La “unidad” de la “izquierda” es una estupidez (II)

IZQUIERDA 2
Jueves 6 de Junio de 2019

En la anterior entrega, desarrollamos brevemente varios de los “olvidos” de la izquierda “criolla” respecto al problema del Estado, la lucha de clases, el feminismo popular, las minorías revolucionarias, la cuestión militar, la organización popular, entre otros elementos que nos hacen llegar a la conclusión de la inexistencia de un proyecto revolucionario en nuestro país, salvo pequeños intentos, casi siempre marginales. Ahora, en esta última entrega abordaremos el “cambio generacional”, los discursos y las prácticas heredadas de la ortodoxia.”.

Queremos señalar que lo expuesto aquí no es un nuevo debate, la izquierda revolucionaria desde los años veinte del siglo pasado hasta nuestros días ha mostrado signos de preocupación ante la degeneración del marxismo y el anarquismo, por citar dos de las corrientes más representativas de la izquierda histórica que tomamos como referencia. Pese a los intentos de la más diversa gama de esfuerzos teóricos poco o nada se ha avanzado en la consolidación de una izquierda que pueda constituirse en un proyecto revolucionario victorioso; casi siempre celebramos torpemente derrotas y masacres.

¿Activistas, militantes o cuadros revolucionarios?

Entre los empolvados libros de la izquierda “tradicional” se esconde la figura de un ser salido de película, uno que al dar pruebas de fe se eleva por los cielos hasta llegar al sitio donde reposa la “verdadera izquierda”, el/la militante izquierdista tradicional, quien exige a los otros votos de pobreza. Esta especie es resultado de la penetración de la ideología burguesa, recordándole al proletariado que la riqueza es un objeto de consumo ajeno a quienes la producen, como si la sociedad comunista – por la que luchamos – fuese un experimento de pobreza a gran escala. Toda una película de Hollywood que les recuerda a lxs pobres que deben ser pobres para ser revolucionarixs, como si la consciencia de clase brota por generación espontánea de estómagos vacíos y favelas – ver la votación a la extrema derecha por los sectores populares en Brasil, Argentina, y porque no en Guayaquil, Ecuador.

Al sentimiento de “proletarización” se le ha añadido una pequeña dosis de visitas de campo cada fin de semana a los sitios donde viven lxs pobres, una especie de caridad franciscana que no permite desarrollar una relación de igual a igual entre quienes portan la fe revolucionaria y los salvajes a evangelizar. A la “proletarización” de la pequeño burguesía universitaria, se añade un sentimiento anti político que ve en una “carita pintada” o un taller cualquiera la posibilidad de un sujeto revolucionario, siempre sin proyección histórica, a partir del inmediatismo y de concepciones que parten del todo o nada: elecciones no, guerra revolucionaria sí, la organización popular es suficiente, somos la vanguardia del proletariado, las elecciones son suficientes, etc. Alargando la agonía organizativa hasta un punto donde es el mismo pueblo quien cuestiona a la ideología por la ideología, recordando que un proceso revolucionario no se sostiene sin la creación de hábitos e instituciones sociales a gran escala, territorialmente asentadas y con capacidad de ejercer poder de forma parcial o total. En otras palabras, el pueblo tiene que comer, vestirse, vivir dignamente; la ideología no hace que caiga maná del cielo.

Finalmente, tenemos una subespecie que creció en la “paz social”, alejada del conflicto, la violencia, las carencias económicas y que entiende la política desde la espectacularidad de las redes sociales y la vida “alternativa”. Estxs últimos son quienes, a causa de los incontables problemas inherentes a la práctica izquierdista tradicional han sido seducidxs por las más diversas formas de consumo avaladas por el neoliberalismo. Es suficiente con llevar un estilo de vida ético y “coherente”: no comer animales, no “privatizar” los cuerpos y las emociones, usar medios de transporte alternativos, plantar el alimento propio, conectarse con la naturaleza mediante rituales ancestrales comercializados y vendidos en pastilla, sin embargo, a diferencia de la primera especie –  nos tildarían de especistas por usar este palabra – de la que hablábamos, estxs tienen un miedo irresoluble a lxs pobres, la violencia, el compromiso, el abandonar el yo que los hace seres únicos, anteponiendo su individualidad a todo momento; sin mística, sin estructura, los actos individuales se disuelven en la nada. Su fascinación revolucionaria es básicamente novedosa, al ser presas del consumo han caído en la hábil trampa de la diversidad que el neoliberalismo ha puesto para paralizar cualquier sentido crítico reduciéndolo a una zona de confort espantosa, cínica e hipócrita. En definitiva, están cagadxs del miedo… ¡ni hablar de que la lucha de clases permea al feminismo y al ecologismo!

¿Entonces, con quién es que vamos a construir la unidad de la izquierda?

Difícilmente vamos a llegar a pensar la unidad con los vicios y taras que hemos venido señalando, tampoco creemos que llegará un punto en donde no sucederán este tipo de problemáticas y todo será perfecto. Eso sería una estupidez de por sí. Tampoco podemos obviar la fauna silvestre de nuestra izquierda, esta existe, marginal o no, sin embargo nuestros esfuerzos no deben centrarse en convencer a los convencidos, debatir con papas y papisas, asistir a sus eventos y ceremonias, sino pensar junto al pueblo, llegar al pueblo, estar con el pueblo, lo que implica vivir en el pueblo, desarrollando hábitos socialmente sostenidos a la vez que instituciones legitimadas y construidas por este, mediante organismos que atiendan las diversas necesidades, estén o no cubiertas por el Estado burgués. Quizá de esta forma, y no como objetivo principal, podamos jalar a la izquierda que hemos descrito aquí.

Queremos dejar claro que no queremos nada con lo viejo que rima a estatista, militarista, mecanicista, o lo nuevo, de signo "diverso" y neoliberal. De ahí la importancia de pensar, debatir y nutrir nuestras filas no con la repetición sino con la reflexión más profunda al mismo tiempo que construimos nuestros lazos en el seno del pueblo, no como agentes externos sino como parte integrante.

 

Categoria