Que nos quede vida para prenderle fuego
Los incendios forestales que en estos momentos, amenazan a buena parte de las regiones con mayores remanentes de bosque primario y por ende, de índices de biodiversidad del planeta, no son ninguna coincidencia, por más que los Bolsonaros o Trump Jrs de este mundo quieran pretenderlo. Es más, responden a las verdaderas leyes del mercado global, arraigadas de manera orgánica con los fundamentos de nuestro sistema económico y productivo.
Después de que las imágenes de los fuegos arrasadores inundaran los medios, la indignación en las redes sociales no se hizo esperar, con un sinnúmero de memes, videos e imágenes viralizadas a nivel mundial, pidiendo entre hashtags como #PrayForAmazonia, excentricidades como un rezo masivo por el Amazonas. Como si eso hiciese diferencia alguna en acabar con la deforestación, la desertificación, la expansión de la frontera agrícola y por ende ecológica y la Sexta Extinción Masiva de especies, la primera iniciada por la especie humana por medio del Capitaloceno[1]. Cómo si estas fuesen a resolverse o desaparecer con el hecho de compartir desesperadamente un contenido gráfico en un medio digital y juntar las manos en son de rezo. Estas expresiones espontáneas de aparente y superficial solidaridad terminan por ser eso mismo, expresiones espontáneas y superficiales de solidaridad, correspondiendo a la fluidez social que hemos construido en tiempos de la hiperdigitalización, además de la enfermiza proyección de nuestros alteregos digitales hacia algo que no somos. Pretendemos contentarnos con aparentar preocupación, ante una problemática de la cual todxs somos parte y a la cual todxs contribuimos. Esta problemática radica en el sistema de producción como tal y no meramente en el elemento superficial del patrón de consumo.
Zlavoj Zizek comentaba, ante las demandas de los chalecos amarillos, que estos estaban pidiendo algo que este sistema no les puede dar, ya que las demandas expresadas se encuentran por fuera de los límites estructurales del mismo. Un caso similar se observa con el fenómeno antes descrito, ya que en sus propias palabras sigue imperando un discurso fatalista que prefiere imaginar el apocalipsis – y aquí cabe recalcar que este tan sólo incluiría el humano, más no el planetario - antes que un fin del capitalismo, un cambio de sistema, cualquier intento de algo verdaderamente nuevo. Este resulta ser el elemento fundamentalmente contradictorio.
Por elección propia, nos encontramos en una situación en la cual sufrimos una alienación crónica en nuestras formas de relacionamiento entre nosotrxs, con otras especies y con la naturaleza en general. No es coincidencia que la condición de la modernidad sea la ansiedad, por tomar una reflexión que hacía, hace ya casi un siglo, el psicoanalista Carl Jung. No es coincidencia que compremos carne muerta de animales sin saber significado alguno que comprenda el relacionarse con lo que se encuentra detrás del producto final, relacionándonos en primera y única instancia con el animal desde un punto de vista de producto de consumo. Tampoco es coincidencia que la dominación en nuestro sistema de producción se dé por medio de la explotación, ya que esta es inherente al mismo e inseparable de este.
Si observamos la localización geográfica de los incendios forestales recientes y actuales, no resulta ser coincidencia tampoco que estos se den de forma predominante en el Sur global – incluyendo América Latina, África y partes de Asia, como también al sur de Europa. Ya que este fenómeno se ubica dentro de la estructura del mercado, el cual sitúa al Sur en una relación perpetua de dependencia, depredando naturaleza a cambio de materia muerta.
Esta misma lógica nos conduce - no por coincidencia – al objetivo final del capitalismo: la subsecuente comodificación de todo lo que existe en el mundo, incluyendo, en última instancia, el agua, el aire, los árboles, el resto de las especies de animales y todo lo vivo en el planeta, incluyendo también a la especie humana. La dominación de la naturaleza por por la humanidad, replica y profundiza también las relaciones patriarcales, las cuales cosifica a la naturaleza como se cosifican a lxs cuerpxs de las mujeres, “territorio” que según la narrativa, deber ser dominado. Sin duda, en situaciones como la que nos encontramos atravesando, se permite la identificación de los verdaderos pilares del sistema capitalista, los cuales consisten en la explotación simultánea y fundamental a la mujer como sujeto social y económico, y a la naturaleza como lugar material de un proceso cada vez más despiadado de acumulación y reacumulación.
Es necesario mencionar que todas las características estructurales descritas anteriormente representan la cara de la misma moneda: el capitalismo como sistema y neoliberalismo como momento histórico, además de ideológica y doctrina.
Como la socialdemocracia o el correísmo, el ecologismo liberal pretende enunciar pequeños cambios personales – acentuando y partiendo, obviamente- del individuo como fuente de consumo con intención de crear nuevos y expandir viejos mercados. Consecuentemente, cualquier propuesta que se imagine bajo este precepto termina siendo, como los fenómenos antes enunciados, nada más que un curita al problema verdadero. Así, cualquier cambio de patrón de consumo – incluyendo al vegetarianismo y veganismo – terminaría siendo (una vez más) insostenible. El cambio no radica en nuestras decisiones individuales como consumidorxs, ya que incluso el enfoque del que se parte se encuentra muy por fuera de órbita de cualquier razonamiento ecologista- sino en un cambio de proporciones sistémicas. Utilicemos entonces el fuego no de manera destructora, como lo comprenden las lógicas capitalistas, sino como fuerza de renovación. Si el sistema le prende fuego a la vida, que nos quede vida para prenderle fuego al sistema.
Referencia
[1] Término definido por Jason W. Moore, en contraste crítico con el Antropoceno, concepto que se refiere al impacto decisivo de la vida humana sobre todas las otras formas de vida en el planeta en la época geológica actual. Véase Jason W. Moore: Anthropocene or Capitalocene? Nature, History and the Crisis of Capitalism, 2016.