La ética y estética del feminismo de la autodeterminación

Movilización feminista
Lunes 18 de Marzo de 2019

A muy breves y resumidos rasgos, el estudio de la ética es una de las ramas más antiguas de la filosofía. Los textos clásicos se van a referir a la ética como el estudio de la moral, del cómo proceder. Después, las teorías críticas van a mirar la ética más allá del bien y el mal, y van a evaluar la base misma de dicha dicotomía, desembocando en las raíces socio-históricas de la moral. En cuanto a la estética, superando la apreciación del arte, se refiere a lo que consideramos bello y feo, sublime o vil, lo trágico, lo cómico, y por supuesto, lo heroico. La estética está ligada a la producción histórica y política de mitos que sostienen la realidad que vivimos.

Lo que planteo en este artículo, es cómo a partir de las mismísimas ética y estética patriarcales, hemos ido construyendo un ser feminista, que además de tener estándares morales con una rigidez extremadamente excluyente, nos siguen perpetuando en un deber ser, instrumento que a lo largo de la historia ha sido de uso útil para el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo y el especismo.

Cuando hablo de una ética y estética serviles, me refiero a la inflexibilidad con la que abordamos a les otres no feministas, desde una perspectiva que casi niega el carácter contingente del desarrollo de las consciencias políticas. No podemos mantenernos en estándares de valores que han sido planteados como virtuosos desde el mismo patriarcado. El uno como madre y esposa íntegra y nívea; y la otra como buena compañera mesiánica revolucionaria. Y no, no creo que la una sea peor que la otra. Ambas, estas concepciones pasan a caer en moralinas que atentan contra nuestra autodeterminación.

La primera, como bien sabemos, nos violenta como sujetos, porque nos coloca en una posición sumisa, de espacio privado, y al servicio y agrado de los hombres. La segunda nos coloca en una posición de responsabilidad histórica frente a las calamidades sistémicas, en que una vez más, nuestro espíritu de cuidado debe aflorar, para estar a la vanguardia de la revolución.

De la primera mujer, mucho se ha hablado y todes sabemos cuál es forma que toma la opresión patriarcal capitalista. Ahora prefiero concentrarme en la segunda mujer, la que ahora debemos ser. No es menos crítico que apelemos a los mismos valores de salvación y cuidado cuando colocamos de manera esencialista a las mujeres del mundo como EL sujeto revolucionario. Parecería que no aprendimos nada de los errores en la lógica lineal de Marx y Engels, en cuanto entender a un sujeto revolucionario como algo dado por sus condiciones de oprimido. No es por ser mujeres que somos revolucionarias; es gracias a una ética y estética feminista que somos revolucionaries, mujeres, hombres y disidencias sexo-genéricas.

¿Cuanta distancia existe realmente entre: “mujer bonita es la que cuida” y “mujer bonita es la que lucha”? Ambas apelan al agrado, ¿no? Como dice Celia Amorós, “el oprimido ya tiene bastante con ser oprimido, no tiene la obligación adicional de ser estupendo. Sería muy raro que la opresión produjera toda clase de excelencias éticas” (64).

Es relevante el ejercicio de auto-conciencia y deconstrucción que plantea el identificarse como mujer histórica y así lograr relatar una serie de opresiones que compartimos en el sistema patriarcal. Es una estrategia política importante el colocar en el mapa y el discurso público los dispositivos, por medio de que el patriarcado capitalista ataca y se sirve de la vida y trabajo de las mujeres para mantenerse como sistema. Pero pierde sentido si dejamos de entender la importancia del carácter sistemático con el qué y para el qué se perpetúa el sistema patriarcal. Este sistema de sistemas -este capitalismo – patriarcado – colonialismo – especismo- se sirve de todos los cuerpos, humanos y no humanos, supera el género y el sexo, para subsistir.

La idea es plantear una ética y estética amplias, en la que se puedan generar una serie de comportamientos reinventados, que construyan nuestra siempre utopía, donde todos los cuerpos quepan, más allá del género, la raza y la clase. Me posiciono en una completud del sentido del ser. Es decir, planteo una ética y estética feminista que permita reconocer la vulnerabilidad propia y ajena, en el acto de reconocernos parte de un colectivo que está siendo permanentemente oprimido, bajo diversos dispositivos.

Esta propuesta antiesencialista se desapega enérgicamente de cualquier noción moralista patriarcal de la bondad implícita en las mujeres y la naturaleza, incluso de aquellas moralinas que el mismo feminismo se ha ido apropiando. Necesitamos una ética y estética del trabajo político en empatía y solidaridad. Un trabajo revolucionario y no un entramado moral del deber ser feminista. Tenemos que interpelar a construir un movimiento social amplio, incluyente, dialogado. Hay que pasar de las reivindicaciones a la revolución.

La desobediencia es legítima y necesaria, nuestra desobediencia es la autodeterminación.

Fuente:

Amorós, Celia. 2001. Feminismo: Igualdad y diferencia. Universidad autónoma de México, México.

 

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