El arte como medio de denuncia social
El arte tiene la característica de transformar a las personas, desde quien lo utiliza como medio de expresión, hasta quien lo ve y percibe como espectador. Es precisamente este último quien se ve directamente afectado por las decisiones de los artistas, pues cada pieza de arte -trátese de una fotografía, una obra de teatro o una canción- posee la particularidad de dejar algo en quien lo presencia. Las diferentes disciplinas artísticas son el canal entre el autor y el público, son transmisoras de información, misma que llega a las personas de diferentes formas. El arte es un producción de saber, un transmisor de conocimientos, es un desvelador de lo que ha sido desapercibido, pasado por alto, y en la obra de arte pasa a tener un foco central.
A partir de una misma obra de arte, cada espectador recibe una carga de información distinta que dependerá de múltiples factores como la formación cultural y el contexto en que se desarrolle. En las distintas épocas hemos visto cómo el arte refleja la realidad de su tiempo. ¿Puede entonces atribuirse a las prácticas artísticas una función social? ¿Podría ser una de las maneras de cambiar la sociedad? Aunque el artista posmoderno es visto como autorreferencial, que sostiene que el arte habla del arte y no pretende hacer una labor social; existen también artistas que lo afirman como medio para la toma de consciencia, denuncia y de emancipación social. En la posmodernidad nos encontramos con un arte que transgrede las fronteras de la academia, que va más allá de una pasividad del espectador para que se transforme en ente activo.
Es inevitable para un artista que su obra no modifique en algo al espectador, siempre se produce un cambio. Jaques Rancière (2010) habla acerca de que la experiencia del arte no es pasiva-contemplativa, sino que a través de la mirada del hecho artístico se tiene el poder de asociar y disociar, construir y reconstruir, significar y resignificar nuestra experiencia del mundo. Como vemos, el arte por sus características es una herramienta fundamental para la denuncia y la transformación social.
Desde los noventa surge una fuerza de renovación bajo la actitud de contraposición a la hegemonía consumista reivindicado la capacidad del arte para reflexionar y resistir. La resistencia en los discursos del arte contemporáneo, se perfila como estrategia de oposición al pensamiento imperante reviviendo la actitud creativa como sistema de transformación social. La resistencia ya no puede ser una maniobra de transgresión al uso de la actitud de vanguardia; es transgresión a la estructura Institución-Arte. Con el paso del tiempo esa transgresión fue incorporada a la producción comercial, convertida en una expresión funcional del propio sistema integrada a la lógica dominante del mercado –convertida en propaganda dentro del dominio de la publicidad y los medios de comunicación-.
En estos tiempos el objetivo es resistir, frente a un arte concebido como mera mercancía, resistir a la situación en la que el arte sea devorado por la sociedad de consumo en esa manera que convierte la producción artística en una imagen acomodada al gusto del mercado, insustancial y sin compromiso. El arte se transforma entonces en un estado de banalización de los males y amarguras cotidianas, en vez de ser un medio de contacto directo con el presente, envuelto en compromiso social.
La resistencia se caracteriza por la impronta que Theodor Adorno adscribe a la función del arte que ha de ser conformacional y resistente, renuente a la realidad presente, negativo, que resista el embate de la cultura dominante. Las situaciones sociales y políticas que estamos viviendo como país hacen urgente el desarrollo de una conciencia social, por tanto es necesario impulsar un arte crítico que cuestione la propia posición del artista y su obra, y desde ahí cuestionar las condiciones que se están presentado. El arte puede lograr este propósito a razón de que toca fibras morales éticas, emocionales, sociales, y culturales.
Hagamos del arte un medio de denuncia frente a las medidas neoliberales que el gobierno esta asumiendo, y que afectan claramente sector de la cultura. El recorte al presupuesto para la cultura es real, pone en riesgo las actividades fundamentales del sector y afecta directamente a la misión de generar mayor acceso a la cultura, a la conservación, investigación y difusión del patrimonio cultural del Ecuador, así como también a la producción y educación artísticas. El hachazo del gobierno afecta al pleno goce de nuestros derechos culturales, no lo permitamos.
Bibliografía.
Rancière J. (2010). El espectador Emancipado. Argentina: Manantial.
Stra, S. (2013). Releyendo Frankfurt: La Experiencia Estética en Adorno. La trama de la comunicación, 17(1), 29-47.