El poder detrás del poder: breve historia de las élites tradicionales del Ecuador
Una élite tradicional es una fracción de la burguesía que cuenta con características específicas que la tipifican como tal. Entre otras, tienen tendencias a ser monopólicas, ya sea en el sector industrial o financiero; sus relaciones de poder se basan en la colonialidad; forman parte de familias o grupos familiares históricamente acaudalados; se encuentran en constantes pugnas por el poder; y son racistas, ante todo, frente a la población indígena. Todo esto hace que a estás élites se les haga indispensable trasladar su poderío económico a la esfera política.
A lo largo de la historia institucional del Estado ecuatoriano, élites tradicionales se han inmiscuido en el Estado para generar las condiciones materiales necesarias que les permitan mantener su posición social de poder. Desde la colonia, ya existía una dicotomía importante entre las élites serranas y las costeñas. Mientras que la Sierra se caracterizó por el sistema de haciendas, la Costa contaba con latifundios cacaoteros y bananeros. Ergo, surgió la primera gran pugna por el poder en el país, las élites hacenderas serranas contra las latifundistas costeñas. Por un lado, las serranas construyeron su legitimación y hegemonía a través del catolicísimo, el conservadurismo y la explotación de mano de obra Indígena. Por otro lado, las costeñas tendieron a ser más liberales por su condición geográfica de puerto, y eran más clasistas que racistas. De esta primera etapa, por ejemplo, aparece el pacto elitista de llamar al naciente Estado “República del Ecuador”. Esto, para que las élites guayaquileñas y cuencanas no se sientan eximidas del plan nacional; ya que, originalmente el país iba a llamarse “República de Quito”. Asimismo, a las élites tradicionales les debemos la instauración del liberalismo económico capitalista como sistema predominante, la delimitación geográfica del país, la división provincialista y la marginalización nacional de los indígenas y negros.
A principios del siglo XX, apenas 20 familias controlaban la producción de cacao a raíz del segundo boom cacaotero de 1890. Así pues, las diferencias Costa-Sierra se acrecentaron, el libre mercado se apoderó de la región costeña, en tanto que, la Sierra permaneció en la lógica del mercado local hacendero. De esta manera, se dieron las condiciones necesarias para que estallase la Revolución liberal, hito del que estuvieron detrás las élites liberales de la Costa. Después de dicha pseudo revolución, los hacenderos serranos perdieron poderío a nivel nacional. Debido a este vació de poder, las Fuerzas Armadas se encontraron a la altura de las circunstancias y se conformaron como un nuevo actor elitista. De aquí nació la Revolución Juliana, donde el Estado Central se fortaleció gracias a Juntas de Gobierno militares. En esta etapa, entre otras cosas, se crea el Banco Central y se establece a Quito como su sede, suceso que no les agradó a las élites bancarias costeñas. Acto seguido, se da el “Levantamiento de los Banqueros de Guayaquil”, mediante el cual la Junta de Gobierno decide renunciar. Vale recalcar que, en 1922 -3 años antes del acontecimiento- las mismas élites guayaquileñas estuvieron detrás de la matanza a la clase trabajadora organizada conocida como “Las Cruces Sobre el Agua”.
En la década de los 50s se da el Boom Bananero, que acrecentó aún más el poder de las élites latifundistas, desarticulando casi por completo a las haciendas serranas en el proceso. Aunque la economía del país se vio beneficiada durante el nuevo Boom, la industria se mantuvo obstaculizada y controlada por las élites tradicionales. Esto llevo a que familias como la Noboa se acomoden aún más como actor elitista significativo y que extiendan su influencia en el plano político. En los 70s, se da otro Boom, el del petróleo. Sin embargo, en esta ocasión el Ecuador se encontraba inmiscuido en una dictadura militar comandada por Guillermo Rodríguez Lara. Una de las políticas más novedosas durante este período fue la segunda reforma agraria. Pese que, a simple vista denote lo contrario, las élites tradicionales, junto a los Estados Unidos, apoyaron a la reforma. Esto, ya que los hacenderos y latifundistas activaron el mercado de tierras, vendieron las de mala calidad y en el proceso, apaciguaron al álgido campesinado de la época.
Resultante del Boom Petrolero, las élites industriales y financieras se hicieron con más acumulación de capital, poder y legitimación. A la par, se consolidó el fenómeno de los grupos y empresas familiares. Es aquí donde el monopolio de producción y de comercialización se arraigó por completo en la economía ecuatoriana. En los 80s, según estimaciones, 53 compañías anónimas eran lideradas por alrededor de 15 familias. Autores como Navarro (2006), clasifican a 2 grupos elitistas conformados por familias, el “Filantrópico” (Isaías, Dassum, Lasso, Kronfle, Abbud y Bucaram) y el “Super Grupo de Guayaquil” (Arosemena, Monroy, Marcos, Noboa, Vallarino, Febres Cordero, Durán Ballén y Roca Bustamante). Durante el gobierno socialcristiano de Febres Cordero, el grupo Noboa pasó a convertirse en el más poderoso del país. Asimismo, durante esta década las élites tradicionales ayudaron a instaurar al modelo neoliberal, agudizando la crisis, la desigualdad y la acumulación de capital en monopolios elitistas.
A partir de la “década perdida” de los 80s, a principios de los 90s, las élites industriales y financieras se integraron dentro de directivas bancarias. Los Isaías, Pinto o Mantilla son ejemplificaciones de la fusión industrial y financiera. La política pública y leyes de ese entonces desregularon a los bancos, liberaron sus tasas de interés y ampliaron el abanico de servicios brindaban, desembocando en el mayor monopolio bancario de la historia, liderado por el Grupo del Pacífico. El neoliberalismo en el Ecuador tuvo su punto de ebullición en el 99 con el “Feriado Bancario”, la peor crisis económica del país -hasta entonces-.
Con la llegada del progresismo en 2007, las cosas no cambiaron mucho. Aunque es cierto que distintos actores elitistas funcionaron como fuerzas de choque frente al gobierno de Rafael Correa, los lazos entre el gobierno y las élites no cesaron. La Revolución Ciudadana se encontró así misma en una relación de mutuo beneficio con actores elitistas como Isabel Noboa, el Grupo Eljuri, Fidel Egas o los Wright. Luego, llegó el gobierno de Moreno, que ha sido catalogado como un “gobierno empresarial”, en el cual Richard Martínez o hasta el mismo Guillermo Lasso se vieron altamente beneficiados. Actualmente, nos encontramos en el ocaso del gobierno más abiertamente elitista de la historia del Ecuador, el de Guillermo Lasso. A pesar de que este falló rotundamente en la esfera social, económica y política, logró su cometido de dejar al Estado estructurado en base a los intereses económicos y políticos de las élites tradicionales.
La burguesía continúa su cometido histórico: la fascistización estatal, la crisis generalizada y la precarización de la clase trabajadora en pro de asegurarse mejores condiciones de acumulación. Irremediablemente el juego por el control del Estado, demuestra las dinámicas pérfidas del poder detrás del poder.