La limpieza social del coronavirus
El capitalismo siempre renovándose para expandir su maquinaria de miseria y muerte. Nos equivocábamos cuando pensamos que esto no se podía poner peor. O no nos equivocábamos, simplemente no cabían en nuestros marcos de sentido, los niveles atroces de crueldad que el capitalismo fabrica. Quizás si teníamos más cercanía con pueblos que han sufrido en sus cuerpos y territorios cosas más brutales, como el pueblo palestino, el pueblo kurdo, el colombiano, u otros que se les ocurra nombrar, entre tantos e innumerables. Quizás con esas experiencias, nuestra imaginación podría ser más creativa, o destructiva, depende desde donde se vea.
¿Cómo es que el poder del capital no está ya satisfecho? ¿Cómo es posible que pueda seguir ahondando las desigualdades y la crueldad? ¿En qué cuerpos cabe tanta perversidad? Bueno, en realidad las lógicas del mercado quedan intactas, no se hace más que respetarlas al pie de la letra. En las lógicas perversas del capital, las vidas de las personas humanas, de las personas no humanas y de la tierra, todas juntas, nunca valen más que el mercado. El mercado se convierte en un ente por sí mismo, con intereses propios: inhala trabajo, exhala esclavitud, bebe vida, excreta muerte, come creatividad y defeca destrucción y miseria.
El coronavirus y la pandemia que le siguió, se convirtió en la excusa perfecta para profundizar y radicalizar las lógicas neoliberales: desde aspectos que conciernen a los sujetos y las comunidades, como la individualización, colocando al otrx como potencial peligro de muerte, reafirmando y promoviendo una función de policía paralela en cada sujeto; cómo en el distanciamiento, no físico, sino emocional y social con lxs otrxs. El neoliberalismo esta cumpliendo su fantasía más esperada: el individualismo.
Pero también vemos una insistencia y profundización de la reducción del Estado y por ende lo público, privatizando lo común con una excusa anclada al rescate económico, desmereciendo inclusive la más mínima atención a tantas alternativas que conjugan la redistribución de la riqueza, el antiextractivismo, las políticas feministas de cuidado y sostén de la vida, el decrecimiento y la desobediencia al mercado y capitales internacionales.
El Covid-19 se presenta entonces como una (mala) suerte de limpieza social en dimensiones y a escalas escalofriantes. Desde la posibilidad de su existencia y expansión, con la sistemática destrucción de las barreras ecológicas por medio de la deforestación brutal para la expansión de la frontera agroganadera. Esta depredación no solo ha desgastado la capacidad medioambiental para sostenerse a sí misma, sino que ha dejado a la intemperie el frágil sistema inmunológico de los animales humanos, que no estamos en la capacidad de contrarrestar infecciones tan agresivas (que vendrán). La voracidad del capital, nos está costando cada vez más vida.
Por otro lado, las políticas neoliberales han disminuido -también de manera metódica- los sistemas de salud pública, al punto de una inexistencia de abastecimiento de medicinas de uso común, sin mencionar a los equipos especializados para cuidados intensivos, y en la misma medida, personal especializado para el manejo de estos equipos. La necropolítica difícilmente puede ejemplificarse de mejor manera que en la crisis actual. No somos iguales, ni en la enfermedad ni en la muerte, y aparentemente tampoco en sepelio.
Aun así, los discursos fabricados desde la maquinaria oficialista, insisten en dos líneas: 1. La línea de las “fake news”, en un intento desesperado por sostener un cerco mediático negacionista de la gravedad de la crisis sanitaria en el país; y 2. Un discurso que coloca sobre los hombros del pueblo la responsabilidad del alcance del contagio y expansión del virus, subdimencionando la incapacidad de respuesta del sistema de salud. Moreno y Romo insisten en la campaña de persecución a medios digitales alternativos y populares. Lo que no calculan, es que somos millones de voces, que por un lado no podrán ni amedrentar, y el pueblo no es tan incauto para dejarse engañar (más).
La tasa de mortalidad a causa de Covid-19 -en el promedio mundial- se encuentra en un 5,4%. En Ecuador, esta alcanza un dramático 33% (tasa calculada con los registros de muertes “inusuales”). De cualquier manera en la que se interprete, en el caso de que la tasa de mortalidad fuese del 1% -esto en óptimas condiciones sanitarias, que no tenemos, según la estimación del Ministro Zevallos- morirían aproximádamente 105 mil ecuatorianxs, tasa que aparentemente es aceptable para el Gobierno Nacional. Prefiero no escribir la cantidad estimada de mortalidad con una estimación ligeramente mayor, y peor con la tasa de mortalidad actual. Calcúlelo usted mismo.
Paralelamente los gobiernos neoliberales, que ponen al mercado sobre la vida una y otra vez, pactan con las cámaras de comercio, los grupos empresariales y las corporaciones, para facilitar las terminaciones de contratos, los despidos y demás reducciones en los derechos laborales de la gente. Condenando a la población a una inestabilidad económica, que les llevará -tarde o temprano- a salir a las calles a buscarse el pan de cada día, de forma literal. De la mano con esta perversidad, existe una profundización de las políticas represivas contra quienes viven del espacio público, es decir, de trabajadoras y trabajadores informales, que en muchos casos también sufren una categorización inferior en la ciudadanía (y los derechos que le acompañan a esta categoría), al ser personas en condición de movilidad.
Para ahondar un poco más en la precarización de la vida del pueblo -que parece que nuestras élites practican como deporte nacional- ahora se platea una nueva reducción al presupuesto de educación. Acción que no solo rebasa la legalidad o la constitucionalidad, sino que rebasa la perversidad misma. No solo que no se garantiza un mínimo acceso a una salud de calidad y gratuita, sino que también se coartan medios de vida, al retroceder en derechos laborales, y ahora también se coartan la proyección de vida de las y los jóvenes del país. Recordemos que no solo se recortan presupuestos para educación superior, sino que al mismo tiempo, se eliminan los programas de bachillerato internacional en 77 establecimientos públicos.
Las más afectadas por la crisis autoinducida van a ser por supuesto las familias más empobrecidas por el sistema capitalista. La humanidad coopera, no somos lxs unxs quienes nos comemos a lxs otrxs, como decía Hobbes. Son lxs de arriba, que nos comen a lxs de abajo. En lógicas populares y multidimensionales, la cooperación y el cuidado sostienen la vida. La limpieza social mas brutal y sistemática que la humanidad haya visto hasta la actualidad, trae como pseudónimo artístico, el nombre de coronavirus, pero su identidad primaria de nacimiento, es sin lugar a duda alguna, el capitalismo salvaje. Morirán millones de pobres, de migrantes, de mujeres. La clase media de ahora se convertirá en la nueva clase trabajadora, todavía más precarizada que la anterior, y los ricos, ese 1% de mal nacidos, acumularán más y más.
Debo confesar que en mi cabeza, tan incauta, el capitalismo que conocíamos hasta hace 60 días ya era suficientemente perverso. Esto realmente se escapa de mis capacidades para imaginar y concebir poderes destructivos, o de mi capacidad de resiliencia. Definitivamente no puedo sobrevivir sola, nadie puede. Solo queda organizar la rabia, y resistir. Esta es una guerra por la vida, contra el gobierno de la banca, las corporaciones y el empresariado nacional, y el poder del imperialismo. No nos queda más que resistir en la guerra más brutal que tendremos que pelear, por la vida y la dignidad, hasta la esperanza.
Fotografía:
Iván Castaneira