Una sociedad racista

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Martes 26 de Marzo de 2019

El racismo es un problema que afecta a nuestra sociedad sobre el cual se habla poco o nada, y cuando, cada ciertos años, algún caso sale a la luz crea conmoción para luego desaparecer. Nuestras sociedades son profundamente racistas y reconocerlo y enfrentarlo es nuestro primer deber.

Michel Foucault plantea que junto con la aparición del estado moderno se dio a luz una serie de técnicas y tecnologías propias del poder con el objetivo de vigilar, controlar y disciplinar los cuerpos, lo cual implica la jerarquización de la sociedad y su distribución en el espacio, “su separación, su alienamiento, su subdivisión y su vigilancia […] y la organización de todo un campo de visibilidad” (Foucault s.f., 250). Además de eso el estado se hacía no solo con el poder soberano de dar muerte, sino también con el de dejar vivir. Pero, ¿qué se mata y qué se deja vivir? En su análisis inicial Foucault habla estrictamente del cuerpo en su materialidad, pero posteriormente hace referencia también al espíritu, dice: “la nueva técnica de poder no disciplinaria se aplica a la vida de los hombres, o mejor, no se apropia del hombre-cuerpo […] en último término apresa al hombre espíritu (Foucault s.f., 250)”.  De esta manera el estado hace perecer algo en el espíritu de los hombres y mujeres y deja vivir algo más en su reemplazo. Entendemos la cultura como parte de ese espíritu.  Al hablar de la muerte, Foucault no solo se refiere a lo material sino al “hecho de exponer a la muerte o de multiplicar para algunos el riesgo de muerte, o más simplemente la muerte política, la expulsión” (Foucault s.f., 266).

A inicios del siglo pasado los estados latinoamericanos, como lo señala Agustín Cueva, se convirtieron en estados mestizos. Es justo en la tensión del mestizaje, entre lo andino y lo blanco-occidental, donde el Estado ejerce su supremacía sobre lo que debe morir y lo que debe vivir. El espíritu, la cultura indígena debía morir para dejar vivir lo blanco-occidental. En 1970 el dictador Guillermo Rodríguez Lara señalaba “No hay más problema en relación a los indígenas […] todos nosotros pasamos a ser blancos cuando aceptamos las metas de la cultura nacional” (Silva 2004, 99). Está claro que la constitución misma del estado necesita de este recurso del biopoder, el racismo, para su funcionamienrto. Pero este ejercicio del biopoder no se da únicamente desde el estado, sino que está representado también en las acciones cotidianas de nuestro existir. A continuación quiero narrar breves historias sobre este problema del pasado no tan distante y del presente.

Soy indígena kichwa-otavalo, así como mi madre y mi padre, somos de Imbabura. Mi padre cuenta que en los años 70, las comunidades bajaban a la ciudad para vender sus productos agrícolas y una vez que llegaban a la ciudad los mestizos de Otavalo les arrebataban sus productos o el dinero conseguido con el intercambio, esto algunas veces ante la vista de las autoridades. Mi madre cuenta que actualmente algo similar sucede en la feria Hampi Maskari de Cotacachi, donde las compradoras mestizas no les pagan el valor total del producto a las vendedoras indígenas.

Una amiga, quien ha residido en Otavalo toda su vida, cuenta que en su juventud la ciudad “capital intercultural del ecuador” estaba tácitamente dividida en dos, la zona norte era “territorio indígena” y hacia el sur “territorio mestizo”. Hace dos años un conocido intentó ingresar a un bar en Otavalo y se le impidió la entrada porque llevaba el sombrero característico de los kichwa Otavalo, no pudo ingresar porque una prenda lo identificaba como indígena. El racismo se reproduce hasta en los espacios más íntimos como el amor. Una expareja mía no quiso hacer pública nuestra relación por los complejos racistas presentes en nuestra sociedad. En Otavalo, por ejemplo, es más fácil ver una pareja de kichwas con extranjeros que de kichwas y mestizos. Al respecto Foucault señala: “la sexualidad se sitúa exactamente en el entrecruzamiento del cuerpo y de la población. Por lo tanto depende de la disciplina pero también de la regulación” (Foucault s.f., 261).

El racismo opera constantemente y habita en todos los ámbitos de nuestra vida. La principal tarea de la que debemos hacernos responsables es la de exponerlo, de otro modo queda silenciado e invisibilizado. Sé que la mayoría de indígenas, negros y un buen grupo de mestizos hemos vivido el racismo de una u otra manera, ¿por qué no es un problema en constante debate en nuestra sociedad?

 

Bibliografía

Foucault, Michel. s.f. Genealogia del racismo . Buenos Aires: La piqueta.

Silva, Erika. 2004. Identidad nacional y poder. Quito: Abya-Yala.

 

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