Reciclaje en el Estado policial
A raíz de la escandalosa y asesina actuación de las fuerzas represivas, ante todo las prácticas antipopulares y feminicidas de la Policía Nacional, el presidente Lasso dejó caer a Patricio Carrillo, Ministro de Interior con recomendación explícita de la Embajada de EE.UU., el pasado 23 de septiembre. Este improperio sería una consecuencia directa de audios filtrados de una reunión con el alto mando policial referentes a la actuación policial en el feminicidio de María Belén Bernal.
El ahora ex ministro Carrillo es responsable directo de la represión y muerte del pueblo a manos de la policía en el paro de Octubre de 2019 con más de 11 ejecuciones extrajudiciales, siendo en su momento la mano derecha de su predecesora y mentora política, María Paula Romo. Con Lasso, Carrillo repitió la masacre popular durante el paro de Junio de 2022, con al menos 7 personas ejecutadas. El accionar bélico de las fuerzas represivas durante las revueltas, devela una profesionalización de la maquinaria estatal de control social, de la cual sin duda Carrillo es artífice técnico e intelectual.
El feminicidio de María Belén Bernal como delito y acto de complicidad interna de la policía en la Escuela Superior en Quito el pasado 11 de septiembre, causó una ola de indignación y rechazo popular masivo en contra de la violencia y brutalidad policial a nivel nacional, acumulado histórico que parece haberse rebasado. El pueblo se cansó de décadas de atropellos, amedrentamiento, persecución, violencia y muerte por los agentes del orden burgués.
Al contrario del supuesto “servir y proteger”, la policía es una institución que se encuentra estrechamente ligada a las economías ilícitas, mismas que incluyen extorsión -vacunas-, asaltos, sicariato y demás delitos relacionados al crimen organizado. El feminicidio de María Belén, es tan solo el último y más notorio entre una larga lista de crímenes de Estado y de lesa humanidad, que la burguesía ejerce -por medio de la policía- de manera sistemática en el Ecuador.
Por su parte, el relevo del vergonzosamente depuesto Patricio Carrillo, el flamante Ministro del Interior, Juan Zapata estudió en una de las escuelas policiales con mayor número de denuncias en América Latina por violaciones sistemáticas a los derechos humanos: la Escuela de Carabineros de Chile. Esta fue una de las instituciones más serviles a la dictadura de Augusto Pinochet, y aun imprime su legado fascista contra el pueblo chileno en la actualidad.
El perfil de Zapata es realmente preocupante: abiertamente de extrema derecha, aparece en repetidas ocasiones junto a Alberto Cárdenas, uno de los líderes neonazis del país. Cabe preguntarse si con Zapata a la cabeza del Ministerio del Interior, volverán a entrenarse grupos de extrema derecha criminales al interior de los regimientos policiales, como sucedía a principios de siglo; o si se fortalecerán estas organizaciones, hasta convertirse en grupos de choque antipopulares, con el apoyo y paraguas desde el centro del poder político-institucional.
El comodín más reciente del presidente se perfila como supuesto elemento conciliador, direccionado a depurar y reformar la desprestigiada institución. Sin embargo, la estructura de la policía y su función institucional representan la imposición de la clase burguesa por excelencia y por la fuerza. Únicamente por medio del uso de la violencia se sostiene el sistema capitalista. No existen elementos aislados o “manzanas podridas”, la brutalidad y el abuso de poder son parte de una lógica y doctrina propia a la institución policial, como punta de la lanza de la burguesía en contra del pueblo.
En un escenario de neoliberalismo como el que impone el gobierno de Lasso, la violencia y los mecanismos de represión y persecución se agudizan. El nombramiento del Coronel Zapata augura una exacerbación de la violencia policial, y una profundización de la fascistización de la institución represiva. Cada vez queda más claro que los próximos años se asemejarán en muchos aspectos a los años 20s del siglo pasado. Cuando el círculo vicioso sistémico del capitalismo no llega a ser superado, los ciclos de crisis y su agudización tienden a repetirse.
Frente al renovado auge del fascismo, nuestro deber histórico consiste en impedir el resurgimiento de la extrema derecha. La cohesión ideológica desde el comunismo y el antifascismo es elemental en este momento histórico.