Correa, el correísmo, los correístas (II)

correismo
Martes 18 de Diciembre de 2018

Los vicios de la política burguesa

Si existe algo que ha caracterizado a la forma de hacer política del correísmo, es aquella suerte de pragmatismo que justifica fines y medios, convirtiéndolo en una expresión política con poca fortaleza, disciplina y organización. ¿Maquinaria electoral, agencia de marketing político o partido? Las dos primeras definiciones se acercan más a la naturaleza que ha adquirido el correísmo a lo largo de su carrera política, sin embargo, líderes y operadores políticos continúan marchando hacia atrás, y junto a ellos, llevando al abismo de la desesperación a miles de simpatizantes que han encontrado un norte en el correísmo a falta de una izquierda con voluntad de poder y proyección hegemónica.

La apretada carrera electoral del correísmo para el 2019 vuelve a repetir los errores que lo acompañaron durante la década pasada, sin la capacidad de construir una estructura política adecuada, piensa lanzarse al ruedo con la certeza de que ser la “primera fuerza política del país” es suficiente para ganar las seccionales, o por lo menos, posicionar a un buen número de cuadros en juntas parroquiales, concejalías, alcaldías o prefecturas. La espectacularidad que gozó el correísmo ya no existe, el Estado y los medios de comunicación ya no se encuentran en sus manos. Además, ni si quiera cuentan con un partido o movimiento propio, por lo que han tenido que recurrir a varias alianzas polémicas, hecho que daría la leña necesaria para que desde la derecha y la izquierda se encienda con más fuerza la hoguera “anti corrupción” contra el correísmo.

Los vicios de la política burguesa han sido adoptados por toda clase de formaciones políticas de izquierda o progresistas a lo largo de la historia, a razón de un supuesto realismo político, sacrificando cualquier posición ética, que en teoría viene a ser el alma de todo proyecto emancipador. Simplemente no se puede apostar por un proceso de cambio si se juega con las mismas cartas del adversario, sobre todo, si se le da la razón con actos que calan en el sentido común de forma negativa. No se trata de purismos o el “deber ser” de la izquierda sacra, a quien le basta tener “la verdad” para juzgar a los otros con su “superioridad” moral revolucionaria, sino de un mínimo de sentido táctico y lectura del momento histórico.

Argumentos para justificar estas decisiones sobran, quizá el más “objetivo” sea el que reza que a prohibírsele al correísmo durante tres ocasiones cualquier registro electoral, no han tenido más opción que escarbar entre lo más oscuro para encontrar algo de lo que servirse. Sin embargo, la política exige pensar con cabeza fría, acumular poder, priorizar los recursos, administrar con eficiencia las fuerzas con las que se dispone. Hay que saber elegir las batallas, apostar por la victoria sobre lo concreto, no ir por el todo sin un poco de sensatez, considerando que una derrota en 2019 para el correísmo puede convertirse en su certificado de defunción.

Trascender las ambigüedades del correísmo

Aquel pueblo correísta, subestimado por la izquierda que lo considera una masa de “borregos” sin criterio, administrado por una casta que dispone de su voluntad y tiempo, creyendo seguir siendo Estado, es una identidad en disputa que debe empezar a cuestionar desde adentro el devenir político del proyecto, hoy en debacle, con el que simpatiza. “Receta” que también aplica a aquellos miles de trabajadores, campesinos, indígenas y estudiantes, que no encuentran cabida en las vetustas organizaciones, de líderes eternos, de las que forman parte.

Trascender las ambigüedades del correísmo significa no solo desarrollar la dura tarea de la crítica y autocrítica, yendo más allá de los argumentos fáciles, “no romper con la unidad”, “ya habrá tiempo para la autocrítica, no es el momento”, “debemos concentrar nuestras fuerzas en 2019”, también lo es superar la dicotomía correísmo vs. anti correísmo, contradicción de la que se sirve la oligarquía para despistar mientras profundiza su ascenso triunfal al Estado. De ninguna manera se trata de obviar los profundos y desastrosos errores de la Revolución Ciudadana, sobre todo la arremetida que durante su administración se desarrolló implacablemente, so pretexto del fantasma del ex MPD, contra las organizaciones y sectores populares. La única forma de reinventar al pueblo será en medio de la lucha, involucrando a “correístas” y “anti correístas”, quienes gusten o no, se habrán de encontrar en las calles. Entonces, la pregunta es: ¿hasta cuando las pasiones de un pasado que no volverá en un futuro inmediato, seguirán debilitando cualquier posible proceso de configuración de una nueva identidad colectiva popular en el largo plazo?

La espectacularidad del correísmo ha llegado a su tope, mientras que las tareas reales a las que se enfrentan sus simpatizantes en el día a día, sobrepasan cualquier discurso de la dirigencia, e incluso los del líder en el exilio.

Una pelea de largo plazo                 

La crisis de los progresismos es un fenómeno regional, originada por su poca capacidad de sostener cualquier proceso sobre la base de la organización popular, sustentado en una alianza criminal entre el imperialismo, las oligarquías criollas y los gobiernos vasallos.

Una gran “nube de ceniza” ha cubierto a Nuestra América, recordando un cataclismo apocalíptico. En la oscuridad los “viejos dinosaurios”, la “izquierda” y los populismos tradicionales, habrán de morir. Es necesario que se extingan para dar paso a lo nuevo, su agonía será lenta y compleja. Hoy mismo acudimos a este cierre de ciclo, que no puede más que darnos las fuerzas y ánimos posibles para construir una alternativa revolucionaria contemporánea.

Creemos que los correístas pueden y deben cumplir un rol de primera mano en este proceso de creación en el largo plazo, a la final, si recordamos fueron la primera identidad en movilizarse contra el retorno del neoliberalismo a nuestro país. Esta tarea requiere considerar la pelea como un elemento vertebral que tomará tiempo, y que deberá partir del sano y necesario debate, la batalla ideológica, la acumulación de fuerzas en sectores estratégicos, la constitución de estructuras con voluntad de poder, y la organización de un movimiento político social territorialmente asentado, a lo que se añade, hoy más que nunca, la necesaria política internacionalista en clave regional. La independencia definitiva debe ser pensada a escala regional, solos y aislados sucumbiremos rápidamente ante el adversario.

Necesitamos entonces invertir la “triada tradicional”, masas, partido y poder, para constituir un movimiento político social transversalizado por el feminismo popular, la ecología social, el poder popular, la lucha de clases y la autodefensa. Ir más allá del inmediatismo electoral, considerando que esta “nube de ceniza” no se irá tan pronto, y que hasta esta se disipe, deberemos sobrevivir y pelear en la oscuridad. Se debe ser lo que hasta ahora no se ha sido, una alternativa real para el pueblo.

La pregunta es, ¿cómo los correístas pueden insertase en este proceso? Este corto texto no contiene recetas ni respuestas apresuradas, ha tratado de traducir el sentir de esa considerable base popular muchas veces inconforme con sus dirigencias y “legítimos representantes”.

La tarea, de ser aceptada, les pertenece. No hay tiempo que perder.

 

Para leer la primera parte, hacer click aquí: Correa, el correísmo, los correístas (I)

 

 

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