Correísmo vs. anticorreísmo, ¿hasta cuándo?
En el escenario político nacional, como extensión de la ola reaccionaria que se extiende por toda América Latina, se ha impuesto una contradicción cosmética que ha calado en el sentido común de la sociedad. Se trata del "fantasma" del correísmo, que alimentado por el sentimiento anticorreísta, cuyas raíces se extienden desde la derecha a la "izquierda", continúa condicionando lo político.
Las fronteras de esta contradicción son difusas, los límites están casi siempre definidos por emociones desbocadas, confucionismos ideológicos, purismos y exageraciones descontextualizadas. Es claro que el correísmo con toda su ambigüedad, no fue un proyecto revolucionario anticapitalista, secuestró, como todo Estado, la iniciativa popular creyendo que la acción unilateral del aparato estatal era el único acto legítimo.
En estos momentos, seguir centrando el debate en torno a su naturaleza, es seguir sumando leña al neoliberalismo, no porque la discusión haya terminado y se deban olvidar los desaciertos de su proyecto modernizador, errores ampliamente discutidos y pocas veces interiorizados por su dirigencia y militancia, sino porque profundizan el mensaje antiizquierda que esconde detrás de si el discurso anticorreísta. De ninguna forma, queremos atribuir un espíritu anticapitalista que este proyecto nunca tuvo, y posiblemente no tendrá sino cuestiona el carácter caudillista de su liderazgo y la orientación burguesa en materia económica (extractivismo, reprimarización, firma de un TLC con la UE, etc.) de la Revolución Ciudadana. No obstante, tampoco desconocemos los avances que durante este proceso se dieron, aún en el marco de su proyecto modernizador en clave capitalista, mismo que se consiguieron en las calles durante la década del 90 e inicios del 2000, cuyo acumulado resultó ser uno de los elementos que catapultaron a la Revolución Ciudadana al poder.
Quienes celebran el anticorreísmo, sin representar ninguna alternativa que pretenda superarlo, sino más bien regresar al paradigma izquierdista oligárquico de las organizaciones tradicionales, tal como lo hace la UP-PCMLE, la dirigencia del FUT, los rezagos de las viejas estructuras PC-MIR-PSE, así como otros, cuya cerrazón las obliga a retraerse a una lectura religiosa del marxismo, profundizan la reacción neoliberal.
Los márgenes pequeños que separan al correísmo del anticorreísmo los unen con el adversario, lo benefician, le suman fuerzas, profundizan en la sociedad el desgano y la desesperanza. Ahora la tarea pasa necesariamente por sumar por fuera de esta contradicción, enfrentarla desde abajo. No habrá futuro para ningún proyecto emancipador en nuestro país, en el mediano y largo plazo, hasta que podamos salir de este hueco que hábilmente la oligarquía y el imperialismo han posicionado en nuestro interior.
Quienes nos exigen fidelidades ante el correísmo o el anticorreísmo, a razón de una supuesta lectura realista de fuerzas, se equivocan. La política revolucionaria no se mide únicamente por emociones ni resultados cuantificables, sino por cuanto estas ideas han calado y transformado las condiciones de vida y la consciencia del pueblo en la historia. Claramente, ambas posiciones nunca han podido constituirse en tal, por lo que solicitar dichas fidelidades, resulta simplemente estúpido.