Menstruar dignamente: un desafío en Ecuador
Para miles de mujeres y niñas en Ecuador, la menstruación es una realidad dolorosa e invisibilizada en un contexto donde el capitalismo patriarcal prioriza las ganancias y desestima el bienestar de la población. La menstruación no puede reducirse a un simple proceso biológico, como se ha hecho históricamente con el rol de las mujeres en la sociedad, también es un desafío diario que se complica por la falta de información, productos de higiene menstrual y la desigualdad de género. Tal situación se intensifica en las poblaciones más vulnerables que conciben a la menstruación como un tabú que aumenta la brecha de pobreza menstrual.
Este término se utiliza para describir la imposibilidad de una gran proporción de mujeres y personas menstruantes, al acceso a productos de higiene menstrual, como toallas sanitarias, tampones y más, debido a limitaciones financieras y a la precarización progresiva de la vida. Esta falta de acceso afecta la salud, educación y dignidad de las mujeres y niñas en Ecuador, donde la crisis económica y la falta de educación sobre salud menstrual dificultan el acceso a productos menstruales para más de 4 millones de personas. Hace unos años atrás, en el Ecuador se creó el proyecto de Ley sobre Salud y Educación Sexual, durante el debate se reconoció la importancia de implementar leyes para mejorar el estilo de vida de las niñas, mujeres y personas menstruantes.
Sin embargo, la legislación no fue creada a causa de la negligencia de un Estado, que debido a su mala gestión presupuestaria y a su falta de voluntad política, no estuvo dispuesto a financiar una problemática tan necesaria. Las mujeres son las más afectadas por este tipo de decisiones respecto a políticas públicas, ya que al tener necesidades diferentes a las de los hombres, se ven invisibilizadas y desatendidas. La ineficiencia del Estado aumenta porque no se invierte lo suficiente tanto en cantidad como calidad en un derecho básico como es la salud mestrual.
La influencia del neoliberalismo en los últimos mandatos presidenciales ha posicionado el maniqueo argumento del “Estado obeso” para restringir presupuesto a proyectos sociales que incrementan el bienestar de sectores de la población que demandan de necesidades específicas. Las niñas y mujeres llegan a pasar días en cama por dolores menstruales, o tienen que ir a trabajar y estudiar con mucho dolor y sin acceso a higiene menstrual, por lo que pueden padecer largas y tediosas jornadas, o inclusive terminar en hospitales debido a infecciones que pudieron prevenirse. La preocupante desinformación impide adquirir los conocimientos adecuados para lidiar con los efectos secundarios relativos a la menstruación, debido a que la idiosincrasia y el capitalismo productivo plantean que los dolores menstruales no son reales o importantes. En este sentido, no hablar de menstruación, oculta sus posibles complicaciones.
Nos enfrentamos a un Estado extremadamente patriarcal, que infravalora las consecuencias de la ausencia de política públicas en materia de salud sexual y reproductiva. A su vez, el capitalismo en su obsesión por la producción y eficiencia genera un sentimiento de culpa a las mujeres por su menstruación y sus síntomas. La estructura gerencial dominada por hombres se alarma por la cantidad de días ¨injustificados¨ de ausencia laboral, así como las afectaciones el rendimiento en el trabajo, que causa en última instancia, una tendencia entre las mujeres a tolerar grandes cantidades de dolor e incomodidad, que a largo plazo son perjudiciales para su salud física y mental. Se ignoran las realidades que sufren las mujeres a diario, ya que el capitalismo patriarcal no solo las concibe como una ficha más en el juego como consumidoras, reproductoras, sino que las deshumaniza y sobreexplota.
Ni siquiera existe financiamiento para analizar este tipo de problemáticas en el país, peor investigación sobre los síntomas de la menstruación, sus posibles patologías y las enfermedades exclusivas de las mujeres. Por ejemplo, se desconoce a nivel estadístico y cualitativo el número de personas que sufren de endometriosis. Muchos estudios médicos e investigaciones se hacen por hombres, con hombres y para hombres, y por ende, se descuidan las diferencias fisiológicas y biológicas que tienen las mujeres. Una prueba de ello es que hace apenas dos años se descubrió que el dolor de un cólico menstrual es equivalente al padecimiento de un infarto.
En el ámbito educativo no existen programas de apoyo o información respecto a la salud sexual cuyo público objetivo sean lxs adolescentes. Gran parte de esta población ve atravesad su conocimiento por los diferentes tabúes, estigmas y mitos asentados en el imaginario colectivo. Esto afecta en mayor intensidad a las mujeres jóvenes de zonas rurales, considerando que la falta de instalaciones adecuadas también representa un problema. Desde un análisis interseccional, las mujeres de la ruralidad se ven más afectadas debido a una doble y triple discriminación y explotación. Es decir, la pertenencia a la clase trabajadores del campo, ser indígenas y mujeres, las coloca en una posición de mayor vulnerabilidad.
Por ende, es necesario generar procesos de educación sobre la menstruación y eliminar estereotipos discriminatorios, las escuelas deben incluir programas de educación menstrual y salud sexual integral tanto para lxs jóvenes como para maestrxs. Se debe conscientizar respecto a la falta de acceso igualitario a los productos de cuidado femenino. Las generalidad de las mujeres no cuentan con las mismas oportunidades en función de su estrato social, lo que no permite que todas tengan una menstruación digna.
La menstruación digna es un derecho humano básico, y, por lo tanto, debería ser un tema principal en la agenda estatal. Es el momento de abordar la pobreza en Ecuador también desde esta perspectiva y proporcionar productos adecuados y promover la educación y la igualdad de género. Juntxs podemos crear un entorno en el que las personas menstruantes puedan vivir con dignidad, sin las limitaciones de su condición sexual, de clase o étnica. Así mismo, se debe luchar en contra de las concepciones patriarcales que mantienen a la menstruación es una posición de tabú, y empezar a verla como el problema de salud pública. No existe la posibilidad de justicia social, sin que exista primero justicia menstrual.