Época de contrareforma y confusión (II)
El quebrantamiento del morenismo en cuanto proyecto político, el surgimiento de la siniestra figura de Guacho y el cambio de los ministros progresistas del gabinete abrió un nuevo momento. Hay un hecho que marcó ese cambio: el conflicto interno entre el Fiscal Carlos Baca y el Presidente de la Asamblea, José Serrano, anuló a dos alfiles del Morenismo. Desde entonces se notó que ninguna de las tendencias que confluyeron con el gobierno de Moreno, a saber, Democracia Si de Larrea, Vamos de Barrera, los grupos populistas de la Costa, el grupo del ex comunista Vicuña, los reducidos grupos sobrevivientes de la ID y hasta la propia familia de Moreno; tenían voluntad para construir una fuerza política de trascendencia.
En este segundo año culminó la fase del diálogo con la salida de la Secretaría de la Política de su principal impulsor, Miguel Carvajal, al tiempo que se terminó la fase gradualista con la salida del Ministerio de Economía, Carlos de la Torre quien fue sustituido por Richard Martínez, con lo cual las cámaras de la producción tomaban el timón de la política económica. A esto se suma la salida de Augusto Barrera del Senecyt y de Rubén Flores de la cartera de Agricultura con lo cual el sector “progre” del gobierno fue prácticamente eliminado.
Estos cambios tuvieron varios efectos: se pasó del “guante blanco” contra Correa, al momento “carroñero” con el envío de una orden internacional para su prisión. Para ello le sirvió cualquier cosa, inclusive un individuo de baja calaña como Fernando Balda, ligado a los paramilitares de Colombia y a los exmilitares golpistas de Ecuador, convertido en héroe de la burguesía quiteña. Con esto demostraban que la batalla contra la corrupción tenía un sentido: destruir al único liderazgo, mal que nos pese, que tuvo la voluntad de poder para frenar a las élites de la derecha.
El arribo de las cámaras al timón económico abrió el país al libre comercio con la solicitud de ingreso a la Alianza del Pacífico, el sometimiento humillante del Estado a Chevron en el conflicto con los afectados de la Amazonia, y la aprobación de la Ley de Reactivación Económica por la cual se “dona” a los empresarios cuatro mil millones de dólares, mientras se toman medidas para bajar los subsidios y aumentar los combustibles. Todo ello implica una agenda de reducción del Estado y la inversión pública para preparar el camino de regreso de la señora Christine Largarde (FMI). El ajuste fiscal incrementa el desempleo y la pobreza, que ya se expresan en los datos de la propia oficina de estadísticas y censos del Estado, INEC. El programa neoliberal se profundizará cuando pasen las elecciones del 2019.
Por otro lado, el oscuro secuestro y crimen de los periodistas del diario El Comercio en la frontera norte reveló que un territorio de 30000 kilómetros de la está tomado por bandas de narcotraficantes y por alias ”Guacho” y además provocó el regreso del ejército norteamericano en forma de Misión Militar, todo ello orquestado por el General Jarrín en Defensa. A esto se suma la llegada del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, que presionaba por el alineamiento estratégico con la potencia del norte. Su trofeo será la cabeza de Assange.
La constitución del Consejo de Participación encabezado por Julio Cesar Trujillo fue un nuevo paso para descabezar las instituciones que forjó la Revolución Ciudadana en el marco de la Constituyente del 2008. De la fiscalía, la defensoría, la Secretaria de Comunicación, el Tribunal Electoral, la Judicatura han salido los funcionarios que estaban identificados con el régimen anterior. La vendetta conducida por el ex conservador Trujillo está acompañado por la persecución judicial contra todos y todas, de manera que se confunden los ladrones con los funcionarios del correísmo y los delitos de malversación con las decisiones que técnicos y políticos. Todo es válido con tal de poner sobre las cuerdas al equipo correísta hasta su tercera generación.
A pesar de ello, el régimen transitorio organizado desde Carondelet y siguiendo la ruta monitoreada por la Embajada norteamericana, no logra generar instituciones sólidas. El propio Trujillo se contradice cuando convoca a procesos para designar autoridades y pide una nueva consulta para eliminar las instituciones. Los militares están infiltrados por Guacho, mientras la Asamblea se hunde en su desprestigio y los nuevos dignatarios del poder judicial se pelean entre ellos. Se cambian las reglas de juego, cambian los funcionarios y el gobierno no tienen capacidad de "institucionalizar" un régimen más o menos estable.
Seguramente esperan que llegue la derecha, que hoy está empeñada en preparar el terreno para las elecciones del 2019. Los socialcristianos buscan aliados que les permita disputar el poder local y constituir una coalición para las presidenciales con Nebot. Necesitan aliarse con los sectores “decentes” de la sierra (¿socialistas? ¿Izquierda Democrática?) para limpiar su pasado manchado por la violación de los derechos humanos. Mientras tanto, Guillermo Lasso parece que tendrá un lugar secundario en las coyunturas próximas y no llegará al poder tal como profetizó el asesor de Jaime Nebot, el señor Jaime Duran.
