Nadia Krúpskaya: Arquitecta de la Pedagogía Soviética

Nadia
Martes 11 de Junio de 2024

Nadia Krúpskaya, nacida el 14 de febrero de 1869 en San Petersburgo, fue una destacada pedagoga y revolucionaria rusa que jugó un papel crucial en la estructuración del sistema educativo soviético tras la Revolución de Octubre de 1917. Krúpskaya se dedicó apasionadamente a la construcción de un modelo pedagógico que respondiera a las necesidades revolucionarias del proletariado ruso. Inspirada por las ideas que Karl Marx y Friedrich Engels escribieron acerca de la educación, Krúpskaya tomó como punto de partida los lineamientos políticos del pensamiento bolchevique. A través de esta sólida base política, Krúpskaya desarrolló una línea académica que integraba la teoría y práctica en la formación comunista de los estudiantes.

Krúpskaya, quien a sus 14 años comenzó a trabajar como maestra dadas las carencias de su escuela y familia, experimentó de primera mano la crisis de la enseñanza zarista. Antes de la revolución, el sistema educativo era deficiente y solo cubría las necesidades académicas de las clases aristocráticas. La visión educativa del zarismo carecía de un sistema público-universal y estaba marcada por su enfoque elitista. La educación era inaccesible para la mayoría de la población, especialmente para los campesinos y los obreros. Esta situación fue claramente palpable tanto para los bolcheviques, entre quienes estaba Krúpskaya, quien tras la revolución, fue designada como responsable de la planificación estructural del sistema educativo del territorio soviético, sentando las bases para una nueva corriente pedagógica marxista que se reflejaba en la instauración de un sistema educativo inclusivo que promoviera la igualdad y capacitara a todo el pueblo para contribuir al desarrollo de la sociedad obrera.

Krúpskaya direccionó positivamente la educación politécnica, centrada en la pedagogía de la praxis y la problematización como eje de enseñanza, es decir, el nacimiento formal de la pedagogía comunista aplicada. Se negó a la separación entre el trabajo manual y el trabajo intelectual como sucedía en las repúblicas burguesas. Este modelo académico buscaba la formación integral de las personas, lo que significaba el desarrollo creativo alrededor de la praxis científica, cuyo objetivo era formar estudiantes hábiles y capaces, con pensamiento crítico para la resolución de problemas complejos, teniendo presente el principio del trabajo como un concepto de formación, más que de explotación: "Saber sirve para hacer y hacer sirve para saber" (Isch, 2018). Este enfoque se volvería clave en distintas áreas de la sociedad soviética.

Entre 1920 y 1923, la política educativa soviética progresó constantemente debido al desarrollo de la teoría pedagógica, producto del compromiso de los bolcheviques con la educación proletaria. Así, el concepto sobre Educación en Rusia evolucionó bajo el Método Complejo, desglosando su enfoque en tres vías: tecnológica, científico-natural y práctica. El Método Complejo erradicó la enseñanza burguesa basada en un currículo con fines de explotación y adoctrinamiento capitalista, implementando la colectividad y el juego como herramientas esenciales para la comprensión del entorno y del método dialéctico. Este enfoque se complementó con la idea del progreso científico y tecnológico como eje crucial para la modernización de la economía, la mejora de la vida de la población y la equiparación de fuerzas de la nueva sociedad que caminaba hacia el comunismo, frente a las potencias capitalistas.

Las disciplinas científicas, como la física, la química y la biología, se integraron en las escuelas técnicas y vocacionales. Los estudiantes recibían una formación sólida en principios científicos, lo que les permitía comprender los fundamentos teóricos detrás de las tecnologías y procesos industriales. Además, trasladaban el conocimiento a talleres y laboratorios donde aprendían a utilizar y mantener maquinaria industrial, herramientas y equipos tecnológicos. "Los talleres pretenden ejecutar brillantemente un trabajo; y no se trata del aprendizaje de un oficio concreto, sino de la formación para el conocimiento teórico fundamental de la praxis" (Isch, 2018). El sistema educativo soviético posicionó al estudiante como un ser capaz y consciente que conecta la creatividad y el pensamiento abstracto con la praxis en una escuela desarrollada en torno al trinomio naturaleza, sociedad y trabajo. En este marco, el docente se convierte en un acompañante y consejero, mientras que el estudiante es el constructor de su conocimiento y contexto.

Krúpskaya no solo revolucionó la pedagogía soviética con su enfoque politécnico, también fue la impulsora del plan nacional de educación para adultos y la alfabetización masiva. Fomentó la creación de clubes de lectura, clubes extracurriculares y bibliotecas móviles para llevar el conocimiento a las zonas rurales y a las poblaciones más desfavorecidas mientras el proyecto soviético se consolidaba. Además, ejecutó un programa de formación y contratación masiva de maestros, por medio de un proyecto docente que ofrecía desarrollo en competencias técnicas e ideológicas a fin con los principios comunistas.

En el contexto de la Rusia soviética, la educación politécnica contribuyó al desarrollo de una fuerza laboral calificada, capacitada y comprometida con los ideales de su sociedad. El sistema de Krúpskaya permitió los primeros pasos de la URSS en lo que sería su largo camino como potencia científica mundial. La relevancia de esta experiencia trasciende el contexto histórico en el que fue desarrollada. Su enfoque interdisciplinario, que combinaba teoría y práctica, y su énfasis en la formación para la vida y la participación social, respondía a las necesidades de una sociedad en transición hacia el socialismo. Este modelo educativo no solo preparaba a los estudiantes para el mundo laboral, sino que también los capacitaba para ser agentes activos de cambio social que soñamos desde ese entonces.

En la actualidad, frente a desafíos globales como la desigualdad estructural, la degradación ambiental y la necesidad de una educación que prepare a las personas para un mundo en constante cambio, el modelo politécnico de Krúpskaya sigue construyendo las bases de múltiples modelos pedagógicos aplicables a la resolución de problemas. Su insistencia en la educación como una de las herramientas para la emancipación y el dominio del proletariado, dejó una marca indeleble en el sistema educativo soviético, consolidando un legado de acceso universal al conocimiento que perdura hasta hoy. La integración de la teoría y la práctica, y el énfasis en la formación integral es un principio que sigue siendo pertinente para la construcción de sistemas educativos sólidos, justos y críticos, que generen dinamismo, entusiasmo y, sobre todo, conciencia de clase.

 

Referencias bibliográficas

Isch L. (2019). Cambiar el mundo para cambiar la educación: la Revolución Soviética y la educación. Quito. Opción Editorial