La única forma de parar el paquetazo es luchando en las calles
Tras el anuncio del paquetazo el día de ayer, 1 de octubre, se constituyó en una fecha simbólica que marca un hito en la historia contemporánea del Ecuador. El país ha entrado de forma agresiva en el ciclo neoliberal. Los grandes relatos políticos tradicionales de la izquierda, entrados en crisis desde hace tiempo, no tienen respuesta más allá de consignas clásicas y golpes de pecho. No hay capacidad de conducción ni perspectiva unitaria que supere la dicotomía correísmo anti correísmo.
El cinismo con el que Moreno afrontó los despidos del sector público, los graves recortes a la clase trabajadora, pública y privada, la jubilación, el retiro del subsidio a los combustibles, no tiene presedente. El pueblo ecuatoriano no va a comer de celulares, tablets o automóviles “baratos”, la plata se va a ir como agua al caño, poniendo en riesgo incluso la dolarización. La oligarquía podrá traer, sacar y llevar millones como le venga en gana, quizá en maletas o costales, como de costumbre.
Mientras esto sucedía, las redes sociales estallaban y la “izquierda”, esa a la que desconocemos, llamaba airosamente a botar a Moreno y a poner un gobierno popular. ¿Voluntarismo pequeño burgués o estupidez repetida?
La “izquierda” continúa profundizando el argumento preferido de la derecha, enfrascar la acción política sobre esta dicotomía, que en incontables ocasiones hemos llamado a superar, no porque los conflictos que de ella se desprenden no sean relevantes, sino por su naturaleza instrumental favorable a los intereses reaccionarios. La superación se debe dar en el marco de lo práctico, y no simplemente de lo ideológico, y debe llevar necesariamente a convocar a un nuevo momento político y organizativo en el mediano plazo, en donde lo electoral pase a ser entendido como una de las tantas tácticas que los sectores populares pueden utilizar, más no el elemento principal; en el caso de que se considere a esta como necesaria.
Hasta que ese momento llegue, no se debe seguir profundizando la carnicería o el purismo sobre bases ideológicas que parecen exigir fidelidades religiosas más que actitudes políticas para afrontar la arremetida neoliberal. Pero, tampoco se puede llamar a la unidad sobre lo que aún no existe, una izquierda con perspectiva clara en torno al problema del poder (partido, masas y fuerza) y distribuida estratégicamente escala nacional, construida conjuntamente con los pueblos y nacionalidades, las mujeres, entre otros. La izquierda ecuatoriana sigue caminando en círculos, marginal, con la certeza de que cada posición es la verdadera, la única y la superadora, con una voluntad “unitaria” que pretende fagocitar a las fuerzas aliadas.
Por ahora no existe una estructura con la legitimidad suficiente para “conducir”, o posibilitar espacios de poder popular que superen a la dirección – un hecho que difícilmente pasará de la noche a la mañana, peor en las actuales condiciones –, tan solo en los deseos de agrupaciones con distintos niveles de presencia en el pueblo. Tampoco creemos que esto se vaya a desarrollar tan pronto, si los viejos y nuevos cadáveres políticos, izquierdistas y progresistas, sean enterrados. Aún deberemos compartir la calle y las acciones con estos, golpear a veces juntos, pero marchando separados; veremos hasta donde.
Conforme la racionalidad de la contienda ha cambiado, con el aparecimiento de estallidos populares, movilizaciones, combates callejeros, que sobrepasan a las viejas estructuras dirigentes, se deberá profundizar la movilización popular desde los diferentes espacios existentes, calentando las calles y elevando los niveles de lucha. Es necesario posicionar, más allá de los intereses marginales de las agrupaciones de izquierda y la pureza “revolucionaria”, una agenda unitaria en la calle que a la par de ir creando los espacios de una nueva izquierda, “recuerde” a los sectores populares que la única forma de parar el paquetazo es luchando.