La Revolución Rusa de 1917 y Ecuador
En su célebre libro Historia del siglo XX (1994) el reconocido historiador marxista británico Eric J. Hobsbawm (1917-2012) ubica, al que llamó corto siglo XX, entre la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y el fin de la “era soviética”, con el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991. Por consiguiente, desde 1917, año en que triunfó la Revolución Rusa, hasta la disolución de la URSS, pasaron 74 años, tiempo en el cual el socialismo inspirado en la teoría de Karl Marx (1818-1883) e iniciado por primera vez precisamente en Rusia, paso a ser un referente mundial.
Empecemos por reconocer que la Revolución Rusa fue un complejo proceso de lucha contra el zarismo y contra el capitalismo. En febrero de 1917 (marzo en el calendario gregoriano) se formó un gobierno provisional, por la abdicación del zar Nicolás II, presionado por el auge de la lucha política popular. Conducidos por el Partido Socialdemócrata Ruso y bajo la consigna de separar a Rusia de la guerra mundial y edificar una nueva sociedad proletaria, en octubre del mismo año (noviembre en el calendario gregoriano) los bolcheviques, liderados por Vladimir I. Lenin (1870-1924) lograron la toma definitiva del poder, que inició la construcción del socialismo y en 1922 proclamó la creación de la URSS.
Desde entonces, durante siete décadas y media, la construcción del socialismo atravesó distintas fases y la vida política al interior de la URSS ocasionó admiración, polémicas y, sin duda, oposiciones y enemistades. Pero el progreso social, que mejoró radicalmente las condiciones de vida y de trabajo de toda la población, fue evidente y también el levantamiento de la URSS como potencia mundial, capaz de competir por la hegemonía internacional con los Estados Unidos, erigidos en la primera potencia del sistema capitalista.
Por consiguiente, el nacimiento y desarrollo del primer país socialista en la historia contemporánea tuvo decisivas influencias en Ecuador.
Las condiciones para ello bien podrían situarse alrededor de 1910 cuando algunas obras de Marx, como el Manifiesto Comunista e incluso el primer tomo de El Capital, traducidas al español y normalmente importadas desde España, México y Argentina, llegan al Ecuador y se venden en algunas librerías de Quito y Guayaquil. En ellas se forjaron los primeros intelectuales liberal-radicales y marxistas del país, que se convencieron de la necesidad de llegar con las nuevas ideas a los trabajadores de la patria.
De hecho, hay historiadores que insinúan la influencia del marxismo entre los primeros anarquistas ecuatorianos y en la organización de varios de los primeros sindicatos de trabajadores. El periódico anarquista El Hambriento y más aún el periódico obrero Bandera Roja, eran tenidos por “bolcheviques”, en momentos en que la confusión teórica y política no se clarificaban.
En todo caso, la influencia era reducida, si bien el movimiento obrero tomó rápido auge a través de sucesivas huelgas entre 1910 y 1922. El 15 de noviembre de este año, la masacre de trabajadores en Guayaquil dio cuenta de la activa y masiva presencia reivindicativa alcanzada por una clase nueva en la composición social del Ecuador.
En aquellos años germinales, los acontecimientos relativos a la I Guerra Mundial llegaban como noticias de un mundo lejano y ajeno al país. Lo propio ocurrió con las revoluciones de febrero y de octubre en Rusia, como puede seguirse a través de la prensa de la época, aunque se daba cuenta pormenorizada de los sucesos, que a veces escandalizaban. Pero la Revolución atrajo a los intelectuales radicales, que se informaron de la misma y que incorporaron a sus lecturas las primeras obras de Lenin que llegaron al país.
El ambiente creado por el desarrollo del movimiento obrero, la creciente influencia y conocimiento sobre la Revolución Rusa, la difusión del marxismo y la necesidad de luchar contra los gobiernos de la “plutocracia” bancaria del Ecuador, favorecieron la fundación de los primeros núcleos socialistas, como el grupo “Lenin” de Quito (hubo otros en distintas ciudades serranas) y el que se agrupó en torno a “La Antorcha” (1924), primer periódico socialista del Ecuador.
La Revolución Juliana (1925) despejó el camino para el desarrollo del socialismo. Sus gobiernos (hasta 1931) inauguraron el espacio político de la izquierda, al superar el bipartidismo conservador-liberal y empezar el largo camino ecuatoriano para la superación del régimen oligárquico, mediante el activo papel del Estado en la economía, los impuestos directos y las primeras leyes laborales consagradas en la Constitución de 1929.
Bajo ese auspicioso ambiente político se reunió la Asamblea fundacional del Partido Socialista (PS), en mayo de 1926. En ella hubo quienes criticaron al “bolchevismo”, pero Ricardo Paredes fue tajante en defender a la URSS y al marxismo. Uno de los temas candentes en dicha Asamblea fue el de la afiliación a la III Internacional Comunista (Komintern, 1919) fundada por Lenin. En un confuso episodio no quedó clara esa afiliación, pero apareció el tema en 1931, durante el II Congreso del PS, cuando la fracción que defendió la incorporación a la Komintern se separó para fundar el Partido Comunista del Ecuador (PC).
El origen del PC y su afiliación a la III Internacional marcaron su evolución, pues, en adelante, el partido se convirtió en una cadena de transmisión de las estrategias y tácticas del movimiento comunista internacional subordinado a las directrices del Partido Comunista de la URSS. En modo alguno ello invalida la presencia y la lucha del PC a favor de la causa obrera, campesina e indígena del Ecuador, pues fue pionero en promover la fundación de la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE) y de la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI) en 1944, en la que participaron figuras históricas como Jesús Gualavisí, Ambrosio Lasso, Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña, comunistas.
El PC Jugó un papel fundamental en la difusión de notas y análisis sobre la marcha del socialismo en la URSS y, sin duda, fue igualmente un activo difusor del ideario marxista y de las obras de sus fundadores, para lo cual llegó a contar con la Editorial Voluntad y también con la Librería Quito, donde se podía adquirir obras clásicas del marxismo y de la URSS, a bajísimos precios.
Sin embargo, el PC nunca logró crear condiciones para la toma del poder, fue marginal en los procesos electorales a los que acudió -cuando fue necesario- aliado con otras fuerzas políticas y, a consecuencia de la guerra fría, sus actividades y dirigentes siempre estuvieron bajo sospecha y a veces en persecución. Así ocurrió durante la Junta Militar (1963-1966), cuando el PC fue ilegalizado y sus líderes tuvieron que pasar a la clandestinidad.
Imposible realizar un seguimiento pormenorizado de otras facetas de la influencia de la URSS en Ecuador. Pero, finalmente, hay que señalar que el derrumbe del socialismo en ese país y en los de Europa Oriental, ocasionó una verdadera debacle en los partidos comunistas del mundo y provocó una inédita pérdida de la presencia hegemónica del marxismo como teoría social. Las ideas de Marx y su valor como ciencia social sólo ha sido revalorizada en años recientes, muy de la mano del auge del ciclo de los gobiernos progresistas y de nueva izquierda en América Latina.
Podría decirse, siguiendo a Hobsbawm, que la Revolución Rusa y la “era soviética” cumplieron su ciclo histórico.