En Venezuela el proceso revolucionario es el pueblo
La última década progresista en América Latina encuentra sus límites en el mismo proceso de reforma social que emprendió por la vía del aparato estatal, lo que implicó, por un lado, que a pesar de una rápida atención de la deuda histórica acumulada con el pueblo, especialmente en cuanto a la atención de los servicios básicos, la educación y salud, no se logró fortalecer la conciencia organizativa y de clase de las grandes mayorías; y por otro lado, demostró que la tolerancia con los contenidos conservadores y reaccionarios de la democracia burguesa y el fortalecimiento del Estado como centro del proceso de acumulación y redistribución, condenan a que en un momento dado, las fuerzas oligárquicas se reagrupen en pos de retornar a por sus privilegios.
De esta manera, la experiencia reciente nos demuestra que no se puede considerar que el Estado vigente, el burgués, herramienta de opresión de clase, etnia y género, pueda ser utilizado como un instrumento de liberación popular, así este asuma un carácter transformado o un contenido reivindicativo, ya que sus propios fundamentos garantizan la sociedad clasista y la reproducción del capital en base a la explotación de amplias secciones del pueblo; sea que lo acumule la oligarquía o la burocracia, el resultado para quienes trabajan o están en el desempleo es el mismo.
El caso de Venezuela - valga la oportunidad del especial - es uno de los hitos fundamentales para la construcción de nuestra propia experiencia de izquierda en América Latina, que por lo demás siempre ha mostrado rasgos originales en base a las particularidades propias de los pueblos y sus culturas; pero que en este caso en específico se proyecta de forma concreta, ya que a diferencia de Ecuador o Brasil, en la patria de Bolívar se empoderó al pueblo y permitió el desarrollo de su conciencia política de clase en resistencia contra los embates internos y externos del imperialismo.
La vieja izquierda cree aún - haciendo eco de inicios de siglo y de un romanticismo cuasi conservador - en la apropiación del Estado burgués desde todas las formas posibles y que, bajo el correcto direccionamiento de una vanguardia, lo pondrá al servicio de las mayorías, subestimando a su contradictor y sin respuesta ni discurso ante los nuevos fenómenos, como la cibernética, la genética o la inteligencia artificial.
Esta postura purista que más tiene que ver con el pensamiento de la tradición cristiana que con el desarrollo de la dialéctica marxista, esconde una contradicción compleja entre el personalismo y el proceso popular, entre lo ungido y lo colectivo, construyendo su proceso alrededor de estructuras burocráticas que tienden a constituirse en reaccionarias en base al cuidado de sus intereses materiales para, en un momento dado, detener el avance de las fuerzas populares para anquilosarse; sino, observemos la degradación de muchos Partidos Comunistas, que han quedado en nuestra región relegados al desarrollo de las fuerzas políticas que manejan la política real.
Chávez, a pesar de que sea negado por una parte cada vez mayor de la izquierda dogmática en base a la construcción mediática de la burguesía, no sólo vio esto, sino que empezó a tomar medidas para diferenciar claramente lo que es el partido, en este caso el PSUV, de la organización popular, la que, en última instancia debe crear una expresión política superadora y su instrumento revolucionario, germen de la nueva institucionalidad, asimilando además que en contracorriente con la tradición europea, esta forma superior de organización no es el partido, sino las comunas, espacios territoriales de participación social, económica, cultural y política.
Y es que el tema es sencillo en su inmensa complejidad, la cuestión no es tomarse el Estado, sino destruirlo para generar una nueva forma de administración que no esté basada en la propiedad privada, que responda a los intereses populares y a las necesidades de estos. De otra manera, se condenan a que el proceso de transformación económico y social tenga una nueva orientación con la misma estructura de dominación capitalista.
Por tanto, de manera independiente que el nuevo grupo acceda al poder político por la vía de violencia revolucionaria – recordemos que la burguesía también tuvo episodios de guerras revolucionarias - o por la vía electoral, si esto no tiene un correlato organizativo, una fuerza popular consciente y robusta, simplemente consolidará un nuevo sistema, con tufo a viejo, que garantice los intereses de las nuevas élites en el poder.
Adicionalmente, el acceso por la vía de las elecciones de las fuerzas progresistas no garantiza una transformación total de la sociedad, como lo podemos observar en Venezuela, en donde males como la corrupción y la consolidación de una nueva burguesía que acumula a través del Estado en detrimento de la situación del pueblo, no han terminado, en parte porque son rasgos característicos del modelo de Estado Burgués, vigente todavía, que está en total contradicción con la fuerza popular de base de las Comunas.
Sin embargo, al fondo de esto emergen con claridad y propuesta las Comunas, verdaderas guardianas del legado libertario y rebelde de Hugo Chávez, ellas son el corazón de la revolución, la mandante y que se sabe obligada a escoger en libertad su destino, y por tanto defender a su patria. Son las milicias y son las bases, el verdadero legado de estos veinte años de procesos: la organización popular.
Por tanto la lección está ahí, en resistencia, para todos aquellos que compran el discurso de la derecha y no entienden por qué Maduro continúa, observen que la respuesta es más bien simple: por que la gente de la base deja que esto sea así, de lo contrario, ya estaría fuera. En Venezuela hay un proceso en conciencia y en proyección, y se entiende que el modelo burgués de democracia llegó a su límite, al punto que la propia derecha ya no tiene recursos, ni cuadros políticos potentes, ni ideas, ni fuerza en la calle para disputar el poder político.
El asunto es entonces ¿Quién debe asumir el proceso? Y la respuesta es clara, la organización popular y comunitaria, única instancia que tiene un proyecto de Estado que trasciende la contradicción de la moribunda institucionalidad burguesa, y que tiene el derecho soberano de auto determinarse para vivir en paz, sin las amenazas de guerra imperial, o la carestía que no ha podido ser solucionada hasta ahora.
Por eso hoy más que nunca, todo el poder para las comunas.