Solo nos queda la calle
A lo largo del continente, y en el mundo en general, en medio de la pandemia, con un virus potencialmente letal acechando, somos testigos de como la resistencia social se reactiva. De a poco y con menos miedo que antes, la gente vuelve a tomarse las calles para protestar, exigir, demandar y pelear.
Chile, Colombia, Francia, Bolivia, México, Estado Unidos, se han convertido en los ejemplos más recientes de que la inconformidad y la rabia pueden más que el miedo a la muerte misma. Las recientes protestas y masivas movilizaciones en cada uno de estos países, encuentran como denominador común uno solo, que es transversal pese a las enromes diferencias tanto culturales como geográficas de cada lugar, y es el hartazgo, el clamor de gritar que es suficiente de un sistema podrido, la lucha de clases.
La falta de condiciones dignas de vida, propias del neoliberalismo en Chile y Francia, la brutalidad y asesinatos policiales, auspiciados y protegidos por el Estado en Colombia y E.E. U.U., la usurpación de la dignidad nacional y el poder en Bolivia, y la inacción del Estado ante la sistemática violencia de género en México; son expresiones del sistema de la gran empresa, cabezas de la hidra del capital, que se enfoca cada más en oprimir y absorber las vidas de quienes estamos abajo.
Ecuador, en dónde nuestro amo juega al esclavo de una potencia en decadencia no ha sido la excepción del descontento. Hace un año la rebelión popular de octubre hizo temblar en sus cómodas sillas a los títeres del poder.
So pretexto de la crisis sanitaria, el gobierno neoliberal de Moreno, bajo mandato del FMI y con Romo y Jarrín - como sus perros guardianes - ha destazado por completo el Estado. En medio de la corrupción campante, los sectores más golpeados por el saqueo neoliberal son salud y educación, que son claves para el desarrollo de cualquier nación.
La Corte Constitucional - organismo viciado, nombrado por, el en buena hora extinto, Julio César Trujillo - ha dado paso a que el alfil de la empresa privada en el gobierno, Martínez, le robe nuevamente millones de dólares a la educación superior en el país.
Frente a tal atropello, la respuesta no se he hecho esperar: estudiantes diversos, organizados por cuenta propia, lejos de la pútrida y cómplice “representación” estudiantil de las FEUE´s han anunciado movilizaciones en contra del recorte, en contra de la precarización de la vida y en contra del modelo neoliberal.
Ya saldrán las cotorras a gritar que “esas no son las formas”, sin embargo, vale recordar que frente a los recortes en educación todos los mecanismos legales se han agotado, que la convocatoria a las movilizaciones es de carácter pacífico, pero que así mismo, pacifismo no es sinónimo de indefensión.
Es necesario estar conscientes de que este es un gobierno que destinó, en medio de la emergencia sanitaria, más de 50 millones de dólares a las fuerzas represivas en lugar de atender las demandas por insumos y salarios del personal de primera línea. Un gobierno que redujo el sueldo a nuestros maestros y maestras, y que les adeuda meses de salario a servidores públicos; pero que está al día con los pagos a policías y militares. Un gobierno con menos del 15% de aprobación ciudadana que toma decisiones entre alambre de púas y cercos militares no es un gobierno que quiere paz, ni mucho menos es un gobierno al que se le puedan pedir las cosas de favor.
Varios gremios y distintos sectores han anunciado que plegaran a las protestas convocadas para el miércoles 16 del año en curso. La calle ha sido el único lugar que no alcanzó a privatizar el neoliberalismo cuántico de Moreno y ese es precisamente el lugar de encuentro de quienes ya no tenemos nada que perder.