Lasso: liberalismo en lo político y profundización del neoliberalismo en lo económico
El 22 de abril pasado fue aprobada en la Asamblea Nacional la mal llamada “Ley de defensa de la dolarización”. Mal llamada ya que, a pesar de su nombre, facilitará la salida de dólares de la economía ecuatoriana poniendo a la dolarización en una situación de mayor vulnerabilidad. Pero la ley sí que defiende algo: la agenda de larga data de la gran banca privada que siempre ha buscado la liberalización de las tasas de interés y las comisiones bancarias, un sistema financiero más concentrado y una mayor dependencia del estado del financiamiento privado. Esta agenda desreguladora del mercado financiero, con eufemismos y claroscuros, ha sido parte integral de las propuestas de política económica de las tres campañas presidenciales del ahora presidente electo Guillermo Lasso.
En su tercera campaña presidencial, casi nada se refirió Lasso a esta norma que, con justa razón, muchos han apodado como “ley de defensa de la banca”. Lasso tenía claro que era fundamental desmarcarse de todo lo que saliese de las manos de Lenín Moreno, aunque este último ha puesto en marcha buena parte de su agenda favorable al poder económico. De hecho, la aprobación de la ley de defensa de la banca se dio con el espaldarazo de su bancada legislativa que, sistemáticamente, ha apoyado las reformas económicas del gobierno saliente. De todas formas y más allá de las prescripciones de su asesoría política, Lasso siempre dará pistas de lo que le interesa verdaderamente. Por ejemplo, en campaña criticó frontalmente el financiamiento estatal proveniente desde el Banco Central que la ley de defensa de la banca entierra completamente. Aunque este tipo de financiamiento ha sido usado por la gran mayoría de países del mundo para paliar los efectos de la crisis económica profundizada por la pandemia del Covid19 y que el propio Fondo Monetario Internacional lo promueve, para Lasso esto no debe servir ni para saldar la deuda que el gobierno central tiene con los gobiernos locales a quienes en campaña les prometió pago completo de esos haberes.
El verdadero objetivo de anular la capacidad del Banco Central de financiar al sector público (porque de acuerdo a la nueva ley esa fuente de recursos sí podrá ser utilizada por la banca privada) es generar mayor dependencia estatal del financiamiento privado local y externo. Un país sin herramientas de financiamiento propio entra en condiciones más vulnerables de negociación en los mercados locales y en los mercados de capitales internacionales. El comportamiento de los bonos ecuatorianos tras la aprobación de esta infame ley así lo demuestra.
La mal llamada ley de defensa de la dolarización estaba preparada para garantizar la continuidad del modelo económico de los grandes capitales en caso de que su candidato no ganase las elecciones. Como el escenario electoral fue el contrario e incluso sorpresivo -cuyas razones en campaña y aquellas más estructurales quedan por ser analizadas con profundidad- estas reformas le dejan a Lasso una cancha muy favorable para poner en marcha las políticas económicas que le interesan a él y a la clase a la que pertenece. Además, Lasso ya ha mostrado que su apuesta no será la voracidad de corto plazo. Quienes prepararon motores para ese escenario, estaban profundamente equivocados. Aunque no deja de mostrar su ADN al hablar de privatizaciones y libre comercio, Lasso saluda las diferencias políticas desde una estratégica postura que invoca los principios democráticos y republicanos. Lasso sabe que su gobernabilidad pasará también por desactivar la capacidad de movilización de los sectores sociales. Para ello no duda en hipotecar algunas de sus convicciones y seguramente dará ciertas concesiones en materia social. Entre otras cosas, Moreno deja la vara tan baja que hacer un programa de vacunación con mejores resultados no le será difícil.
