Venezuela: Guaidó, el contrato y otras perlas
Venezuela. El país más mediática y políticamentemente vilipendiado del continente americano, la nación de la que todos hablan, pero que pocos conocen, esa de la que opinan desde “analistas” hasta cualquier ciudadano de a pie, generalmente desde el desprecio o la lástima. Como venezolana, es difícil - emocionalmente hablando - no sentir agobio ante la necesidad de explicar tantas cosas manteniendo a raya la indignación, la bronca y la tristeza que sentimos cuando oímos a propios y ajenos expresarse desde esos lugares y sobre todo, cuando sentimos que nuestros esfuerzos por hacerlo parecen estrellarse como pequeñas piedras contra un gigante armado de mentiras que a la mayoría le suenan a verdades.
Aún así, hay cosas que deben ser dichas, para que quede constancia de que a pesar de estar en inferioridad de condiciones, nunca dejamos de explicar, porque a algunos no nos dejaría dormir el peso que causa la complicidad del silencio y la rendición.
En los últimos días, varios grupos de mercenarios han intentado sin éxito ingresar a territorio venezolano por vía marítima. Eran unos pocos, desertores de las Fuerzas Armadas algunos y otros, contratistas militares yanquis de la empresa Silvercorp, con amplio curriculum en aquello de la guerra privatizada y globalizada. Fueron interceptados y capturados por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el pueblo de las localidades de Chuao, Macuto y Carayaca, en su mayoría pescadores.
Hoy muchos se burlan de estos milicianos pueblerinos, alegando que aquellos negritos descalzos y con pistolitas casi de juguete no podrían haber atrapado a esos rubios grandotes expertos en matar gente en Medio Oriente, sellando así su desprecio y odio de clases, además de su inequívoca mentalidad colonial que no osa a imaginar a sus Rambos en situación de desventaja.
No somos ingenuos. Sabemos que fue una operación pequeña, con evidente mala planificación y desconocimiento del terreno y del contrario, pero también sabemos que es una prueba, o como decimos por aquí: un toque técnico. Uno que mostró que la unión cívico-militar es mucho más que un eslogan, pero sobre todo, una acción que dejó al descubierto una podredumbre mucho más fétida que el intento de ingresar a un país democrático a derribar por la fuerza lo que elegimos en las urnas. La podredumbre de la oposición nacional.
Solo una dirigencia tan baja y soez en términos políticos se atrevería a manejarse como lo ha hecho la oposición venezolana. El autoproclamado Juan Guaidó no se contenta con mostrar su incapacidad hasta para expresarse, sino que además ostenta una imbecilidad digna de un personaje satírico. Este nefasto personaje, elegido por los EEUU como el títere de turno para la “transición” del poder en Venezuela, ha resultado ser un fracaso hasta para sus jefes. Para muestra, un contrato
La operación Gedeón, así nombrada por sus creadores, quedó establecida formalmente a través de la firma de un contrato de servicios entre los señores Juan Guaidó, Juan José Rendón (conocido asesor de imagen de la derecha internacional) y Sergio Vergara con míster Jordan Goudreau, ex marine y representante de la empresa de servicios militares Silvercorp.
En el documento de 41 páginas (publicado originalmente en inglés en el Washington Post) quedaba establecido que, a cambio de 212,9 millones de dólares, la empresa se encargaría de ingresar al país, secuestrar y asesinar al presidente Nicolás Maduro, así como a los principales dirigentes del gobierno (Vicepresidenta, Ministro de Defensa, Presidente del PSUV, entre otros) para establecer un nuevo gobierno presidido por Guaidó y una junta con el resto de firmantes.
Si esto no parece lo suficientemente escandaloso, hay que detenerse en los Adjuntos del contrato. Silvercorp asumiría el control militar y policial del país como fuerza de ocupación, con derecho a aprobar ataques contra objetivos militares y civiles, así como infraestructura económica, medios de comunicación e incluso hospitales y edificios de vivienda, si Goudreau y su gente los catalogaban de “hostiles”. Lo mismo aplicaba para los dirigentes y ciudadanos venezolanos. Es decir, permiso de matarnos a todos. Con la perla del derecho a instalación de minas antipersonas. ¡Minas antipersonas!
Adicionalmente, el vergonzoso papel garantizaba que los “inversionistas” de la operación tendrían la exclusividad de todos los contratos del estado venezolano, más un recargo del 55% de interés por el dinero invertido y barriles de petróleo a futuro.
¿Aún no se asquea? Pues bien, no podía faltar la excepción de responsabilidad de SilverCorp por asesinatos, robos o destrucción cometidos durante el tiempo de duración del contrato (495 días), y en caso de muerte de alguno de ellos, el estado debía pagarles 450.000 dólares a sus familiares.
Las máquinas repetidoras de mentiras, podrían querer que pensemos que esto es un invento del gobierno de Maduro, pero resulta que hay vídeos públicos de Guaidó firmando el contrato, y las mismísimas declaraciones de Goudreau y sus secuaces, quienes “cantaron” hasta La Bohème, indignados porque el “señor Presidente” incumplió y no les pagó ni un céntimo. La calidad de Guaidó es tal, que se atrevió a estafar a los estafadores.
Si bien la administración Trump se deslindó del hecho, pide por la seguridad de “sus ciudadanos”. Ciudadanos del país de la libertad que estaban dispuestos a masacrar a millones por plata, con la anuencia de los traidores.
No hace falta ser creyente en el concepto de Patria para indignarse con este contrato, que más que eso pudiera llamarse Plan de Gobierno. Muerte y entrega ofrece Guaidó a su país. Ni más ni menos. Solo hace falta ser una persona creyente en la humanidad y en la vida para levantar la voz y decir: así no. A los odiadores de oficio les invitamos a revisarse, porque si esto planean para Venezuela, lo que planean para sus respectivos países no es muy diferente. Mientras tengamos recursos seremos botín.
En Venezuela, nosotros, a quienes hoy sin reparos nos tildan de miserables y muertos de hambre, no estamos dispuestos a ser botín de extranjeros y traidores. Nunca lo hemos estado. No entregaremos – a la Guaidó - lo que nos es propio. América querida, no estén dispuestos tampoco. Que el imperialismo no nos encuentre sumisos ni desunidos.