Venezuela: el punto ciego de la izquierda

COMANDATE CHAVEZ NADIE SE RINDE
Domingo 13 de Enero de 2019

El proceso de cambio iniciado por Hugo Chávez atraviesa – indudablemente – su peor momento. La muerte del líder y estratega, la recomposición de la derecha internacional, los errores y contradicciones del Gobierno de Nicolás Maduro y la intensificación de la guerra contra el país por parte de los Estados Unidos y sus aliados han puesto al pueblo venezolano en una situación de jaque.

¿Qué significa esto? Pues que se está probando de la manera más dura la conciencia y capacidad de resistencia de un pueblo que se atrevió a construir una alternativa al capitalismo; con la complicidad de la mayoría de los actores de la izquierda mundial, que no han sabido leer ni comprender en su complejidad a la Revolución Bolivariana.

La situación actual de Venezuela responde a una interrelación de factores internos y externos, aparentemente todos en mal sino para el proyecto bolivariano.  A pesar de esto, es necesario entender que los análisis simplistas que tiende a hacer la izquierda con respecto al país, no son solo peligrosos, sino dañinos. La postura facilista que ubica a Venezuela como un proyecto fallido, un gobierno autoritario y a un maniqueo “Maduro no es Chávez” obvia por completo el núcleo de la Revolución Bolivariana, y desconoce la esencia de los profundos cambios que se vivieron en los últimos 20 años y más aún, contribuye a invisibilizar los esfuerzos y ejemplos de construcción de poder popular que existen en Venezuela, y que son la evidencia de la viabilidad de la Revolución venezolana.

Son el poder popular y el Estado Comunal la herramienta y el objetivo, respectivamente, que aún queremos construir, y esa audacia ha costado los más feroces ataques y la expresión de las peores contradicciones dentro de la misma Revolución, cuyos funcionarios no parecen haber superado el burocratismo y los vicios del Estado burgués.  La derecha no puede permitir que prospere una idea que ataca las bases del sistema actual y la izquierda, sin ser autocomplaciente o ciega, debería defenderla en vez de hacerle el juego a los poderes de siempre.

No es fácil lo que ocurre. Hiperinflación, desmejora evidente de la calidad de vida, una economía asfixiada y la mayoría de países de la región haciendo cartel y llamando a intervención extranjera, en un ejemplo de “unidad” que ya nos habría gustado ver en proyectos de solidaridad real y emancipación. Impera que entendamos a Venezuela. Una cosa es ser críticos y otra es alinearse a poderes que solo desean los recursos naturales del país. Ser cómplices de una posible intervención es sencillamente imperdonable para cualquiera que se haga llamar una persona decente.

La sensación que embarga al pueblo chavista, que vivió casi en euforia permanente durante los mandatos de Chávez (despertar, asunción de derechos políticos, consciencia histórica, consciencia de si mismo y su rol como sujeto de transformación), es hoy distinta: no es ya euforia, ni exultante alegría, es preocupación y consciencia serena. Hay que resistir. La herencia de Chávez – entre otras cosas – es un pueblo politizado y claro, que es capaz de ver los errores del gobierno que eligió y aún así comprender que la opción de la derecha y el imperialismo no es, justamente, una opción.

El destino del país no puede ni debe ser dictaminado por otros. Si el gobierno de Maduro no rectifica sus errores, el pueblo encontrará la manera de interpelarlo. Esa es nuestra esperanza y prerrogativa. Poder popular o nada es la consigna. Que la izquierda mundial no lo olvide, y que usen esos cerebros de los que tan orgullosos están para ayudar a Venezuela y no a sí mismos, o aún peor, a aquellos que representan todo lo que dicen detractar, pero a los que suelen serle tan útiles.

Como cuenta la famosa frase atribuida al General José Félix Ribas previa a la Batalla de La Victoria (Aragua, 1814) “No podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer”.

 

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