrieron sin que en América Latina se logre articular alguna organización popular articulada en solidaridad efectiva por Palestina. Eso frustra y duele, profundamente. Pero sobre todo, permite reconocer que las izquierdas de Latam tienen la urgencia de leer el momento histórico con absoluta rigurosidad y “construir compromisos” por fuera de su zona de confort. Es decir, es necesario el sentido de realidad para construir esta organización popular con voluntad transformadora que tanto anhelamos.
Sentido de realidad es tener que hacer de tripas corazón, y recononcernos lxs unxs a lxs otrxs. Hacer política es la convicción, porque inevitablemente se tendrán que saldar de alguna manera las deudas históricas entre espacios, mientras se construya ese Bloque Histórico Antifascista: nuestro programa mínimo. El progresismo tendrá que reconocer la persecución, las ejecuciones y desplazamientos forzados por extractivismo. Lxs comunistas tendremos que reconocer que siempre postergamos bajo cualquier excusa, las demandas clasistas de las mujeres, disidencias, locxs, animales y naturaleza, que de una u otra forma también se perpetúa la lógica colonial racista, en nuestro contexto con los pueblos afros y negros. El Movimiento de Mujeres tendrá que aceptar que hegemónicamente peca de liberal y hasta neoliberal y biologicista, y que las disidencias y autonomistas necesitan articularse cuanto antes; un sector del ecologismo tendrán que reconocer su carácter oenegero. Unxs los dejes pequeñoburgueses, otrxs los ultrismos. Lo que hay que reconocer ahora es que el antifascismo nos encuentra, entre quienes en otros episodios somos feroces contendientes. Aceptar con humildad las condiciones, es sentido de realidad.
En el momento del programa mínimo es irreductible el espacio de la asamblea y el debate, porque este momento requiere de claridad absoluta. Es decir, el Bloque Histórico Antifascista tiene que tener un horizonte anticapitalista, pero que se irá construyendo paulatinamente en medida de la disciplina con que todos los actores cumplan sus compromisos con la organización. Es decir, no se puede perder el sentido de urgencia ni ahora, ni en el momento electoral, ni en después de este. La organización del Bloque Histórico Antifascista es un deber de todxs, independiente a quien se imponga en Carondelet. Tanto con Noboa como con Luisa hay que organizarse. Esta es precisamente la claridad que aún está ausente.
Es por esta urgencia de sentido de realidad, que el debate presidencial debe ser leído con verdadera frialdad, así como es necesaria la madurez para abrazar la franqueza con la que le otrx interpela. Sentido de realidad es el ejercicio de la crítica y autocrítica sin perder el sentido de momento histórico. La sensación generalizada fue esta: “parece que están compitiendo por quien es peor”. Tanto Luisa como Noboa demuestran una pobreza absoluta en su debate político, que describe con precisión la situación de la consciencia política colectiva del país. Esto es, quizás, lo más terrorífico y lo más complejo de combatir en la batalla cultural. El fenómeno de desclasamiento impregna no solo a la sociedad civil, sino a la sociedad civil organizada, y la burguesía nacional está lumpenizada y degrada.
Por su parte, Noboa en el debate se posicionó desde su irreverencia usual, pero con evidente nerviosismo, del que fue deshaciéndose poco a poco, para terminar en su naturaleza: una arrogancia misógina indisimulable. Por un lado reafirmó la intención de regresar las bases militares extrajeras en el país, así como reafirmó la impunidad para los cuerpos represivos, con la promesa de un bono por “estos 15 meses que han luchado por la guerra ¿?”. Así mismo en su lógica discursiva insistió en la coorporativización de la educación pública, cuando plantea las soluciones a la deserción escolar record del país, con “becas” en lugar de garantizar la educación pública, de calidad y gratuita como bien especifica la Constitución de la República. Respecto a generación de empleo en cambio reafirmó la política de autoempleo que está detrás del emprendedurismo, que surge son masividad cuando los índices de empleo formal han decrecido traumáticamente como en el Ecuador. Sin pestañear respondió que no cobrará la deuda que su familia tiene con el Estado, y luego se cagó de la risa. Ese nivel.