La confusión reina en las izquierdas
En el entretiempo, el correísmo y los demás grupos que alguna vez se llamaron de izquierda no logran tomar rumbo. Si bien los primeros lograron el 25% de los votos en la consulta, los votos no les pertenecen, tal y como se demuestra cuando los caciques tropicales comienzan a migrar al socialcristianismo. Es increíble que un sector político que logró hegemonizar por una década sea derrotado casi sin mostrar resistencia. No solo que han dado un espectáculo durante estos 18 meses de bronca con la fracción gobernante, sino que no toman rumbo, subordinados como están a las instrucciones de Bruselas y a la triste defensa de Jorge Glas y sus Boy Scouts.
Ya se señaló que las tensiones fraccionales impidieron consolidar una propuesta nacional popular desde el interior. Si bien es una corriente heredera de una posición anti oligárquica y cuentan con el liderazgo de Correa, no significa que tenga claro un proyecto, más allá de la aureola que les dio la fase primaveral de la Revolución Ciudadana. Este sector sigue siendo un territorio en disputa con vertientes populares, grupos medios serranos, tecnócratas enjuiciados y “boy scout”.
Hay que señalar dos aspectos adicionales: el primero es que a este sector le costará legalizarse, pues el establishment derechista impedirá que se forme como fuerza política para participar en elecciones. Por tanto si este sujeto quiere subsistir deberá forjarse en medio de la pelea, y trasformar su identidad y nostalgia en estrategia política.
El segundo es que los sectores de la izquierda radical identificada con el ecologismo, son más un movimiento social o una corriente identitaria, que una fuerza con capacidad de articular una posición en el escenario político. Fraccionamientos como Pachakutik o el MPD tienen un verdadero odio contra el correismo, mismo que es producto de los errores del gobierno anterior pero también del veneno que de manera inteligente han sabido dosificar los agentes de la derecha.
Por otro lado, los sectores de izquierda no supieron unificarse para influir al interior de Alianza País, peor aún van a lograr articularse en medio del caos ideológico y político que se vive. Muchos de ellos no han salido del shock de haber trepado al poder y quedarse sin pan ni pedazo de la noche a la mañana. Salir del Estado-centrismo les será difícil y tal vez nunca lo logren. El escepticismo, la falta de referentes y la confusión ideológica reinan en el ambiente.
Tendrá que pasar mucha agua bajo el puente para que surja una opción de izquierda. Cualquier opción deberá sacrificar sus sueños de ser gobierno en lo inmediato, para construir una propuesta política a largo plazo. Pocas esperanzas existen de que las fuerzas de izquierda se autocritiquen y salgan del lodazal en que se encuentran.
Para las izquierdas y para los movimientos sociales, la derrota es muy profunda, aún no se ha llegado al fondo. Además ese sujeto popular que se construya debe resolver varios temas programáticos. Ya no podrá seguir los parámetros del desarrollismo de la década anterior, que creó su sueño de progreso y redistribución de la riqueza a partir del segundo boom petrolero. La historia no se repite y tampoco se cuenta con el ímpetu de la oleada popular previa a la Revolución Ciudadana, en donde las asonadas urbanas y los movimientos sociales e indígenas desgastaron al régimen neoliberal y partidocrático,
Ese proyecto nos plantea las siguientes interrogante: ¿Cuál es la línea de base de la cual se parte para un proyecto revolucionario? ¿Cuáles son los cambios que el régimen de la Revolución Ciudadana y 17 años de expansión y de globalización dejaron para el país? ¿Cómo combinar identidades feministas, étnicas o ecologistas, claves en la oposición al correísmo, con propuestas nacional populares que ha tenido la Revolución Ciudadana? ¿Cómo combinar extractivismo y redistribución de la riqueza? ¿Cómo desarrollar la economía popular y agricultura familiar, en una época de regreso del capital financiero? ¿Cómo integrar los sectores populares, el precariato y las capas medias luego de la experiencia de un proyecto frustrado que no logró integrarles? ¿Cómo construir una propuesta democrática luego de 10 años de concentración de poder en el país?
Están preguntas deberán ser respondidas si se quiere construir una fuerza social y política con posibilidades de poder en el mediano plazo. Solamente con la combinación de una línea estratégica de construcción de fuerza popular y tácticas creativas, renovándose y levantando nuevas banderas, se podrá enfrentar al proyecto neoliberal que se cuece en estos días, en un marco regional en donde el fascismo levanta nuevamente las Banderas Negras en la región.