La sociedad del cansancio y la decadencia de Occidente
El momento histórico actual -de un capitalismo profundo- el poder se configura, ya no solo a través de viejos esquemas como dictaduras fascistas, militares y nacionalistas. Las nuevas formas y modalidades que ha adoptado el sistema capitalista se desapegan progresivamente de elementos tradicionales como la represión, violencia y castigo, para disfrazar su poder de amabilidad, con el fin de dotar a los sujetos de una falsa sensación de libertad, que los impulsa a explotarse a sí mismos sin necesidad de mecanismos propios de la sociedad disciplinaria. Sin embargo, las malas condiciones laborales, educativas y económicas de los sistemas occidentales de la presente época, permanecen.
La cotidianidad, los espacios virtuales en constante innovación, las nuevas modalidades de trabajo, la privacidad y demás elementos circunstanciales, tan debatidos en la actualidad, han ido cambiando radicalmente con el tiempo, hasta el punto de recrudecer y generar enfermedades y síntomas en la salud mental, que ya no son una rareza en el sujeto posmoderno. Por ejemplo, el estrés, la depresión, el síndrome del trabajador quemado y otras aún más complejas, pueden desarrollarse en infancias descuidadas debido a la falta de figuras parentales -y en las mismas figuras parentales-, tan ocupadas en auto explotarse para conseguir la tan anhelada productividad, materia prima para la maximización de la acumulación capitalista.
El cansancio y el exceso de productividad ahora son la apoteosis de la decadencia de Occidente. Pero ¿la civilización y los valores occidentales realmente están llegando a su ineludible final? La hiperactividad, el exceso de positividad, la erradicación de la contemplación en la vida diaria, la inhibición de impulsos fundados en la negatividad y demás elementos descritos y denunciados por el filósofo surcoreano Byung Chul-Han, son las señales de que o se necesita una revolución que lo replantee todo desde las bases, o es el final de otra época más en la historia de la humanidad para que de sus cenizas y ruinas resurja otra, estructurada de la misma manera. La pandemia por Covid-19 tiene mucho que ver con esta especie de resurgimiento forzado. Un un evento catastrófico tenía que llegar, así han funcionado las civilización a través de los milenios.
Las implicaciones y orígenes de un exuberante cansancio individual, es ahora la causa y consecuencia de la pobre salud metal del sujeto posmoderno. La autoexplotación predica que en la actividad y responsabilidad diaria, debe prevalecer la cantidad antes que la calidad. Para ello es necesario usar energía que ya no se tiene, a fin de producir más y mejor. Las técnicas corporativas y laborales del multitasking y la hiperproductividad solo fomentan una eficiencia viciosa, que sirve de herramienta para generar la mayor cantidad de ingresos económicos, en la lógica empresarial a todo nivel. Mayor explotación de lxs trabajadorxs, para mayor acumulación privada.
Detrás de la sobre-auto explotación de las personas, hay una intensificación del cansancio que relativiza aún más la percepción del tiempo, y reduce a las personas a meras mercancías, que a su vez consumen otros bienes y servicios para satisfacer necesidades creadas por el mercado, que solo quiere mantener activo el ciclo económico vicioso y perjudicial para el mundo de la vida. Lxs trabajadores laboran en función del tiempo, pero su capacidad laboral se determina en función, primero de la necesidad legítima ante condiciones desfavorables, segundo por endeudamiento y el consumismo impuesto, que desemboca en mayores horas de trabajo para pagar las cuentas. Un ciclo de deuda y cansancio interminables.
El siglo XXI nos ha traído la frase cliché de “si se puede” o la de “yes we can” en inglés, acompañado de los libros de autoayuda, el inaplicable y farsante coaching y demás estrategias que aparentan positividad, motivación y progreso, pero realmente son un engaño, pues intentan compensar superficialmente los estragos producidos por las condiciones de vida actuales. Todo lo contrario, dichos mecanismos pueden fomentar una mayor inmanencia e irrenunciabilidad al sistema capitalista, un conformismo. El estado de inconsciencia sobre estar inconsciente de las consecuencias e implicaciones de la realidad se incrementa, también provocando, una ceguera colectiva que desafortunadamente moldea defensores de su propia prisión y castigo.
La sociedad disciplinaria solo es una fase en esta relación de explotación, ya que en lo que va del siglo XXI -en Occidente principalmente- ha evolucionado a una sociedad del cansancio en la que los sujetos se explotan a si mismos, creyendo ser independientes –e inclusive mejores personas- solo porque se puede tomar decisiones aparentemente libres y sin una coacción externa tan evidente. Pero lo cierto es que las “opciones” ya están asentadas y preestablecidas con anterioridad, entre las cuales “se puede escoger un proyecto de vida”. No hay cabida para proposición de un camino totalmente nuevo y propio, que cumpla con los objetivos de una vida mejor para los sujetos y los colectivos. Es decir, la autogestión, autonomía y plena libertad no son logrables en una sociedad cuya estructura ha sido diseñada para incentivar la auto explotación, en función de la productividad incesante que parece ilimitada.
Discretamente se vende una falsa autonomía y sensación de liberación, el cometimiento se encuentra oculto y desapercibido. Países como Corea del Norte y Cuba son percibidos como lugares represivos y en los cuales la libertad no existe. Sin embargo en Occidente tampoco se garantiza una libre y emancipada forma de vivir: la manipulación mediática, el marketing y la publicidad son un claro ejemplo de que el pensamiento ha sido programado sigilosamente y en formas inimaginables. Mientras las necesidades económicas configuradas por el capitalismo condicionen el destino humano, la libertad solo es lograble en la misma lógica del sistema -la acumulación privada-, pero no de acuerdo con la voluntad y el deseo de los sujetos.
Tanto América como Europa están obsesionadas con “la libertad”, que es el origen de los males y la decadencia de la civilización Occidental porque, en la práctica, la libertad se redujo y degeneró en la libertad de auto explotarse, desembocando en el libertinaje de la acumulación, degenerando la naturaleza humana.