Varones y despatriarcalización: encrucijadas de transformación
“El machismo es fascismo de entrecasa”
Frente de Liberación Homosexual, Argentina (Década del 70’).
“Nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres (sic) se liberan en comunión”
Paulo Freire, Pedagogía del Oprimido (1970).
El resurgimiento de los movimientos feministas durante las últimas décadas, tanto a nivel internacional como latinoamericano, han vuelto a poner en cuestión y de manera radical las múltiples desigualdades y modalidades de violencia, subordinación y explotación que experimentan las mujeres y los distintos sujetos atravesados por las relaciones patriarcales de dominación en nuestras sociedades. Una de las consecuencias directas de aquello, ha sido la profunda crítica que se nos ha hecho a los varones y por sobre todo, a la masculinidad que ejercemos como categoría clave de la reproducción y continuidad de este tipo de órdenes sociales en los distintos espacios que habitamos.
A partir de aquello, algunas respuestas que se han ensayado a nivel latinoamericano desde los propios varones – en especial en el Caribe y Sudamérica- han ido encaminadas a la reactivación y creación de organizaciones, colectivos y redes de varones intentado rescatar las genealogías de lucha abiertas por los movimientos disidentes décadas atrás e integrándolas a una crítica de la masculinidad más amplia y a la luz de los avances en los estudios feministas y de masculinidades. Simultáneamente, hemos visto, cierta intensificación del debate al interior del amplio abanico de organizaciones intergéneros en el espectro de las izquierdas y los movimientos sociales y populares a través de la creación de frentes de género, círculos de varones y mujeres, entre otras iniciativas.
No obstante y a pesar de las distintas experiencias dirigidas a erosionar la masculinidad y el patriarcado, estos esfuerzos se han dado en un contexto de fuerte fragmentación, escasa articulación entre las distintas expresiones y poca profundidad derivada de las propias dinámicas de la masculinidad cómo el autocentramiento, el victimismo, etcétera, produciéndose múltiples tensiones y desencuentros que no han logrado hacer frente a un escenario marcado por una aguda profundización de la precariedad de la vida, el avance del bloque dominante en su versión ultraconservadora y neoliberal, y la creciente crisis ecológica producida por el extractivismo capitalista.
Frente a esto, se hace necesario esbozar algunas luces -más allá de la frenética búsqueda de fórmulas consagradas y a corto plazo- que nos permitan ir desanudando esta encrucijada e ir prefigurando alternativas concretas al sistema patriarcal y a la masculinidad.
Despatriarcalización como democratización de la vida
Despatriarcalizar la política, implica atreverse a traer a la mesa la multiplicidad de experiencias masculinas que constituyen nuestra sociedad en una praxis que logre reconfigurar las relaciones de poder entre grupos y sujetos generizades en nuestras vidas y en las organizaciones que habitamos. Y justamente aquí aparece una clave de lectura crucial: no todos los varones somos iguales, ni todos los varones tenemos la misma relación con el sistema patriarcal.
La experiencia de varones trans, maricas, pobres y racializados es diferente a los varones de la élite, heterosexuales, cisgénero y blancos. Con ello no pretendo apuntar a que estos primeros sujetos no puedan tomar parte de la reproducción del sistema patriarcal ni que esto sea un argumento para jerarquizar las luchas políticas que estamos dando, sino más bien apunta a pensar un proceso de despatriarcalización desde Latinoamérica o Abya Yala que historicen y desmonten las desigualdades entre sexos, pero cuyo eje no necesariamente sea el género aisladamente. La experiencia conjunta con otras categorías como la clase, la raza, orientación sexual, identidad de género y generación, como categorías de dominación multidimensional que se entretejen.
Lo anterior, por tanto implica resituar y revalorar la experiencia de mujeres y masculinidades subalternas o marginadas como elementos centrales de esta construcción, en tanto son quienes conocen de primera mano el funcionamiento de este sistema de relaciones y probablemente sean quienes pueden aportar más a la construcción de alternativas políticas.
En ese sentido despatriarcalizar desde la experiencia de los varones constituye una experiencia no solo hacia sí mismos, sino más bien implica una praxis y una pedagogía que desde la contradicción productiva genere espacios e iniciativas colectivas que nutran la crítica y descentramiento de las formas hegemónicas de masculinidad que estamos practicando. A su vez, implica romper con la corporación machista como aquel trazo invisible que vincula la experiencia de los dominadores y los dominados a través de la experiencia de la masculinidad.
En consecuencia, me parece que se hace necesario realizar un profundo balance de las matrices ideológicas y horizontes estratégicos que nos sustentan, en un ejercicio que permita reflexionar en torno a otras categorías de análisis y otros procesos que superen las lógicas heroicas, productivistas y martirológicas que poblaron y siguen poblando las corrientes emancipatorias hegemónicas en Latinoamérica y que consagran una forma de hacer política androcéntrica, heterosexista, hiperracional, eurocéntrica y blanca, y que por tanto constituyen modos de pensar en línea de continuidad con la matriz patriarcal que deseamos desbordar.
Propongo la idea de reconstruir una cultura o tejido político de alta intensidad basada en espacios de diálogo, debate, cuidado y experimentación con el conjunto de movimientos emancipatorios, en donde sea posible aprender de otras y otres partiendo de la premisa que en este momento histórico los varones –sobre todo los varones heterocis- no tenemos ni la última palabra, ni la brújula muy ajustada y por tanto la creación de alternativas políticas requiere escucha, flexibilidad y autocrítica.
Desde ahí quizá, podamos llegar a construir alianzas, complicidades y articulaciones con los distintos sectores dominados, de forma que nos permitan reconstituir y territorializar movimientos integrales de lucha. Así ir desbordando los marcos de sentido liberales que conciben la transformación de la masculinidad y la lucha contra los privilegios masculinos solamente como gestos de la voluntad individual de cada sujeto o el marco mercantil a través de la comercialización de nuevo estilos de vida, trampas de las políticas de identidad promovidas por el neoliberalismo.
Me temo que de no ser así, encarar una transformación radical de la masculinidad sin desbordarla, supone una paradoja que nos acerca más al reformismo de género que a un horizonte feminista y antipatriarcal. En definitiva, el desafío a largo plazo es impulsar políticas y proyectos estratégicos cada vez más amplios y permanentes en el tiempo, y que desde los movimientos populares y sociales se permita el habilitar procesos de cuestionamiento y transformación de los varones en el marco de una transformación radical y libertaria de nuestros territorios, sociedades y de nosotros mismos.
Bibiografía
Connell, R. W. (1997). La organización social de la masculinidad.
Fabbri, L. (2016). Colectivos de hombres y feminismos. Aportes, tensiones y desafíos desde (y para) la praxis. Sexualidad, Salud y Sociedad-Revista Latinoamericana, (22), 355-368.
Viveros, Mara (2016). "Teorías feministas y estudios sobre varones y masculinidades. Dilemas y desafíos recientes." La manzana de la discordia 2.2 (2016): 25-36.