Manifiesto de apego
Hay algo que quiero advertirte desde el principio. Y quiero hacerlo ahora, porque en otras ocasiones, en el pasado pasado, no he hecho la advertencia y las cosas han salido mal. Catastróficamente mal, dolorosamente mal. Ni siquiera mal en nivel pesadillas, sino mal de no poder dormir, ni siquiera para tener malos sueños. El mal que te impide soñar, mal que impide respirar, o mejor dicho, mal que impide querer respirar.
Hay algo que quiero advertirte desde el principio, porque no quiero que luego vengan los reproches, ni tuyos ni míos, ni de terceros y cuartos.
Me apego, siempre me apego. Me apego hasta cuando me dicen que no me apegue. Me apego porque creo en un mundo de cercanías, en un mundo de codependencias, de cooperaciones, de empatía, de amor ilimitado e intenso. Me apego porque no le tengo miedo al dolor, aunque duela. Porque cuando era chica me dijeron que así mismo es la vida, súper dolorosa e inexplicable. Pero que aún así vale la pena, literalmente, vale la pena amar. Porque de chica me enseñaron mis viejxs que amar es revolucionario y que amando es la única forma de cambiar el mundo. Que al mundo lo cambian lxs valientes. Y que solo vale la pena vivir si es que se vive para cambiar el mundo, si se vive para amar.
Y no me refiero al amar en el sentido limitado de pareja. Pero también me refiero a ese amor, si se quiere. Yo me apego a la montaña, al bosque, a la señora de la tienda, al panadero de la esquina, a ese rostro desconocido multiplicado por miles y miles, que puede como puede no tener cola. Me apego a la bicicleta, me apego a los libros, me apego al café favorito que guardo en la nevera. Solo me apego.
Confieso también que me molesta cuando se hace la relación del apego con una distorsión del amor. Es una idea que vino de una interpretación obviamente errada de un psicoanálisis prematuro, liberal, limitado. Me molesta que se haya vuelto sentido común, y más aun excusa de una consciencia liberal, de unos cuerpos liberales, de unos corazones liberales, que no saben más que consumir y velar por su propio bienestar. Guacala, tatay, que asco. Y me molesta, sobre todo, porque no logran entender sus corazones, que su bienestar no existe sin el bienestar de ese otrx maravillosx y complejo, como unx mismx.
Ahora sabemos que el apego es tan importante, que debe ser desarrollado y cultivado desde la primera infancia. Qué a partir de las relaciones primeras de apego, es que los sujetos aprendemos nociones elementales para una vida sana, como la solidaridad y la empatía, cómo la frustración y el dolor, cómo la alegría infinita y el placer. Aprendemos a través del apego, a aceptar lo que sentimos y comunicarlo al resto, a esxs otros que tanto nos hacen falta. El apego es elemental. Me niego a desapegarme, me niego a construir una armadura, me niego a rendirme ante el miedo que tengo, claro, ante el miedo al desapego de lxs otrxs.
Hago esta advertencia prematura, no para limitarte a ti ni a mí, ni a terceros o cuartos. Hago esta advertencia prematura, porque es un acto de amor decirte que esperar de mí. Que sepas también lo que espero de ti. Porque de ti espero todo, espero que lo entregues todo, que te apegues, que ames ilimitada e intensamente. Que ames a esos rostros desconocidos que pueden, como no, tener cola. Que ames la montaña, la cerveza y la música. Espero que elijas amar y apegarte, a pesar del dolor, a pesar de la inevitable decepción.
No tiene dedicatoria específica esta carta, este manifiesto de apegos varios. En principio pensé que te escribía a ti, pero luego me di cuenta de que me escribo a mí misma, a mis compañerxs y lxs no tan compañerxs. Creo que lo que quiero decir, es que no creo en la cautela. Si al cuidado, de unx mismx y de lxs otrxs, no nos confundamos. Pero no se si la cautela sea exactamente lo que estoy buscando dar, y definitivamente no quiero que sea con cautela que se me aproximen. Creo también que no valen de nada las advertencias. Que quizás todo salga mal, y que aun amando con todas las fuerzas, no cambie el mundo.
Ante el capitalismo patriarcal colonial y especista que nos quiere individualistas y consumistas, frente a un momento histórico que nos demanda individualismos y desapegos, el amar nos capacita para ser libres. Solo a través de apegarnos al mundo y a lxs otrxs, podemos construir mundos mejores, mundos donde quepan todos los mundos.
Vencer o morir. Amar o morir. Resistimos.