La “solución” a la crisis educativa: recortes, lucro y abandono
Desde el inicio del gobierno actual, hemos sido testigos de la continuación de la agenda neoliberal de Moreno, abanderada por el nuevo acólito en Carondelet: el siempre confiable Guillermo Lasso.
Si algo hace bien el neoliberalismo, es evadir que lo relacionen con los problemas que este mismo causa. Para quien dude de tal afirmación, le invitó a que realice un pequeño ejercicio. El sentido común, el sentido social, las palabras que circulan en las mentes y corazones de nuestros ciudadanos -corroídos en una medida por el odio, la desinformación, la manipulación y la desidia- son poco esperanzadoras. Si preguntamos a cualquier ciudadano en la calle ¿por qué no hay trabajo en el país?, seguramente la respuesta vendrá con un toque de xenofobia y nos señalará que, quienes están en el país en condición de migrantes, nos roban el trabajo. Si preguntamos ¿por qué no existen insumos en los hospitales?, seguramente la respuesta será que es culpa de Bucarám, Moreno (¿Correa?) y en general cualquier cosa -o persona- que se asocie al término corrupción.
Detrás de todas estas percepciones, esta no sólo la acción de individuos, sino la evidente inacción del estado. Existe un aumento significativo del desempleo, porque más de 200.000 trabajadores fueron cesados de empresas públicas, por ejemplo, que cerraron bajo el cuento del estado obeso. La falta de insumos se da “por unos cuantos sátrapas“ y nos olvidamos de que los recortes a la salud se han mantenido en los presupuestos generales de los últimos tres años y el presupuesto actual -oh sorpresa- no ha sido la excepción.
El pútrido vaho que se respira aún con la victoria de Lasso - y la consecuente continuación y profundización de las medidas neoliberales idénticas y más agresivas que las de Moreno- se ha mantenido intacto. Con una exitosa y atropellada campaña de vacunación, el banquero presidente se ha mostrado ante los ojos del país como “Lassolución” a los problemas de la patria, contrario a lo que realmente es: una de sus principales causas.
Cuando hablamos de educación superior, la lógica del odio hacia lo público se impone frente al sentido común. Mucha gente “del común” ha visto con buenos ojos, o al menos ha encontrado alguna justificación al criminal recorte presupuestario- que se sigue llevando a cabo desde el 2018- en creer que los centros de educación superior pública son incapaces de administrase por sí mismos. Al no ejecutar sus presupuestos, pues está justificando que se los quiten…¿cierto?
Me parece que no alcanzamos a dimensionar el daño irreparable que se le hace a la educación superior, que -con todos su avatares y desavenencias-, no deja de ser un derecho de los ciudadanos y una obligación del estado. Velar porque este derecho se cumpla, no es retirar dinero para empeorar y entorpecer su ya de por si torpe y deficiente funcionamiento. ¿Con qué fin? La mano de obra sobrecalificada no es útil a los requerimientos del mercado. Si en Carondelet algo prima sobre las vidas de los ciudadanos de esta patria, son justamente los requerimientos del mercado.
Por tal motivo, no es de asombrarnos que el gobierno actual engañara a miles de bachilleres. Ofreciendo un groseramente demagógico “libre acceso”, mientras que lo único que se hizo fue modificar el examen de acceso, enturbiarlo y cortar de nuevo la esperanza de estudiar de miles y miles de bachilleres.
Como si esto fuera poco, las recientes reformas a la LOES, anunciadas el 18 de agosto, han sido presentadas bajo los eufemismos de, “garantizar el acceso” “otorgar libertad y autonomía” y “potenciar los procesos de selección”. ¿Suena bien? Si. El problema radica en que no lo está. “Garantizar el acceso” -léase desaparición de organismos de control como CES y Senescyt, para no centralizar la oferta universitaria- no garantiza absolutamente nada en términos reales, pues no hay una propuesta sobre como conseguir esta garantía de acceso. Sobre la “libertad y autonomía”, nos referimos a abandonar todo proceso de control y aseguramiento de la calidad educativa universitaria. Entregar competencias exclusivas de organismos de control a las camarillas de los rectores, es convertir la universidad en un feudo a nombre de la “autonomía”. Respecto a “potenciar los mecanismos de acceso”, eso implica permitir que las universidades lucren con el control de cursos propedéuticos y de preparación, que no garantizan ni aprendizaje real ni ingreso.
No contento con estas reformas, el Ejecutivo ha dado un golpe de gracia para acabar de sepultar la esperanza de muchos jóvenes de acceder a un cupo universitario. Lasso retira del presupuesto 12 millones USD destinados al cofinanciamiento estatal de ocho universidades privadas, que otorgaban becas a estudiantes de escasos recursos: este parece ser el golpe de gracia.
La educación pública ecuatoriana se encuentra en crisis en todos sus niveles, y sobre todo en riesgo, ante la precarización del servicio público, y la evidente falta de voluntad para sostenerla: el escenario se evidencia bastante obscuro. La frase “que estudien los que tienen plata” se ha vuelto una política de estado, y ante la carencia de organizaciones estudiantiles que estén en capacidad de asumir una defensa ordenada, coherente, sostenida y combativa, el futuro de la U pública parece ser la tumba.
Fotografía: Leo Salaz