La discusión política: un patrimonio arrebatado de las manos de la clase trabajadora
Ecuador empezó abril con la entrada en vigencia del IVA al 15%, una medida que pone un panorama económico sumamente complicado, sin mencionar que implica una contradicción a las promesas de campaña del presidente Noboa. Esto generaba preocupación en la población de cara al posible incremento de los precios, con su consecuente precarización económica. Sin embargo, por aquellos meses, las mismas cifras reflejaban un importante -aunque decreciente- apoyo al presidente Noboa. En el espacio de discusión, el análisis apuntaba una situación paradójica, en la que la sociedad civil ecuatoriana parecía expresar mayoritariamente un apoyo hacia las decisiones, regímenes y actores políticos que justamente se contraponen a sus intereses y necesidades.
Este escenario paradójico se puede explicar de manera relativamente sencilla en términos teóricos. Se trata de una situación de alienación entre la propia clase trabajadora, cuyos miembros, en lugar de buscar los intereses en común con sus congéneres proletarios, se fragmentan entre sí, tomando posturas divididas sobre temas, en el fondo, intrascendentes para su propia vida. Al mismo tiempo, se encasillan dentro de las posturas que impone la clase burguesa, sobre todo, mediante las corporaciones de comunicación masiva, asumiendo estos discursos como discusiones prioritarias.
En otras palabras, hay una continua división y fraccionamiento entre los miembros de la clase trabajadora, quienes continuamente ven afectados sus propios intereses y necesidades, por las políticas públicas adoptadas por el gobierno. Pero que, incapaz de reconocer esos intereses, caen constantemente en las tendencias, conceptos y discusiones que impone la clase burguesa, asumiendo como suyos los intereses de una élite económica que solo busca su propio beneficio.
Ahora, esto puede parecer un discurso puramente abstracto y teórico con términos altisonantes que distan de la realidad del “ecuatoriano promedio”, pero, en realidad, es una situación que se repite constantemente en escenarios cotidianos. Quizás una anécdota concreta sirva para graficar de forma clara las nociones a las que hace referencia este planteamiento.
Hace unos meses, poco después de la subida del IVA, en busca de generar recursos extra ante la precaria situación económica en la que vivimos la mayoría de trabajadores, acepté un trabajo ocasional atendiendo la barra de un espacio cultural en un evento musical. Más allá del evento, al llegar al lugar tuve la oportunidad de conocer a un grupo de arquitectos profesionales titulados, todos ellos pertenecientes a la pequeñoburguesía, bien vestidos y presentados, con una clara elocuencia en su hablar. A la espera de que llegue el encargado del evento y el espacio en cuestión, decidimos ir por unas cervezas y, de camino a la tienda, conversaban sobre la situación de sus vidas.
Rápidamente, el tema giró hacia las dificultades económicas que estaban atravesando. Dos de los tres involucrados tenían esposas e hijos. No obstante, pese a su profesión y estatus de clase media, mencionaban su profunda preocupación por su actual falta de estabilidad laboral, que rayaba prácticamente en el desempleo, sobre todo por las implicaciones que esto tenía para sus familias. Tal era su angustia, que ambos hablaban seriamente de la posibilidad de migrar, e incluso, señalaron que habían hecho algunas averiguaciones para ello. Sin embargo, tras comprar la cerveza, al poco de sentarnos y empezar a repartirla, rápidamente la conversación giró en torno al tema del momento, como si se tratara de la última novedad de la farándula, la invasión de la Embajada de México en Ecuador y la posterior detención de Jorge Glas.
Lógicamente, este tema despertó una discusión álgida con diferentes perspectivas sobre el suceso. Sin embargo, en retrospectiva, lo que llama la atención es el hecho de que, una vez entrada la conversación en esta cuestión, el tema de la situación económica de estas personas quedó totalmente relegada a segundo plano, y ese es justo el meollo del problema que busca visibilizar este texto.
Cada vez somos más las personas de clase trabajadora que nos vemos sumidas en la precariedad económica y social. Sin importar si es gente humilde de estratos bajos y zonas socialmente marginales, o bien, profesionistas con título universitario. Todos nos vemos inmersos en una situación difícil, con pocas oportunidades de acceso al empleo y, por consiguiente, a una vida digna. Sin embargo, la discusión, análisis y reflexión política se aleja cada vez más de estos temas trascendentales, que tienen relación directa con nuestras necesidades e intereses como clase trabajadora; y cae directo alrededor de temas coyunturales, propios del momento, incluso, podría decirse, faranduleros.
