La relatividad de la historia, una oportuna interpretación de la Conquista
Es indignante pero no sorprendente que en pleno siglo XXI se plantee la invasión y colonización española de lo que hoy llamamos América Latina como el “encuentro de dos mundos”. El presente escrito es una reflexión sobre el artículo de opinión elaborado hace unos días por Luis Espinosa Goded, publicado en el diario La República. En dicho artículo Espinosa Goded justifica el calificativo realizado en su cuenta de Twitter de “gesta de la humanidad” a la conquista española de América; argumentando “la Conquista, más bien, el victimismo de la conquista española” como mito fundacional de las naciones latinoamericanas y causa de su subdesarrollo.
La Conquista no es un mito fundacional de los Estados nación de América Latina, como plantea Espinosa Goded, sino el proceso histórico producto del cual se fraguaron unas determinadas relaciones de dominación sobre los territorios de Abya Yala, el cual dio lugar a la fundación de lo que hoy son las naciones de América Latina por un grupo de hombres criollos, blanco-mestizos y heterosexuales (Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Francisco de Paula Santander, Jean-Jacques Dessalines, entre otros); esos mismos hombres son quienes han escrito la historia y han significado los hechos, y como Espinosa, lo han hecho desde el privilegio de clase, étnico y de sexo-género.
Su artículo parte del planteamiento de la relatividad de la interpretación de la historia, lo cual implica relativiza también el presente, en tanto producto de los hechos del pasado, y, en consecuencia, relativiza la existencia de la matriz colonial sobre los territorios de América Latina, en medio de lo que hoy se conoce como sociedad global.
En el presente artículo no se pretende insistir en los hechos descontextualizados que Espinosa Goded plantea como las tres “falsedades” de la conquista, y sobre los que otros colegas ya han hablado, sino aportar una reflexión sobre la falacia de lo que él llama “el relato victimista (…) que cuando no culpa a los españoles, culpa a el imperio yanqui” como la causa de la falta de desarrollo en América Latina. Negar la colonización que hemos vivido los pueblos de América Latina y del sur global a la hora de situarnos en el presente, es invisibilizar los cimientos del sistema actual y ocultar las bases de la crisis económica, ecológica y de los cuidados que enfrentamos como humanidad.
Por ejemplo, no es posible concebir la existencia de la oposición: países desarrollados y países subdesarrollados, si no hacemos referencia a hechos pasados como la esclavización de los pueblos de África y Abya Yala por parte de los señores de Europa y las congregaciones de la iglesia católica para el trabajo en los depósitos de oro y de plata. Houghton Mifflin Harcourt en su libro “La otra esclavitud: la historia desconocida de la esclavitud de los indios en América” (2016) concluye que desde la llegada de Colón hasta fin de siglo XIX hubo entre 2,5 y 5 millones de esclavos; sólo entre 1500 y 1510 más de 5.000 indios fueron llevados a los lavaderos ubicados en La Española, la isla que comparten Haití y República Dominicana.
Indagando en las causas del subdesarrollo, es preciso recordar que apenas en la segunda mitad del siglo XX se consiguió la independencia de África, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, tras la cual se pretendió superar el pasado colonial, para lo que se propuso la igualdad jurídica de las naciones del mundo, la consagración de los Derechos Humanos y se planteó la Cooperación Internacional para el Desarrollo. En la actualidad, tras casi 50 años, el ahora desarrollo sostenible continúa siendo una propuesta retórica, y si bien la esclavitud es ilegal, se han instaurado otras formas de aprovechamiento de los territorios, medios de vida, trabajo y cuerpos de las personas. Negar la colonialidad es negar y deslegitimar las resistencias del presente que alzan su voz frente a la precarización laboral, la propuesta de incremento de edad para la jubilación, las actividades extractivas, el cambio climático, la desigualdad de la mujer y otros sexo-generó, en fin, es deslegitimar la lucha actual y a escala mundial por la sostenibilidad de la vida.
Para finalizar, parafraseando a Espinosa Goded: “sería mucho más bonito, más real, y más enriquecedor para toda América Latina” y los pueblos del sur global si en lugar de centrar el relato de la Conquista en el privilegio eurocéntrico, androcéntrico y antropocéntrico, se visibilizase la matriz colonial, se enalteciese el kichwa, el aymara, el waoterero y otros idiomas de los pueblos originarios; se promoviese el decrecimiento y el Sumak Kawsay frente al desarrollo; asumiésemos el mestizaje valorizando el legado runa y negásemos al blanco colonizador.