Orgullo, gratitud y memoria
El mes del Orgullo existe gracias a una mujer
El mes del Orgullo existe gracias a una mujer negra
El mes del Orgullo existe gracias a una mujer negra seropositiva
El mes del Orgullo existe gracias a una mujer trans negra seropositiva
El mes del Orgullo existe gracias a una mujer trans negra seropositiva, que era trabajadora sexual
El mes del Orgullo existe gracias a una mujer trans bisexual negra seropositiva, que era una trabajadora sexual que le arrojó un ladrillo a un policía
El mes del Orgullo existe gracias a una mujer trans bisexual negra seropositiva, que era trabajadora sexual, que le lanzó un ladrillo a un policía y comenzó una revuelta contra el Estado
Su nombre era Marsha P. Johnson
Karence Cole
Quiero empezar con la elocución perfecta: travestir es resistir. La negación del género impuesto, la ruptura de la héteronorma, la reapropiación del cuerpo, de la cuerpa. La evidente disidencia a todo precepto social, el cortocircuito que generan en la estructura, y la maravillosa incomodidad que distribuyen, se puede describir solo como subversión. Travestir desafía al patriarcado de una forma única. Una forma de desobediencia que resignifica la existencia y expande los marcos de sentido y de realidad de nuestro mundo –diminuto, achicado por la heterosexualidad obligatoria-. Travestir desnaturaliza todas las imposiciones que se han inscrito sobre nuestras cuerpas normadas, sometidas, perseguidas, doloridas, rabiosas.
En este mes del orgullo, necesariamente tengo que agradecer a una serie de mujeres trans, maricas y tortas, que me hicieron el mejor regalo de la vida: el transfeminismo. Es gracias a ellas, y su furia impecable, que ahora yo existo y me construyo desde aquí, con ustedes todxs. Amar a una trava, a un mujerón como ninguna, me hizo ser quien soy, y su existencia, hasta ahora me maravilla. A través de sus ojos negros de negra rabiosa, colérica frente a las injusticias del patriarcado contra sus cuerpas y la jodida vida que se les impone, y su hermosa sonrisa como respuesta, entendí que la ilusión de la vida mejor, de la vida libre, es la vida de lucha transfeminista. A veces no entendemos la importancia de los afectos en la politización, pero yo creo que los afectos, están en la posición de mayor relevancia: por eso decimos que quienes resistimos amamos, amamos con locura al mundo y a lxs otrxs.
Para mí, travestir propone una metamorfosis de los placeres y los goces, de cómo gozar y explorar la cuerpa propia y la otra cuerpa, indisciplinadamente. Como ejercicio de contramemoria, travestir desafía inclusive al miedo y a la interpretación normativa de lo que somos para lxs otrxs. Es en este ejercicio de ser cuerpa desobediente -la materialidad primera- que se despliega la resistencia. Ser cuerpa trans, trava, marica, torta, pluma, mujer comunista, perra desgraciada, puta, monstra. Ser cuerpa disidente en plena guerra -porque el patriarcado es una guerra contra nuestras cuerpas y nuestras formas- es la enunciación subversiva de la desobediencia.
El comunismo clásico se olvidó de las jerarquías sexuales y su aportación a la acumulación primitiva del capitalismo. Y las feministas liberales -y a esas otras a las que no quiero ni voy a llamar feministas-, se les olvidó también la complejidad de las jerarquías sexuales. Se les olvidó que las trans no tienen trabajo, las oportunidades laborales son escasas y la precariedad es la ley. Que a los maricas y a las tortas les violan, les torturan y les matan como a nosotras. Como dijo Lemebel: “Ser pobre y maricón es peor/ Yo no pongo la otra mejilla/ Pongo el culo compañero/ Y esa es mi venganza/ Hay tantos niños que van a nacer/ Con una alita rota/ y yo quiero que vuelen compañero/ que su revolución/ Les dé un pedazo de cielo rojo/ Para que puedan volar”. Ahora transfeministas comunistas, no nos olvidamos entre nosotras, ni un solo minuto del día.
La vida precaria, en la pobreza más olvidada, está presente en la vida trans. En Colombia, la tortura sexual a disidencias, en el marco del paro nacional, no se ha hecho esperar tampoco. Le Iván esta semana recibía su vacuna y en el evento honraba a lxs compas disidentes, maricas, tortas y trans, a quienes no les llegará este derecho ni muchos otros. La Estefanía me dijo un día: “tengo que sostener a mi familia, tengo mucho que perder”. La María José, ese mismo día compartió un sueño: “Mi sueño es tener una empresa en la cual puedan trabajar trans”. Hace un mes a la CoCa y la MoTa -pachaqueer- les clausuraron el local. Hace 40 años (y ahora) a la Purita -Coccinelle- y las otras trans que nos regalaron la despenalización, les torturaron, violaron, persiguieron y desaparecieron. De toda la vida de precariedad, de negación de derechos, de negación de respeto y reconocimiento, de negación de todo, inclusive de negaciones camaradas, les nacen las alas que resisten, y de su resistencia aprendo.
De su aberración aprendo, la provocación de aberrar la norma putrefacta y violenta. Ser queer, bizarra, monstra, extravagante, marica, torta, infinitamente cuerpa, es resistencia, como discurso inverso a la normalidad limitada y limitante del hétero-patriarcado. Travestir obliga a cambiar las relaciones de poder, obliga a ver, a contemplar la subversión localizada, el cuerpo subversivo y trasngresor de la norma primera, la clase de las clases: las jerarquías sexuales. El poder del patriarcado, del capitalismo, del colonialismo y del especismo, es el poder de regular, de regular las cuerpas, de oprimirnos, de explotarnos, de cosificarnos, el poder de dictar quien vive y quien muere: en carne morimos y de forma simbólica también nos matan.
Estuvimos condenadas a la clandestinidad por siglos. Me incluyo, porque ser comunista también es un pecado, y porque sé que me abrazan, porque siento que me abrazan, y abrazan en la resistencia a las tantas opresiones incluso en espacios donde no deberían existir. En este mes del orgullo, necesariamente tengo que agradecer a una serie de mujeres trans, maricas y tortas, que me hicieron el mejor regalo de la vida: la furia travesti, manifiesto rabioso de terremoto transfeminista. Este mes del orgullo, esta vida del orgullo, les hago este homenaje: Estefanía, Daniel, Marifranci, Juliana, María José, Pablo, Romina, Luciana, Roy, Luis y Carlos, Purita, Jacinta y Muñeca, Coca y MoTa, Andrey, Pato y todas las cuerpas desobedientes: gracias.