La mutilación del trabajo en tiempos del coronavirus
La lógica neoliberal implementada por el gobierno de Lenín Moreno durante los últimos tres años, condicionada por la impagable deuda externa -y los intereses financieros que se encuentran detrás de la misma- resta en tres pilares fundamentales. Cada uno de éstos agrava de manera diferenciada pero decisiva, la grave emergencia sanitaria y humanitaria que vivimos en estas semanas.
El primero y el que en mayor medida nos está pasando factura en estos momentos de pandemia, reside en recortar el presupuesto de salud hasta que él mismo no sea reconocible. Habiéndolo mutilado de manera gradual y reducido en un 30% en los últimos 3 años.
El segundo pilar lo representan los recortes en educación, entre los cuales se incluye la reinstauración de miles de escuelas unidocentes y el despido de más de 72.000 docentes tan solo en el año 2019, según cifras de la Unión Nacional de Educadores UNE. Correspondiente a estas cifras, el plantel docente se habría reducido casi en un 50%, de lxs 168.000 maestrxs que integraban el Magisterio a nivel nacional.
El tercer pilar -central para la actual reflexión- es la precarización consecuente del trabajo, con la dilapidación de derechos laborales, despidos masivos a servidorxs públicxs, entre los cuales se encuentran justamente médicxs, personal de la salud en general, docentes y profesores. Así, el gobierno profesa la doctrina del shock, depositada en varias frentes simultáneas que terminan siendo esenciales para el Estado, y por ende para el bienestar del pueblo, representadas actualmente por el mandamiento de la austeridad. Así, el fundamentalismo de mercado -definición con la que bien se podría resumir la política de Estado del gobierno presidido por Lenín Moreno- resulta contrario a la vida digna y a la vida misma. Suficiente con observar el desastroso “manejo” de la pandemia del Covid-19 para reconocer que las élites neoliberales que se encuentran en el poder piensan únicamente en términos económicos, que terminan siendo también lxs muertxs que hoy llora y le duelen al Ecuador.
Las 20 ambulancias donadas por el Grupo Eljuri a Guayaquil o los 100.000 kits alimenticios donados por el Grupo Favorita, representan meras migajas comparadas con el regalo de 4.600 millones de dólares en condonación de impuestos, la gran amnistía tributaria a los grupos empresariales por el gobierno de Moreno en 2019.
En el último capítulo de la larga historia de denigración, violación y atropellamiento a los derechos laborales de la clase trabajadora ecuatoriana, el Ministerio de Trabajo y las élites empresariales que sostienen este ministerio, aprobaban el Acuerdo Ministerial 2020-080 el pasado 28 de marzo, asegurando de tal manera que la clase empresarial tenga mayor facilidad de “manejo” de su fuerza laboral. En tal “acuerdo” se establecen las directrices para que lxs empleadorxs, “en mutuo acuerdo”, adelanten vacaciones, atrasen pagos de salarios, impongan la reducción del salario como ellxs mismxs lo establezcan. Está de más indicar que dentro de esta ecuación, el verdadero poder de imposición reside en la clase empresarial, más allá del puro formalismo sobre el papel que indica el “de mutuo acuerdo”, en una suerte de insulto y ridiculización a la clase trabajadora ecuatoriana.
El flamante Ministro de Trabajo y firmante del “acuerdo” antes mencionado, Luis Arturo Poveda Velasco -en el cargo desde el 21 de marzo de 2020 tras la renuncia de Andrés Madero, en plena emergencia sanitaria- cuenta con un amplio portafolio al servicio de la clase empresarial ecuatoriana. Fue asesor laboral y legal de la empresa privada por más de 40 años, entre otras para la Cámara de Industrias de Guayaquil, además de representante del Consejo de Salario por lxs empleadorxs y consta como ex Representante de Cámaras de Industrias del Ecuador. Adicionalmente, Poveda figura como férreo defensor de la flexibilización laboral y la tercierización. Con estos antecedentes, resulta más que evidente al sector al que pertenece, y a la clase que defiende, dentro de una institución central en la arquitectura institucional del Ecuador, que supuestamente presupone salvaguardar los derechos laborales de la clase trabajadora.
No nos olvidemos que -esta es otra gran lección de esta crisis- la riqueza no la producen las élites. La riqueza en términos productivos radica en la fuerza laboral de la clase trabajadora. Esta verdad material es reconocida incluso por el teórico liberal por excelencia, Adam Smith. En sus propias palabras: la única fuente de riqueza en el mundo es el trabajo.
No obstante, durante las últimas semanas, más de 1700 trabajadorxs fueron despedidxs de manera intempestiva y con alegatos de “fuerza mayor” tan sólo en la Sierra. Entre las empresas que despidieron a su plantel constan Confiteca (140 despidos), las florícolas Arbusta, Agritab y Floricampo (con un total de 900 despidos), la empresa de televentas Recover (más de 100 despidos) y la constructora Herdoiza Crespo Construcciones S.A (con aproximadamente 600 despidos).
Lxs empleadxs de la salud, médicxs, enfermerxs y especialistas también denuncian la violación a sus derechos laborales. Estxs profesionales se encuentran sobreexpuestxs al contagio de Covid-19, al estar en la primera línea de combate al virus y encontrándose en constante contacto con pacientes contagiadxs y sin contar con la indumentaria adecuada en términos de bioseguridad. Este sector, además fue duramente golpeado el año pasado, siendo víctima de despidos masivos, con más de 2.500 trabajadorxs despedidxs.
El neoliberalismo no prioriza ni la educación, ni la salud, ni mucho menos la seguridad y dignidad laboral del pueblo. El fundamentalismo de mercado y los sectores que lo profesan atentan contra la vida en sus términos más elementales, destruyendo los medios del sustento a la vida misma. Que no quepa lugar para la duda: el Estado se encuentra en bancarrota a causa del sobreendeudamiento insostenible en su mayor parte con el FMI y el Banco Mundial, y su autodestrucción, materializada por las élites políticas actuales mediante la condicionalidad crediticia. El Gobierno Nacional intenta rasgar directamente en la humanidad y dignidad misma de su pueblo para exprimirle hasta la última gota de vida.
Este gobierno nos quiere ver precarizadxs, denigradxs, explotadxs y arrodilladxs ante su consciente ineptitud y en el peor de los casos, en un ataúd de cartón, enfundadxs y marcadxs con un indistintivo N.N., enterradxs en una fosa común. Ese es el valor de una vida humana para el Estado, y la única y última concesión que está dispuesto a dar en estos momentos. Ante el panorama actual, precisamos de una respuesta común, contundente y definitiva: ante la muerte, la vida. Ante el despojo y el arrodillar, la dignidad. Ante el neoliberalismo, la solidaridad y el sostener la vida como pueblo. Somos lo único que nos queda.
Fotografía:
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