Venezuela: el tesoro rebelde de América del Sur
La historia de los Estados Unidos puede describirse - someramente - como una sucesión de hechos de violencia: invasiones, arrebatos, robos, imposiciones, racismo y genocidio dentro y fuera de su propio territorio, el cual, dicho sea de paso, tiene la extensión que tiene gracias al tipo de acciones mencionadas. Enarbolando banderas de libertad, han plagado a la América (y al mundo) de miserias, como lo dijera el Libertador Simón Bolívar. No vamos a enumerar aquí los casos, porque en vez de artículo nos tocaría escribir libros, pero es importante recordar de quién hablamos cuando decimos Estados Unidos de Norteamérica.
Claros estamos de cómo la industria cultural estadounidense logró penetrar y convencer a medio planeta de su destino manifiesto. Sus supuestos ideales de libertad y progreso disfrazan una historia sangrienta y pintan de colores un estatus de potencia construido sobre recursos ajenos y los cadáveres de millones, entre los cuales se cuentan sus propios ciudadanos. El país que hoy “gobierna” el magnate Donald J Trump, no hace sino dar zarpazos de tigre herido, ante las “amenazas” que han surgido en el mundo y que le disputan su título de primera potencia mundial. La guerra con China, quien ya anunció medidas de reciprocidad contra EEUU [1], los movimientos estratégicos en la ruta de comercio en Medio Oriente y las elecciones del año próximo, generan nuevas y desesperadas acciones en el imperio del Tío Sam.
Venezuela, un país de pequeña extensión, pero con grandes recursos naturales y una posición geográfica privilegiada, pareciera - ante ojos poco atentos - no revestir demasiada importancia en el tablero internacional, sin embargo, en tiempos de crisis del modelo capitalista, cuya principal fuente de energía son los hidrocarburos, el hecho de que Venezuela ostente el primer lugar en reservas probadas de crudo en el mundo[2], aclara un poco el panorama. Adicionalmente, recordemos que el país cuenta con enormes yacimientos de hierro, oro, coltán, níquel y otros minerales estratégicos[3], anhelados por las grandes corporaciones transnacionales, quienes ven en el territorio de la República Bolivariana un tesoro que deben poseer a toda costa. Además, se ubica a unas pocas horas de navegación de los Estados Unidos. El pleno “patio trasero”.
¿Pero qué diferencia a Venezuela de otros países con riquezas en la región? Pues la Revolución Bolivariana. Vilipendiada por la derecha y profundamente incomprendida por la izquierda, la revolución que encabezó Hugo Chávez representa la posibilidad de un nuevo modelo, de una nueva manera de vivir. El proyecto de socialismo venezolano, en cuanto creación propia, reporta numerosos errores, pero más allá de cualquiera de ellos, lo cierto es que sienta bases y aporta de manera concreta en la construcción de una alternativa real al capitalismo.
Chávez explicó, en la presentación del Plan de la Patria 2013-2019 que “Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad (…) Esto pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política”[4]. El plan implicaba la transformación de todas las estructuras bajo la insustituible condición del “vivo, efectivo y pleno ejercicio del poder popular protagónico”, que en Venezuela tomó forma a través de las comunas. El pueblo organizado llamado a crear el nuevo Estado Comunal. Un pueblo formado y consciente, en pleno ejercicio del buen sentido del que hablaba Gramsci.
Venezuela cometió el pecado imperdonable de comenzar a construir eso que para la izquierda siempre fueron sueños. A pesar del golpe que representó la pérdida de Chávez como impulsor de esos cambios, como formador por excelencia del pueblo llano y como locomotora regional, motor de aquello que llamó el mundo multicéntrico y pluripolar, la verdad es que el trabajo que realizó rindió sus frutos. El pueblo venezolano tiene una conciencia política admirable y una resistencia que a sus detractores debe parecerle infinita. Aprendió que como sujeto colectivo posee deberes y derechos, aprendió que todo lo que hay sobre y bajo su suelo le pertenece, aprendió que la autocrítica es necesaria, pero la lealtad también, y, sobre todo, aprendió quién es el verdadero enemigo.
Ese enemigo, que no puede permitir rebeldías “en casa”, ha implementado contra Venezuela casi todas las medidas posibles de guerra no convencional, desde 1999 hasta hoy. Golpes de estado, paralización de la industria petrolera, cerco internacional con complicidad de gobiernos títeres, amenazas de invasión militar, bloqueo de fondos, robo de activos, coerción a terceros países, financiamiento de campañas de desestabilización y violencia interna, proclamación de un “presidente interino” con “potestad” de entregar recursos de la nación, creación de matrices mediáticas (crisis humanitaria), fomento de condiciones para destruir la moneda y la economía, generando migración económica por primera vez en su historia, y todo bajo la égida de “Órdenes Ejecutivas”[5] unilaterales, que siguen aplicando en pleno siglo XXI como si fueran la policía del mundo; mientras organizaciones como las Naciones Unidas prueban una vez más su inutilidad como garantes del derecho internacional y la paz mundial.
El silencio o la complicidad ante el ataque despiadado contra un país de la región (es una ingenuidad creer que las sanciones de los EEUU afectan solo a gobiernos), es una vergüenza, la cual aumenta exponencialmente cuando proviene de sectores de izquierda. Permitir que un país con el historial de sangre de los EEUU continúe operando como si no estuviéramos en el 2019, celebrando o callando ante atropellos que mañana podrían ser contra sus propias naciones, no va a costar barato a la humanidad. El derecho de Venezuela de tomar sus propias decisiones es intransferible, como lo es el de cualquier pueblo de la tierra. Ser hoy antiimperialistas y alzar la voz, representa un acto de dignidad y de supervivencia. Lo que te parecía lejano (Palestina, Siria, Irán…) está pasando en la casa de tu hermano. El hermano rebelde que hace 200 años también se enfrentó y expulsó a imperios.
Referencias:
[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-47748488
[3] https://actualidad.rt.com/actualidad/280833-tierras-raras-coltan-riqueza-mineral-venezuela
[4] https://albaciudad.org/LeyPlanPatria/
[5] Orden Ejecutiva Marzo 2015 http://go.wh.gov/fj3LTn Orden Ejecutiva Agosto 2019 https://www.whitehouse.gov/presidential-actions/executive-order-blocking-property-government-venezuela/