A tomarse los fogones: volver a la cocina popular
Se suponía que el McDonald’s lo que nos vendía eran hamburguesas, sin embargo “McDonald’s representa la ‘globalización de la cultura’ y del ‘imperialismo cultural’”[1]
Desde hace muchos años el modo en que producimos es lo que conforma la manera en la que interactuamos entre nosotros. El modo de producción termina por establecer la manera en la que socializamos. En otras palabras, la sociedad se adapta para que la producción funcione de la mejor manera y este modo de producción tira línea sobre cómo debe funcionar la sociedad: el Taylorismo, el Fordismo, el Toyotismo, solo por nombrar algunos.
En 1995 George Ritzer publicaba su libro la McDonaldizacioón de la Sociedad, en el que explica cómo la sociedad se había ido moldeando bajo este modo de producción, alrededor de cuatro conceptos básicos y primordiales de la empresa del payasito feliz: Maximizar la “Eficiencia”, “Cálculo” de cómo vivimos y producimos, “Previsibilidad” de los resultados y “Control” de la sociedad.
Hoy vivimos en una sociedad del fast-food, dedicada a esta forma de producir y de “comer” pero que en realidad es una forma de vivir. Vivir rápido, disfrutar pequeños momentos de mucha azúcar y grasa. Sustancias que mantienen unidas gracias químicos altamente dañinos y potentes. Gracias a la ideología dominante, creemos que esa comida chatarra, representa la felicidad, como nos la vende el payasito.
Así nos mantienen, ¿quiénes? me preguntarán, pues las grandes corporaciones, los dueños del mundo, el sistema, la mátrix, llámenlos como gusten. Con pequeños momentos “vividos”, que parecen felicidad pero que en realidad nos son dañinos. Esas corporaciones se mantienen gracias a ultra-explotación laboral, precarización y destrucción de cualquier derecho, en pocas gracias a todos nosotros. Gracias a masivas cantidades de publicidad y medios de comunicación (aquellos “componentes químicos”) nos hacen creer que lo que hacemos es luchar por nuestro bienestar, y nos creemos que podemos ser self-made men o women. Repetimos como zombies que la corporación nos cuida, que somos sus socios, que somos emprendedores. Básicamente que "¡el pobre es pobre porque quiere!"
Un paso más allá de la McDonalización, vemos que la sociedad está siendo Uberizada, como varios autores describen. Las sociedades se van configurando a partir de esta forma de “producción”. Ésta ahora no produce nada y simplemente explotan de manera impune. Cero regulaciones pues están en “la web” y regularla sería un “atentado contra la libertad de expresión” como exclaman siempre las chachalacas del libertinaje de expresión de las corporaciones de “comunicación”.
Obviamente, ustedes se están preguntando por qué todo este “blablabá”, ¿dónde está lo de tomarse los fogones?
Pues por esto: La Macdonalización viene y se impone justamente por medio de la destrucción de las cocinas locales. De las cocinas de verdad, de destruir el comer en familia, de hacer del fogón el centro de la casa. Rompiendo nuestro espacio de socialización, al imponernos lo individual, lo rápido, lo dividido ¡Eficiencia, Cálculo, Previsibilidad y Control!
Han impuesto un McDonald’s en todos nuestros pueblos, y no les bastó. Ahora creamos nuestra “propia” comida fast-food y creemos que nos adueñamos del espacio cultural, creemos que resistíamos.
Las cocinas profesionales y esas “gourmet” en su mayoría son, y se los puedo contar de primera mano, una trinchera de los peores “valores” del capitalismo. Todo tipo de prácticas discriminatorias, de explotación y humillación que jamás he podido observar, se pueden encontrar ahí. Diciendo “esto no es nada, si vieras lo que yo pasé” los cocineros aceptan cualquier explotación y justifican cualquier denigración que puedan hacer o recibir.
La acción se vuelve indispensable. Recuperando formas de cocina que ataquen a diferentes males del capitalismo. No por una cocina light, o sana, o "sabrosa". Tenemos que luchar y exigir una cocina sin explotación, donde no haya sufrimiento humano. Una cocina por el bien común, que permita nuevas formas, que vayan surgiendo desde lo popular para contrarrestar la McDonalización de este mundo.
Es tan necesario tomarse los fogones, como tomarse las calles, las plazas, las fábricas. Es necesario hacer cotidiana nuestra lucha y nuestra militancia, cada una y cada uno desde los espacios en los que puede implicarse. Dar las luchas desde sus “pequeños” espacios e ir transformando su realidad dentro de sus posibilidades.
Una cocina activista permitiría revertir el discurso ultra-extractivista de la alta cocina. Dónde lo importante es el cliente y que reciba cada uno una “obra de arte”, sin importar los desperdicios o las explotaciones que se hagan dentro de la cocina. Siempre y cuando la foto en Instagram salga bien.
Rompamos con la “gourmet” e indignante apropiación cultural de lo popular y ancestral. Con el marketing de lo políticamente correcto se permiten las clases altas sentirse mejor consigo mismas y alimentan su falso discursillo pachamamístico. ¡Tomémonos los fogones!
[1] Shigeru Thomas Otsubo en el primer capítulo de Globalization and Development Volume 1.