Como de costumbre, Noboa también acudió reiteradamente a la misoginia para ejercer poder contra Luisa. A lo largo del debate Noboa repitió frases estratégicas como la de “títere” para describir la posición subordinada de Luisa frente Correa, le acusó varias veces de estar “alterada” y de carecer de las competencias necesarias para gobernar, evidenciando su ser privilegiado de niño (varón) rico.
Por su parte el progresismo se mostró desde su cara más conservadora, siendo consecuente con sus propios principios. Al ser consultada de forma reiterada sobre la situación política en Venezuela, Luisa González aseveró que impondría una política migratoria al estilo de Trump en EE.UU., avivando el populismo nacionalista que pretende ser un reflejo de la falacia detrás de MAGA.
En términos geopolíticos, la alternativa progresista se presenta contraria al establecimiento de bases militares extranjeras -proyecto estrella del hacendado-presidente-, rechazando la intromisión de mercenarios extranjeros al estilo de Blackwater, empresa militar privada que supuestamente acaba de firmar un acuerdo con cheque en blanco para operar en territorio ecuatoriano. Noboa por su parte alaba al intervencionismo militar occidental, anunciando injerencia directa de Canadá, Italia, Francia y obviamente, Estados Unidos. El Ecuador se encuentra a la vanguardia de los destacamentos militares occidentales, siendo una pieza fundamental en la contienda geopolítica frente a China y un orden mundial multipolar.
La gran ausencia en el debate presidencial terminó siendo el silencio absoluto frente al terrorismo de Estado que se ha vuelto la lógica misma de las fuerzas represivas en la última década. Ni Noboa -responsable político directo de los crímenes de Estado que son práctica diaria- ni González, cuya tendencia política profesionalizó la inteligencia como las fuerzas represivas, mencionaron siquiera los abusos permanentes a los que están sujetas las clases populares y personas racializadas en la actualidad. Tan solo en 2024, se contabilizaron 27 ejecuciones extrajudiciales, entre las cuales se encuentran 9 menores de edad. Tampoco se mencionaron las desapariciones forzadas -46 registradas bajo el régimen de Noboa-, las cuales fueron también una constante durante la década progresista con su contexto y particularidad propia. ¿Acaso tanto Noboa como González se sienten responsables del Narcoestado actual? ¿No fue el progresismo el que persiguió a decenas de defensorxs de territorios, militantes políticxs y líderes y lideresas del movimiento indígena? Tengamos la madurez de reconocer para poder enmendar. Esto es sentido de momento histórico.
Ni Noboa ni Luisa mencionaron a Esmeraldas y las consecuencias permanentes del peor desastre ambiental de la historia de la provincia. Nadie ni planteó ni dio respuestas respecto a la despoblación forzada que ahora mismo se está llevando a cabo, de las decenas de miles de personas que han perdido todo. No se habló de la venta de un cuarto de las reservas de oro del Banco Central y el posible vínculo de la empresa compradora con Daniel Noboa. Un debate realmente miserable.
En definitiva, la única fuerza que se le puede contraponer al poder narcopolítico imperante en el momento histórico actual, es el Poder Popular Plurinacional, la construcción de un Bloque Histórico Antifascista, que vaya adoptando y enseñándose entre sí, los principios del anticapitalismo, el antiimpatriarcado, anticolonialismo y antiespecismo. Mientras la clase empresarial impone la lógica del mercado por sobre la vida, la tarea consiste en organizar a las fuerzas populares para preparar la contienda frente al parasitismo burgués. A instruirse, conmoverse y organizarse, en palabras de Antonio Gramsci. Ese es el verdadero proyecto histórico de los pueblos y la clase trabajadora.