De esta forma, Lasso podrá tener vía libre para poner en marcha las decisiones que verdaderamente le interesan. Además, las dos juntas económicas inconstitucionales, pero supuestamente “independientes” que crea la ley de defensa de la banca le permitirán que varias decisiones económicas las tomen y asuman otros que serán nominados por él mismo, siendo la Asamblea que asuma su designación. En otras palabras, si al pueblo no le gusta la política de tasas de interés o está en desacuerdo con los cargos por servicios bancarios, que le echen la culpa a la Junta Financiera “independiente” mientras el presidente se dedica a la vacunación coordinada con la ayuda de un empresario privado con oficina en Carondelet.
A Lasso lo que más le interesa es lo que su programa de gobierno llama modernización financiera, palabra menos chocante para hablar de desregulación y libre flujo para los capitales. Con ello ni siquiera renueva el eufemismo, sino que echa mano del término que se usaba en los años 90 para darle un tinte positivo a la agenda del decálogo de Washington. Con la ley de defensa de la banca, a más de consolidar un sistema de liberalización de tasas y comisiones en manos de una junta de banqueros, la plutocracia ecuatoriana ya tiene toda la libertad para sacar del país los dólares de los depositantes. No hay límites a la posición de sus activos externos. Si por la salida de dólares se afectan los niveles de reserva internacional, el Ministerio de Economía está obligado por ley a resolver el problema con más deuda que pagarán todos los ecuatorianos y ecuatorianas recordándonos los salvatajes públicos de los abusos de la banca de décadas atrás. Argumentará Lasso que no son salvatajes propuestos por él y su ministro de turno. Dirá que la ley propuesta por la administración pasada y aprobada en el periodo anterior le obligan a hacerlo. A Lasso le llega también un país con precios de los combustibles al alza, con los pasajes más caros y con el pan casi al doble de precio. El paquetazo en favor de las élites a las que pertenece y se debe el presidente entrante, lo ha asumido y sigue asumiendo Moreno, seguramente a cambio que Lasso le deje ir tranquilo.
La última traba al libertinaje de los capitales es el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD) que ha sido permanente objeto de ataque de Lasso, aunque no existe prueba empírica alguna que muestre que desincentive la inversión extranjera. Moreno ya debilitó los mecanismos tributarios que deberían alimentar un pacto fiscal y ayudar a mantener saludable la dolarización. Pero el entierro del ISD es un objetivo simbólico para Lasso. Para esto y para impulsar la reforma tributaria que le compromete el Acuerdo con el FMI, deberá asegurarse margen de maniobra en la Asamblea Nacional y sostener su alianza con el PSC. Para ello, puede aceptar las apresuradas ofertas de gobernabilidad que tiene sobre la mesa antes que estos bloques parlamentarios se echen para atrás y hagan de oposición (lo que sería saludable y necesario, dicho sea de paso). A Lasso también le queda la opción de romper a los diferentes bloques con el músculo negociador que le da el control del ejecutivo y su aparataje provincial. Triste pero real praxis de las relaciones entre el ejecutivo y legislativo de nuestro país.
Además de la “modernización financiera” ya facilitada por la mal llamada ley de defensa de la dolarización, Lasso tiene otros objetivos de clase claros e irrenunciables. Lasso buscará profundizar la desregulación laboral abierta por la mal llamada “Ley Humanitaria” bajo la tesis de facilitar las modalidades de contratación tal y como lo plantea su programa de gobierno. Así mismo, la agenda de libre comercio ha sido refrendada en su visita a Colombia y prepara las condiciones para agilitar la privatización de instituciones y activos públicos. El Banco del Pacífico, los hospitales públicos y el sistema de pensiones son objetivos apetecidos y definidos en su programa de gobierno. Insisto, esta agenda económica que responde a los intereses de las élites a las que Lasso pertenece, buscará ser viabilizada con una puesta en escena liberal en lo político y que buscará desactivar la capacidad de movilización de la sociedad civil con concesiones que ya empezamos a ver. Esto obliga a repensar una oposición inteligente y renovada para tiempos que no serán nada fáciles.