El socialcristianismo necesita de Quito
El electorado en Quito está fragmentado, no existe a la vista una candidatura fuerte, y frente al fracaso de Alianza País, del alcalde Rodas e incluso el propio presidente Moreno, la ciudad se encuentra vacía de liderazgos y enfrentando una penosa realidad: el retorno de dinosaurios políticos de extrema derecha. Así los quiteños y quiteñas, se debaten entre el reflujo de la institucionalidad social cristiana y la candidatura de Paco Moncayo.
¿Por qué a los social cristianos les interesaría posicionarse en Quito, tomando en cuenta el profundo rechazo que la ciudad tiene hacia su propuesta y peso histórico, cuando han sabido retomar espacios territoriales en Guayas, el Oro e incluso en Los Ríos de manera efectiva?
Antes de contestar esta interrogante valen ciertas aclaraciones de contexto sobre la crisis política que se empieza a desarrollar en la ciudad. Tradicionalmente Quito se ha caracterizado por tener una forma curuchupa, si cabe mojigata, más en cuanto a prácticas sociales y propuestas ha sabido consolidarse como un foco progresista de importancia, que le ha permitido tener una cultura política considerable.
Desde la incursión de la administración Barrera y el fracaso simbólico de la misma, el electorado mostró una predisposición importante para la manipulación, de esta manera, el ya de por si poco educado votante, que se consideraba a sí mismo como más consciente que en el resto del país por aquel cliché de que “siempre hemos escogido buenos alcaldes”, sucumbió ante las estrategias de propaganda y marketing político de Jaime Durán Barba, amigo íntimo y asesor de Jaime Nebot.
Más la estrategia de reposicionamiento social cristiano fracasó en manos de Rodas, quien en su juventud fue parte de la estructura de este partido de la oligarquía, en parte por su ineptitud política, en otra, por su falta de planificación y proyección. Y aunque la derecha entró a la ciudad, no ha logrado generar una identificación fuerte, al punto que ni siquiera tiene un candidato y ahora es necesario construir un liderazgo nacional que tome en cuenta la ciudad.
Tanto va el agua al cántaro que se rompe, y los esfuerzos de la tienda social cristiana no paran, sino que de hecho se refinan, se hacen más específicos alrededor del posicionamiento de la figura de su líder máximo, el actual alcalde de Guayaquil, quien llega este sábado 29 de septiembre a Quito a un acto de segundo orden, la posición de la directiva provincial de Pichincha del Partido Social Cristiano (PSC), espacio clave para visibilizarse en la ciudad, incluso para generar polémica.
Y es que por fuera de esta polémica, el señor Nebot está en precampaña, y esto no se trata meramente de la alcaldía de Quito, en la que podrán tomar algunas concejalías, sino y fundamentalmente, el poder influir en el electorado de la capital y proyectarse nacionalmente, de tal manera que, en el caso de una muerte cruzada, o de correr para las presidenciales del 2021, tener preparado el terreno para su incursión final, en la que Quito es una plaza electoral clave.
Es así que, en el esquema táctico desarrollado por el PSC y sus socios, entre ellos el actual presidente Moreno, es notorio el reposicionamiento a nivel de justicia y autoridades de control, así como los acuerdos de distinta índole que benefician a la oligarquía rentista y sus socios a nivel político, tareas complicadas por su fuerte costo político, asumidas por el actual gobierno, dejando el terreno ya trabajado para el mandato de Nebot. Por fuera de esto, cualquier visibilización positiva o negativa de su arribo a Quito, es justamente lo que pretenden lograr. Hablen bien o mal, el asunto es que hablen.
Esto no se trata meramente de un ejercicio de memoria para recordar cuan manchadas de sangre están las manos de Nebot, sino de entender porque no se cuajó en la última década la construcción de alternativas políticas que no pasan de manera determinante por el asunto electoral, partiendo desde el fortalecimiento de la organización social, verdadera garantía de un proceso de participación democrática en los asuntos públicos.
Por tanto, la falta de liderazgos que se cristaliza en la entrada impune de Nebot a Quito, con ciertos niveles de aceptación, además, debe llamar nuestra la atención de manera autocrítica, porque si de algo se adoleció en la década pasada fue justamente de la nula voluntad política para fortalecer a las organizaciones populares en general. Hecho que finalmente demuestra que la transformación vivida en nuestro país fue más estética, ya que, en el momento que la cabeza del proceso salió, todo el aparato del Estado de bienestar creado en base a la redistribución de la renta, se dio la vuelta y ahora es utilizado por la reacción, demostrando, nuevamente, que el Estado es una herramienta de opresión de clase. De esta forma, la transformación desde arriba hacia abajo es inútil para garantizar a largo plazo la libertad y dignidad del pueblo, si no existe una redistribución de los medios de producción y un quiebre en el modelo actual de propiedad.