Esas prioridades definitivamente tienen que estar relacionadas con nuestras necesidades fundamentales, nuestros genuinos intereses como ciudadanía, sociedad civil, clase trabajadora o como prefiérase llamarla, y en ese sentido, hay temas mucho más urgentes que requieren nuestra atención. Nos urge exigir condiciones para una vida digna, con verdaderas oportunidades de empleo para ganarnos el sustento, para cumplir nuestros objetivos de vida, o tan siquiera, para alimentar a nuestras familias. Nos apremia la necesidad de un país más seguro, donde podamos prosperar como sociedad y emprender sin miedo a las “vacunas”. Nos urge una sociedad menos violenta, donde podamos caminar sin que, a cada paso, avancemos con pavor de que nos sigan viniendo a robar, de que nos sigan queriendo matar.
Sin embargo, a pesar de todas estas necesidades urgentes ante una sociedad cada vez más violenta, empobrecida y precarizada, nuestra perspectiva como clase trabajadora sigue siendo tan estrecha que nos vemos como un fenómeno puramente social, casi que una circunstancia natural, como cualquier desastre ambiental. La imposición de las corporaciones de comunicación, nos obligan solo a vislumbrar en el horizonte soluciones desde la individualidad. Mismas que implican profundos riesgos, y no dan ninguna garantía de solución, como dejar atrás nuestras familias, aspiraciones, seres queridos y hasta nuestras propias vidas labradas hasta ahora, por migrar a un destino incierto en busca de una promesa de vida mejor, con la sensación de que prácticamente cualquier cosa es mejor a lo que vivimos aquí. Así cuando hablamos de política, nuestras discusiones giran en torno al espectáculo político de turno que nos pone el gobierno, y que amplifican los medios de comunicación corporativos, impulsados puramente por sus propios intereses.
Más aún, en muchos espacios, se ha perdido por completo el sentido crítico. Nos amoldamos sin mayor esfuerzo a repetir los temas, criterios y discursos que nos imponen los medios de comunicación corporativos, como si repetir lo que dicen sus supuestos analistas nos hiciera personas inteligentes y políticamente informadas. Repetimos sin mayor reflexión, como si fuera una verdadera perspectiva ciudadana, los criterios que escuchamos en canales de televisión, radios y periódicos tradicionales, mismos medios de comunicación que, en lugar de cuestionar y exigir resultados al gobierno en materia de seguridad, empleo y economía, por no mencionar educación y salud, nos publican consejos y recomendaciones sobre ‘cómo evitar ser asaltados’, o ‘qué hacer si nos quedamos sin trabajo’. ¿Acaso no es obvio que nuestras condiciones de vida no les interesan en lo más mínimo? ¿No es evidente que solo están impulsados por sus propios intereses, y que el hecho de que a diario nos roban, matan y extorsionan es un tema nimio y banal para ellos?
Quizás, al leer estas palabras tan recalcitrantes, escritas desde el dolor que representa vivir todos los días la realidad de este país, puede parecer que se habla puramente desde la rabia, que se echa la culpa al pueblo por su situación, en lugar de buscar una solución. Pero es justo por ello que se aborda este tema con estas palabras, más allá de cuánto aporten a la reflexión. Es urgente una solución a las terribles condiciones en las que vivimos, pero también, para empezar a plantear una mínima solución a este escenario, es fundamental recuperar ese bien tan preciado y valioso que es la discusión política, arrebatarlo de las manos de la clase burguesa dominante y sus corporaciones de comunicación, para traerla de vuelta al terreno de las necesidades prioritarias de la clase trabajadora, de la gente que sale cada día a buscarse el sustento para sí mismos y sus familias.
Pero, sobre todo, es imperativo comprender que esta solución a los principales problemas de la sociedad no puede brotar de un iluminado, un nuevo líder caudillista o un partido político en específico. Una solución efectiva a nuestras principales necesidades solo puede proceder de nosotros mismos en colectividad, de la sociedad civil como conjunto, de una ciudadanía organizada, que tiene claras sus necesidades y sus prioridades, y que, desde allí, es capaz de tomarse en colectivo el poder del Estado, ese poder que, por definición, se nos debe a nosotros, los mandantes, para poder, desde ahí, atender el hambre, el dolor y la necesidad que hoy padece toda la clase trabajadora ecuatoriana.
Fuentes:
Marx, K. (2015). Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Ediciones Colihue SRL.
Marx, K., Engels, F., & Miguel, A. H. (1975). Manifiesto del partido comunista (Vol. 124). Ediciones en Lenguas Extranjeras.
Ingobernables [IngoEC] (2024) Popularidad de Noboa, ¿en picada? Análisis con Pedro Donoso. YouTube. https://youtu.be/X6Tzo5q1V7A?t=1589
El Universo. (2024). Consejos para evitar ser asaltado por sacapintas si sacas dinero del banco. Recuperado de: https://www.eluniverso.com/noticias/seguridad/consejos-para-evitar-ser-asaltado-por-sacapintas-si-sacas-dinero-del-banco-nota/
El Telégrafo. (2024). Cinco estrategias para afrontar la salida de un trabajo. Recuperado de: https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/empresariales/1/cinco-estrategias-para-afrontar-la-salida-de-un-trabajo